Huracán Otis: Tercer desastre más costoso en la historia de México

El huracán Otis ha dejado una huella imborrable en la historia de los desastres naturales en México, convirtiéndose en el tercer siniestro más costoso en el país, según la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS). A tan solo un año de su devastador paso por las costas de Guerrero, los datos revelados por esta institución subrayan la magnitud del impacto económico del fenómeno meteorológico.

Con un total de 44,653 siniestros reportados, el costo total en indemnizaciones se sitúa en 39,343 millones de pesos mexicanos, un monto que, al tipo de cambio actual, equivale a aproximadamente 1.98 billones de dólares. Este escenario pone en evidencia no solo las pérdidas materiales significativas que sufrieron los habitantes de la región, sino también el desafío que enfrentan las aseguradoras en la gestión de tales calamidades.

La AMIS ha detallado que, entre los eventos naturales más costosos registrados en la historia del país, Otis ocupa un lugar destacado, solo superado por el huracán Wilma, que azotó las costas del Caribe mexicano en 2005, y la pandemia de COVID-19. Estos datos no solo reflejan el costo económico de los desastres, sino que también resaltan la creciente vulnerabilidad de la población ante eventos climáticos extremos, un fenómeno que se intensifica con el cambio climático.

Norma Alicia Rosas, directora general de la AMIS, ha expresado el compromiso de la industria de seguros con las comunidades afectadas, subrayando que “la industria de los seguros está comprometida con la población afectada por este tipo de eventos”. Este compromiso se traduce en esfuerzos constantes por parte de las aseguradoras para colaborar con las autoridades y proporcionar el apoyo necesario a sus asegurados de manera inmediata.

El impacto de Otis no se limita únicamente a las pérdidas materiales. La recuperación de las comunidades afectadas ha sido un proceso arduo y complejo, y las indemnizaciones son solo una parte de la solución. La reconstrucción de infraestructuras, viviendas y servicios básicos es un desafío que requerirá de la colaboración no solo de las aseguradoras, sino también de los gobiernos locales y federales, así como de la propia comunidad.

La situación también plantea interrogantes sobre la preparación y resiliencia de las comunidades ante futuros desastres. La experiencia de Otis ha puesto de manifiesto la necesidad de desarrollar planes de contingencia más robustos y efectivos, así como de fomentar una cultura de prevención y concientización sobre los riesgos naturales. Las inversiones en infraestructura resiliente y en educación sobre desastres son fundamentales para mitigar el impacto de eventos como este en el futuro.

A medida que el país avanza en la recuperación de los estragos causados por Otis, es crucial que las lecciones aprendidas se utilicen para mejorar los mecanismos de respuesta ante emergencias. Las autoridades deben trabajar en conjunto con las aseguradoras para garantizar que los procesos de indemnización sean ágiles y efectivos, evitando que las víctimas queden desamparadas en momentos críticos.

Asimismo, es esencial que se evalúen los cambios en las políticas de seguros y se promueva la cultura de la contratación de pólizas, especialmente en regiones vulnerables. La ampliación de la cobertura y la inclusión de más sectores de la población en el ámbito asegurador son pasos importantes hacia la creación de una red de protección más sólida.

El huracán Otis no solo se recordará por su devastación, sino también como un llamado de atención sobre la importancia de la previsión y la solidaridad en tiempos de crisis. La historia de este siniestro debe motivar a la sociedad y a las autoridades a trabajar de manera conjunta en la construcción de un México más preparado y resiliente ante el embate de la naturaleza. La prevención, la educación y la colaboración serán clave para enfrentar los desafíos que el cambio climático nos presenta en el futuro.