Desafíos y oportunidades del Puerto de Chancay: un futuro incierto para la comunidad

Desafíos y oportunidades del Puerto de Chancay: un futuro incierto para la comunidad

El megapuerto de Chancay: Vecinos, alcalde y autoridades deben exigir que se apueste por inversiones sostenibles que hagan del Norte Chico un polo dedesarrollo

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro

La construcción del Puerto de Chancay se presenta como uno de los proyectos más ambiciosos del Gobierno peruano en su afán por posicionar al país como un actor clave en el comercio internacional. Sin embargo, la realidad que rodea este megaproyecto es compleja y está marcada por un clima de descontento social, paros nacionales y una creciente desconfianza hacia las autoridades. Entre la promesa de modernización y los desafíos que enfrenta la población local, surge la necesidad de un enfoque más integral que contemple no solo el desarrollo económico, sino también el bienestar de la comunidad.


La obra, que promete un puerto multipropósito con terminal de contenedores y capacidad para manejar grandes volúmenes de mercancías, es vista por muchos como una oportunidad para transformar Chancay en un nodo logístico de importancia estratégica. Sin embargo, esta visión optimista choca con la cruda realidad de un entorno en crisis, donde las escuelas cierran y las extorsiones son una constante. La presidenta ha optado por presentar una imagen positiva, pero la ciudadanía se siente ignorada.


Los beneficios económicos que se anticipan son indiscutibles. La generación de empleos, tanto directos como indirectos, y la diversificación de las rutas comerciales prometen un futuro más próspero para la región. No obstante, estas expectativas deben ser acompañadas de un análisis crítico sobre cómo se gestionará esta transformación. La pregunta que urge responder es si realmente se aprovechará esta inversión para desarrollar un modelo urbano que beneficie a los habitantes de Chancay.


El impacto ambiental es otra preocupación fundamental. A pesar de que se espera que los riesgos asociados al puerto sean mitigados, el temor persiste entre los pobladores. ¿Se tomarán las medidas necesarias para preservar el ecosistema costero y evitar que las actividades portuarias destruyan el entorno natural? Esta es una cuestión que merece ser atendida con seriedad, ya que el futuro del puerto no debe estar reñido con la salud del medio ambiente.


Además, la problemática social que puede surgir en torno a un puerto es un tema que no puede ser minimizado. La explotación y la vulnerabilidad de los pobladores, especialmente en una zona donde el consumo de alcohol y drogas puede aumentar, son aspectos que deben ser abordados desde el inicio del proyecto. La construcción del puerto no puede convertirse en un pretexto para descuidar la seguridad y el bienestar de la población local.


Es crucial que la ciudadanía, junto a sus autoridades, exija ser parte activa del proceso de desarrollo. La construcción del puerto no debe verse como una mera oportunidad económica, sino como un catalizador para transformar Chancay y sus alrededores en ciudades modelo. La infraestructura debe ser pensada para las personas, priorizando la seguridad vial y la calidad de vida de los habitantes.


Uno de los aspectos más prometedores que podría generar el puerto es la posibilidad de impulsar el turismo y la economía local. Sin embargo, para aprovechar esta oportunidad, es esencial que se implementen políticas que favorezcan un desarrollo equilibrado y sostenible. Chancay no debe convertirse en el patio trasero de un puerto que solo busca maximizar ganancias, sino que debe ser parte integral de un proyecto que considere el bienestar de sus habitantes.


La visión de convertir a Chancay en un modelo de desarrollo urbano y territorial es ambiciosa, pero factible si se aborda con la seriedad y el compromiso que merece. La participación de la comunidad en la planificación y ejecución de proyectos es fundamental para asegurar que sus voces sean escuchadas. Solo así se evitará que la promesa de un futuro próspero se convierta en una ilusión que no beneficie a quienes realmente habitan la zona.


En este contexto, es vital que tanto el Gobierno como los inversionistas comprendan que su responsabilidad no termina con la construcción del puerto. Deben comprometerse a generar un impacto positivo que trascienda lo económico y que fomente una convivencia armónica entre el desarrollo y las necesidades de la población local. Chancay tiene el potencial para ser un polo de desarrollo, pero esto solo se logrará si se visualiza a sus ciudadanos como parte esencial de este proceso. La oportunidad de construir un futuro mejor está en manos de todos, y es hora de que la voz de la comunidad resuene con fuerza.

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