
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Economía y Finanzas 07.03.2025
La reciente decisión de Morgan Stanley de modificar sus objetivos climáticos ha generado un gran revuelo en la comunidad financiera y ambiental. Este cambio, anunciado en octubre, sorprendió a muchos en la Net-Zero Banking Alliance (NZBA), una de las principales coaliciones del sector bancario comprometidas a alinear sus carteras con el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C. Esta alianza, que representa a más de 100 bancos en todo el mundo, se enfrenta ahora a un desafío significativo: la creciente presión para ajustar sus metas climáticas en un contexto donde la descarbonización parece alejarse.
La modificación de Morgan Stanley establece un nuevo rango de temperatura, con un límite inferior de 1,7 °C. Esta cifra, aunque sigue siendo superior al objetivo original de 1,5 °C, indica un cambio alarmante en la narrativa de las instituciones financieras sobre la sostenibilidad y el cambio climático. La admisión pública de que estos objetivos podrían ser inalcanzables refleja la tensión entre la ambición climática y la realidad actual del progreso hacia la descarbonización global.
A medida que la situación política en EE. UU. se transforma, con un escéptico del calentamiento global en la Casa Blanca, la NZBA enfrenta presiones adicionales para revisar sus objetivos. Aunque un portavoz ha afirmado que el compromiso del grupo con la transición a una economía de emisiones netas cero sigue firme, la salida de importantes instituciones financieras de la alianza, como Wells Fargo y JPMorgan Chase, proyecta una sombra sobre el futuro de los compromisos climáticos en el sector bancario.
La ambición del Acuerdo de París de 2015, que establece una meta de limitar el aumento de la temperatura a menos de 2 °C, está siendo cuestionada. A pesar de que muchos bancos han establecido objetivos basados en el umbral de 1,5 °C, los científicos advierten que el mundo probablemente ya ha superado ese límite. Este contexto desafiante obliga a las instituciones financieras a reconsiderar sus estrategias y objetivos climáticos.
Owen Hewlett, director técnico de la Fundación Gold Standard, hace hincapié en que, a pesar de la realidad desalentadora, los esfuerzos individuales para alcanzar resultados de temperaturas más bajas siguen siendo valiosos. Propone que los objetivos corporativos no deben ser simplemente reactivos a las proyecciones climáticas, sino que deben mantener un nivel de ambición que impulse el cambio hacia una economía más sostenible.
No obstante, Lisa Sachs del Centro de Inversión Sostenible de la Universidad de Columbia advierte que la implementación de metas de emisiones netas cero ha sido "terriblemente mal aplicada". Resalta que, para lograr una descarbonización efectiva, se requiere un enfoque coordinado y sectorial, en lugar de acciones aisladas de instituciones financieras que no están alineadas con las transformaciones necesarias en la economía real.
El desacoplamiento entre las metas del sector financiero y la realidad del cambio climático plantea preocupaciones sobre la viabilidad a largo plazo de estas instituciones. Tom Gosling, profesor de la London School of Economics, señala que los inversores que continúan aferrándose a la idea de que se puede lograr el objetivo de 1,5 °C corren el riesgo de desatender los intereses de sus clientes en un escenario donde las proyecciones climáticas se tornan más sombrías.
Por si fuera poco, el sector de la energía limpia enfrenta su propio conjunto de desafíos. Nishant Gupta, fundador de Kanou Capital LLP, ha declarado que actualmente no hay beneficios financieros en la inversión en energías renovables, un reflejo del impacto de políticas climáticas debilitadas, una crisis energética exacerbada por conflictos globales y tasas de interés elevadas. Estas condiciones han llevado a muchos inversores a reconsiderar su compromiso con la transición energética, atrayendo una clara línea entre la ambición ambiental y las realidades del mercado.
A medida que avanzamos, se hace evidente que los bancos deben equilibrar sus objetivos climáticos con las realidades del entorno económico y político. La urgencia del cambio climático no ha disminuido, pero la capacidad de las instituciones financieras para actuar será determinada por su disposición a adaptarse y encontrar soluciones que vayan más allá de los compromisos simbólicos. La pregunta que queda es si la industria está lista para hacer frente a este desafío y reconfigurar su enfoque hacia una transición sostenible que beneficie tanto al medio ambiente como a sus intereses económicos.
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