
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Economía y Finanzas 07.03.2025
La actual administración de Donald Trump está dejando una huella profunda en el tejido económico y social de Estados Unidos, y las repercusiones de su mandato se empiezan a vislumbrar con claridad a medida que se aproxima el final de su período en la Casa Blanca. Si bien al inicio de su gestión se encontró con una economía en expansión, que mostraba un crecimiento cercano al 3%, los indicadores más recientes sugieren que el país podría estar enfrentando una desaceleración, o incluso un crecimiento negativo. Este cambio de rumbo no solo es preocupante por sí mismo, sino que también plantea cuestionamientos fundamentales sobre la sostenibilidad de las políticas implementadas hasta la fecha.
La calidad de las instituciones estadounidenses se ha visto afectada de manera significativa durante el mandato de Trump. La reciente eliminación de organismos como USAid y el Consumer Financial Protection Bureau revela una tendencia preocupante hacia la degradación institucional. Estas acciones han sido en gran parte ignoradas por el Congreso, justo cuando el país necesita un debate robusto sobre la dirección futura de sus políticas. La falta de respuesta por parte de los legisladores, quienes parecen más ocupados en rituales de veneración hacia la figura del presidente, es un reflejo de cómo las instituciones pueden deteriorarse, lo cual, como ha argumentado el economista Daren Acemoglu, es un presagio del fracaso de las naciones.
La situación económica, por su parte, se complica a medida que los consumidores comienzan a mostrar signos de desconfianza. Los anuncios erráticos sobre políticas económicas y comerciales han sembrado confusión y preocupación, lo que a su vez está afectando el gasto. Los datos de enero apuntan a una notable caída en la confianza del consumidor, lo que indica que la economía podría estar en un período de desaceleración. Este contexto plantea interrogantes sobre la capacidad del gobierno para revertir la tendencia antes de que se convierta en una crisis más profunda.
En teoría, un banco central en un contexto de desaceleración podría optar por reducir las tasas de interés para estimular la demanda. Sin embargo, la realidad es más compleja. Los recientes movimientos arancelarios han elevado la inflación subyacente, que ya supera el 3%, mientras que las expectativas de inflación de los consumidores han alcanzado niveles que no se veían desde 1995, excluyendo los picos de la pandemia. La Reserva Federal se encuentra atrapada en un dilema: reducir las tasas podría ser contraproducente en un entorno inflacionario creciente, lo que aumenta el riesgo de una estanflación.
Además del crecimiento en sí, es crucial considerar la calidad de dicho crecimiento. Las políticas fiscales actuales de la administración Trump están llevando al país hacia un déficit fiscal monumental, que podría alcanzar el 9% del PIB. Este déficit, combinado con una deuda pública que se dirige hacia niveles sin precedentes, plantea la posibilidad de una crisis fiscal inminente. Las políticas desregulatorias, aunque puedan resultar atractivas a corto plazo, podrían generar problemas de estabilidad financiera a mediano y largo plazo.
Trump ha mostrado una obsesión por cerrar el déficit comercial, un objetivo que parece cada vez más inalcanzable. La economía estadounidense, caracterizada por un alto nivel de consumo, sigue siendo un imán para el ahorro extranjero. Este fenómeno se ve facilitado por la condición del dólar como moneda de reserva y la robustez de su mercado de bonos. Sin embargo, la falta de respeto hacia tratados comerciales previos ha erosionado la confianza internacional, dificultando futuros acuerdos que podrían beneficiar a EE. UU.
El legado que dejará Trump se inscribe en un contexto mucho más amplio que el simple crecimiento económico. Las dinámicas que han llevado al país a esta encrucijada son el resultado de decisiones políticas que han desafiado la tradición y la estabilidad institucional. La historia económica de EE. UU. no se mide solo por cifras, sino también por el tejido institucional que sustenta su prosperidad.
A medida que el país navega por este panorama incierto, es esencial que tanto los ciudadanos como los legisladores reflexionen sobre la dirección que desean tomar. La calidad de las decisiones que se tomen ahora determinará no solo la recuperación económica, sino también el futuro institucional de la nación. En un mundo interconectado, la forma en que EE. UU. aborda sus desafíos internos tendrá repercusiones en su posición global.
En resumen, la América que dejará Trump es una nación marcada por la inestabilidad económica y un deterioro en la calidad institucional. Mientras el país se prepara para el futuro, se enfrenta a la urgente necesidad de restaurar la confianza y la integridad en sus instituciones, así como de reexaminar las políticas que guiarán su camino hacia adelante. La historia nos enseña que las naciones que ignoran estas lecciones a menudo se encuentran en un camino hacia la irrelevancia.
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