China enfrenta desafíos en sus metas energéticas y climáticas mientras la economía se desacelera

China enfrenta desafíos en sus metas energéticas y climáticas mientras la economía se desacelera

China enfrenta dificultades para cumplir sus objetivos energéticos y climáticos, lo que plantea dudas sobre su compromiso con la sostenibilidad.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Durante casi dos décadas, China ha medido su progreso económico a través del consumo energético, un modelo que parece estar cerca de su fin. A medida que el año avanza, se pronostica que el cumplimiento de los objetivos energéticos establecidos por el gobierno se quede corto, una tendencia que podría amenazar los compromisos climáticos que el país ha prometido cumplir. La expansión acelerada de la demanda energética, impulsada por sectores como la manufactura de metales, productos petroquímicos, paneles solares y vehículos eléctricos, ha dejado al gobierno luchando por cumplir con sus metas, incluso cuando sectores tradicionales como la construcción muestran signos de desaceleración. El plan quinquenal actual, que establece un objetivo de reducción del uso de energía por unidad de producto interno bruto del 13,5% para 2025, se enfrenta a la dura realidad de que las definiciones de "energía" han sido ajustadas para que dicho objetivo sea más fácil de alcanzar. Esta manipulación de parámetros refleja un intento de Pekín por mantener la apariencia de progreso, a pesar de que la economía sigue luchando por reorientarse hacia un modelo más sostenible y menos dependiente de la energía fósil. Las causas de este incumplimiento son multifacéticas. Desde un impulso hacia las exportaciones para estimular la recuperación económica post-pandemia, hasta un enfoque renovado en la manufactura de alta gama, la economía china continúa mostrando un desajuste en su transición hacia un crecimiento más verde. Este proceso no solo ilustra las limitaciones de la economía, sino que también plantea serias dudas sobre la capacidad del país para cumplir con sus ambiciosos objetivos climáticos, tales como alcanzar un pico de emisiones en 2030 y lograr cero emisiones netas para 2060. La situación se agrava con el objetivo de reducción de la intensidad de carbono, que también muestra signos de estancamiento. A pesar de que las emisiones por unidad de PIB disminuyeron un 3,4% en 2024, los resultados de años anteriores han creado una necesidad urgente de una disminución sin precedentes en 2025 para cumplir con el compromiso de una reducción del 18% con respecto a los niveles de 2020. Este contexto plantea serias interrogantes sobre la efectividad de la política ambiental de China y sus verdaderas intenciones en materia de sostenibilidad. El Congreso Nacional Popular, que se celebrará la próxima semana en Pekín, se convierte en un foro clave para que los líderes del país aborden estas preocupaciones. Con la presión creciente para lograr un crecimiento económico más eficiente y sostenible, los líderes deberán considerar si están dispuestos a implementar las reformas necesarias para alinear su economía con los objetivos climáticos. La situación es aún más tensa dada la condición actual de la economía, que sigue siendo frágil. Desde 2006, China ha integrado evaluaciones de intensidad energética en su modelo económico, añadiendo más tarde la intensidad de las emisiones. Sin embargo, los recientes fracasos en alcanzar estos objetivos han llevado a la necesidad de redefinir cómo se mide el progreso, lo que ha suscitado preocupaciones sobre la transparencia, la efectividad y el compromiso genuino del país con la sostenibilidad. Las estadísticas recientes son alarmantes: el crecimiento del consumo energético ha superado el crecimiento del PIB, lo que sugiere que la economía sigue dependiente de sectores industriales intensivos en energía. A pesar de que se han logrado ciertas reducciones en la intensidad energética, estas han sido más bien superficiales, en gran parte debido a la falta de crecimiento en sectores tecnológicos y servicios que podrían ofrecer alternativas sostenibles. Mientras tanto, el exceso de capacidad en industrias clave ha llevado a una caída de precios, lo que plantea un dilema adicional: la necesidad de reducir el consumo energético y las emisiones mientras se mantiene la producción económica. Con una previsión de un crecimiento del PIB del 5%, alcanzar los objetivos de cinco años requeriría una drástica reducción de las emisiones, un desafío que necesita ser abordado con seriedad. En consecuencia, el informe sugiere que los líderes chinos se enfrentarán a la necesidad de establecer objetivos más ambiciosos con el próximo plan quinquenal. Con compromisos internacionales que demandan reducciones significativas de las emisiones, la presión para actuar se intensificará. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿están realmente dispuestos a comprometerse con un cambio significativo, o continuarán con medidas de ajuste que no aborden las raíces del problema? Con señales de que el gobierno busca un cambio de rumbo, desde la gestión del exceso de capacidad hasta la reintegración de sus gigantes tecnológicos, la incertidumbre sobre la dirección futura de su política energética y climática se mantiene. En un momento en que el mundo observa atentamente, el camino que tome China no solo tendrá implicaciones para su economía interna, sino también para el futuro del clima global.
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