La carne cultivada: una revolución alimentaria ante el desafío global de proteínas

La carne cultivada: una revolución alimentaria ante el desafío global de proteínas

La carne cultivada promete revolucionar la producción de proteínas, pero enfrenta retos tecnológicos, económicos y regulatorios en Europa.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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La carne cultivada se presenta como una de las respuestas más innovadoras ante el creciente desafío de satisfacer la demanda global de proteínas. Con un potencial estimado entre 20.000 y 85.000 millones de euros anuales para la economía europea, según un estudio de Systemiq para Good Food Institute (GFI), este sector parece estar en la cúspide de una revolución alimentaria. Sin embargo, a pesar de sus prometedoras proyecciones, la carne cultivada todavía enfrenta una serie de obstáculos que deben superarse para que esta tecnología alcance su máximo potencial. Uno de los principales retos a los que se enfrenta la carne cultivada es la tecnología involucrada en su producción. A diferencia de la carne tradicional, que se obtiene a través del sacrificio animal, la carne cultivada se produce a partir de células extraídas mediante una biopsia. Estas células se desarrollan en biorreactores, donde se crea tejido muscular. Ana Torrejón, experta en microbiología y biotecnología industrial, señala que el mayor desafío radica en el medio de cultivo, que es responsable de aproximadamente el 90% de los costos de producción. La búsqueda de soluciones económicas para la fabricación de estos medios y la escala de los biorreactores son elementos cruciales para la viabilidad del sector. El costo de producción también representa una barrera significativa. Se estima que se requieren 5.000 millones de euros anuales de inversión en la Unión Europea hasta 2050 para desarrollar la tecnología y la infraestructura necesarias para la carne cultivada. De esta cantidad, se prevé que al menos 500 millones de euros provengan de fondos públicos. Sin este respaldo, la transición hacia una producción eficiente de carne cultivada podría verse comprometida, limitando su disponibilidad en el mercado. El marco legislativo también juega un papel fundamental en el futuro de la carne cultivada. Actualmente, solo Hong Kong, Singapur y Estados Unidos han aprobado su consumo. GFI ha instado a la creación de un marco regulatorio que apoye la producción de carne cultivada en Europa. En la Unión Europea, la complejidad del Reglamento sobre nuevos alimentos prolonga el proceso de aprobación, lo que podría retrasar la llegada de estas proteínas al mercado europeo, incluyendo España. La primera empresa en solicitar la aprobación en Europa, Gourmey, ha dado un paso significativo, pero queda un largo camino por recorrer. Uno de los factores que podría determinar el éxito de la carne cultivada es la aceptación del público. Si bien muchos consumidores podrían considerar atractivo el hecho de poder disfrutar de carne sin el sacrificio de animales, existe una parte de la población que puede mostrar reticencias. GFI destaca que la clave para superar estas barreras es garantizar que los precios y la calidad de la carne cultivada sean competitivos con los productos convencionales. Además, una comunicación efectiva sobre los beneficios ambientales y de seguridad alimentaria de este tipo de carne podría facilitar su aceptación. La situación en España es prometedora. Systemiq ha identificado un mercado potencial de hasta 9.000 millones de euros para la carne cultivada en el país, impulsado por su sólido sector agroalimentario y farmacéutico, así como por su infraestructura de procesamiento. Varias empresas nacionales, como Aldelis y Argal, han comenzado a invertir en investigación y desarrollo para avanzar en esta nueva forma de producción de proteínas. En este sentido, Biotech Foods, respaldada por el gigante brasileño JBS, se destaca como la empresa con la mayor planta de carne cultivada en Europa. A medida que se concretan estos avances, la cooperación entre el sector privado y las instituciones públicas será clave para superar los desafíos que enfrenta la carne cultivada. La financiación adecuada, las políticas de apoyo y un marco regulatorio favorable son componentes esenciales para hacer realidad esta visión. Solo a través de un esfuerzo conjunto se podrá facilitar la transición hacia una industria que no solo promete ser sostenible, sino que también podría transformar nuestra forma de consumir proteínas. En términos de empleo, la expansión de la industria de la carne cultivada podría traducirse en la creación de hasta 90.000 puestos de trabajo altamente cualificados hasta 2050. Esto representa una oportunidad importante para revitalizar el mercado laboral en sectores relacionados con la producción alimentaria y la biotecnología. Con la adecuada inversión y el apoyo necesario, la carne cultivada no solo podría convertirse en una alternativa viable a la carne convencional, sino que también podría contribuir al crecimiento económico y la innovación en Europa. La carne cultivada no es solo una tendencia pasajera, sino una respuesta estratégica a los retos globales relacionados con la producción de alimentos. Si se superan las barreras tecnológicas, económicas y legislativas, podríamos estar al borde de una nueva era en la que las proteínas cultivadas en laboratorio se integren plenamente en nuestro sistema alimentario. En un mundo que busca soluciones sostenibles, la carne cultivada podría ser la clave para equilibrar la demanda de proteínas con la necesidad de proteger nuestro planeta.
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