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Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
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Alemania se encuentra en un punto de inflexión crítico mientras se prepara para una jornada electoral que podría dar forma al futuro inmediato de la nación. En un contexto marcado por una crisis migratoria, un estancamiento económico y un sector industrial en declive, los votantes enfrentan decisiones importantes que impactarán tanto a su vida cotidiana como al papel de Alemania en el escenario internacional. Con el crecimiento económico estancado y la inflación disparada, la presión sobre los partidos políticos para abordar estas preocupaciones es más fuerte que nunca. El país ha estado lidiando con dos años de recesión consecutiva, un estancamiento que comenzó en 2020. Aunque se espera una leve recuperación para este año, con un crecimiento proyectado entre el 0,2% y 0,3% del PIB, las perspectivas siguen siendo sombrías. Según el Banco del Lander de Baden-Württemberg, incluso se podrían registrar cifras negativas por tercer año consecutivo. Esta situación se agudiza al comparar el rendimiento alemán con el de otros países europeos, como España, Francia e Italia, que han visto un crecimiento notable en sus economías. Uno de los factores que más contribuye al descontento popular es la inflación, que ha aumentado un 20% desde 2020, con un incremento del 50,3% en los precios de la energía. La caída de las exportaciones, que solían ser el motor de la economía alemana, también ha generado preocupación. En 2024, se registró una disminución del 1,24% en las exportaciones, siendo los sectores más internacionalizados, como la automoción y la maquinaria, los más afectados. A medida que las dificultades económicas se acumulan, el panorama político se complica. La crisis migratoria, exacerbada por la decisión de la canciller Angela Merkel de abrir las puertas a más de un millón de refugiados en 2015, ha dado lugar a un aumento del apoyo a la extrema derecha. Alternativa por Alemania (AfD), que una vez fue un partido marginal, ha visto un crecimiento significativo en sus apoyos, abogando por políticas de "remigración" y un enfoque más estricto en la política de fronteras. El cambio en la dinámica política también ha llevado a la ruptura de grandes consensos que habían caracterizado a Alemania durante décadas. Ahora, la extrema derecha ha conseguido representación parlamentaria, lo que plantea nuevos desafíos para los partidos tradicionales. La CDU-CSU, que se perfila como la fuerza más probable para gobernar en coalición, se enfrenta a la difícil tarea de navegar entre las diferentes expectativas de sus aliados. Mientras tanto, la gestión de las finanzas públicas será uno de los principales retos del próximo gobierno. La anterior coalición liderada por el socialdemócrata Olaf Scholz se desmoronó debido a desacuerdos sobre cómo abordar el gasto y la inversión. La CDU, bajo el liderazgo de Friedrich Metz, está dispuesta a flexibilizar las reglas fiscales, pero se opone a aumentar el gasto social, lo que podría provocar tensiones en cualquier futura coalición. Además, la política de inmigración y asilo se ha convertido en un punto focal del debate electoral. Metz ha manifestado su intención de rechazar todas las entradas ilegales, aunque al mismo tiempo se ha comprometido a no formar una coalición con AfD, lo que demuestra la complejidad de las alianzas políticas en este clima divisivo. El sentimiento de que Alemania ha tardado en abordar problemas cruciales es palpable. Desde la falta de inversión en infraestructura y tecnología hasta la caída en la competitividad, muchos ciudadanos sienten que el país se encuentra en una "espiral histórica y existencial". Este sentimiento ha alimentado el crecimiento de AfD, que capitaliza el descontento general y busca redefinir la política alemana. En este contexto, también hay una creciente preocupación por el papel de Alemania en el mundo. La guerra en Ucrania y el impacto de los aranceles comerciales anunciados por Estados Unidos han puesto al país en el centro de un debate geopolítico más amplio. La presión para restaurar relaciones energéticas con Rusia ha llevado a algunos sectores a exigir una revisión de las políticas energéticas actuales, lo que refleja la complejidad de los desafíos a los que se enfrenta el nuevo gobierno. El futuro de Alemania pende de un hilo, y las elecciones de este domingo no solo decidirán quién gobernará, sino también qué rumbo tomará el país ante una serie de crisis interconectadas que amenazan su estabilidad económica y social. A medida que los votantes se dirigen a las urnas, el sentido de incertidumbre y la necesidad de un cambio significativo son más evidentes que nunca. La respuesta a estos desafíos dará forma a la Alemania del mañana y podría tener repercusiones más allá de sus fronteras.