Día Internacional de la Protección de Datos: Salvaguardando nuestros activos digitales

Día Internacional de la Protección de Datos: Salvaguardando nuestros activos digitales

El Día Internacional de la Protección de Datos resalta la necesidad de salvaguardar nuestros activos digitales frente a crecientes ciberamenazas.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro

En un mundo cada vez más conectado, el Día Internacional de la Protección de Datos se erige como un recordatorio crucial sobre la importancia de salvaguardar nuestros activos digitales. La digitalización ha transformado la manera en que interactuamos, trabajamos y consumimos, convirtiendo los datos en la moneda del presente y del futuro. Sin embargo, este avance trae consigo no solo oportunidades, sino también desafíos significativos que requieren atención y acción. Los datos son ahora el corazón de la economía digital, impulsando desde la personalización de servicios hasta la eficiencia operativa de empresas y organismos públicos. Pero este valor también los convierte en un blanco atractivo para los ciberdelincuentes. La protección de estos activos digitales no es solo una cuestión ética, sino una necesidad imperiosa para mantener la confianza de ciudadanos y empresas en un entorno donde las amenazas son cada vez más sofisticadas. La reflexión sobre la evolución tecnológica de las últimas décadas nos lleva a cuestionarnos si realmente nos hemos adaptado a esta nueva realidad. La digitalización ha democratizado el acceso a la información, pero también ha dado lugar a prácticas abusivas y al uso indebido de datos personales. Así, es vital adoptar una postura proactiva frente a la protección de datos, y la clave de este proceso radica en la educación y la concienciación. La inteligencia artificial se presenta como una herramienta de doble filo en este contexto. Si se utiliza adecuadamente, puede ayudar a identificar patrones anómalos y prevenir ciberataques. Sin embargo, su mal uso podría abrir la puerta a nuevos riesgos, como el robo y la manipulación de información. Por ello, la responsabilidad de quienes trabajamos en el ámbito de la ciberseguridad es doble: debemos fomentar un uso ético de la tecnología y garantizar que la ciberseguridad se democratice, volviéndola accesible para todos. Un aspecto alarmante es la tendencia de tanto individuos como organizaciones a compartir información sensible sin la debida diligencia. Documentos como el DNI, contratos y pasaportes son frecuentemente expuestos a terceros que no requieren tales datos. Promover el uso de herramientas que permitan la protección de esta información, como pixelado o difuminado de datos, podría ser un primer paso efectivo en la lucha contra ciberestafas. Adicionalmente, es crucial que las empresas implementen programas de formación que integren medidas de protección de datos en todas las fases de sus proyectos. Estrategias como el cifrado de información sensible y limitaciones de acceso según el rol del empleado son prácticas que deben ser adoptadas y normalizadas. La formación en ciberseguridad no solo protege a las organizaciones, sino que también empodera a sus colaboradores, fomentando una cultura de responsabilidad compartida. Identificar vulnerabilidades en una organización es un paso esencial que no debe ser subestimado. Aún hay quienes se muestran reacios a realizar auditorías y pruebas de penetración, lo que les deja expuestos a ataques que podrían haberse evitado. La experiencia ha demostrado que muchos negocios han tenido que cerrar sus puertas tras ser víctimas de ciberdelitos, una tragedia que muchas veces podría haberse evitado con formación y una adecuada protección de datos. En este contexto, la normativa juega un papel fundamental. El Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) establece estándares que tanto países como empresas deben cumplir. Ignorar estas regulaciones no solo pone en riesgo la seguridad de los datos, sino que también puede acarrear severas sanciones económicas. Por lo tanto, la vigilancia y el cumplimiento normativo son esenciales en la estrategia de protección de datos. Invito a todos a reflexionar sobre nuestras prácticas digitales cotidianas y a cuestionar si realmente estamos adoptando medidas de protección adecuadas. La velocidad del avance tecnológico supera a la de la legislación, lo que hace aún más imperativo que adoptemos una cultura de prevención y mejora continua en nuestras actividades digitales. Como profesional en ciberseguridad, he sido testigo de cómo una simple negligencia puede tener consecuencias devastadoras, al igual que he visto cómo una postura proactiva en la protección de datos puede marcar la diferencia entre la seguridad y la vulnerabilidad. Nuestros datos son, sin duda, uno de nuestros activos más preciados en la era digital. La responsabilidad de protegerlos recae en todos nosotros. Proteger nuestros activos digitales no es solo una cuestión de cumplimiento normativo; es una inversión en nuestra seguridad y en nuestra confianza en el mundo digital. Por lo tanto, debemos actuar con determinación y compromiso para asegurarnos de que nuestros datos estén protegidos y que el futuro digital sea seguro y sostenible.

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