Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La descarbonización de la economía se presenta como uno de los mayores desafíos del siglo XXI, y su éxito dependerá en gran medida de la forma en que se gestione el coste del capital. Diversas instituciones han elaborado estimaciones sobre el gasto necesario para alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, con cifras que varían de manera significativa. Según un reciente estudio de BBVA Research, estas estimaciones oscilan entre billones de euros, lo que pone de manifiesto que se trata de una tarea monumental que no podrá ser abordada sin la participación activa del sector privado. Uno de los mayores obstáculos que enfrentan los inversores es la falta de claridad sobre qué se incluye en los presupuestos de descarbonización. La pregunta de si se considerará únicamente la inversión en energías renovables o también en procesos industriales y la transición hacia la movilidad eléctrica son aspectos que complican aún más la planificación financiera. Además, los supuestos subyacentes —como el ritmo de las mejoras tecnológicas y las regulaciones futuras— juegan un papel crucial en la determinación de los costes. Un aspecto central en este debate es el coste del capital. Este no se limita a los tipos de interés fijados por los bancos centrales o la rentabilidad de los bonos soberanos, aunque son factores importantes. La rentabilidad mínima requerida para las inversiones en descarbonización debe de tener en cuenta un amplio espectro de riesgos macroeconómicos, como la estabilidad institucional y la inflación, así como riesgos específicos relacionados con la regulación y la infraestructura. Es decir, la incertidumbre en torno a la demanda y la viabilidad de las innovaciones propuestas añade una capa adicional de complejidad a la financiación. Para abordar estos desafíos, las estrategias de financiación deben ser flexibles y adaptarse a las diferentes fases de desarrollo de las tecnologías limpias. En las etapas iniciales, donde la ciencia básica predomina y los riesgos son elevados, se requerirá un mayor apoyo público. Esto podría incluir esquemas de garantías y reparto de pérdidas que faciliten la llegada de inversión privada. A medida que los proyectos se desarrollen y se reduzcan los riesgos, el financiamiento privado debería comenzar a ganar protagonismo. En la etapa final, donde se busca la comercialización a gran escala, es vital que la financiación privada predomine. En este punto, el sector público tendría la responsabilidad de establecer un marco normativo claro que defina las reglas del juego. La previsibilidad en las políticas energéticas se convierte en un elemento clave para atraer a los inversores. Una planificación sólida, con hitos a corto y medio plazo, que esté sometida al escrutinio público, es fundamental para generar confianza en el mercado. Particularmente en los mercados emergentes, la reducción del coste del capital adquiere una importancia aún mayor. Estos países enfrentan riesgos macroeconómicos más altos y ambiciones climáticas más inciertas, lo cual puede resultar en un coste de capital que duplica o triplica el que se observa en economías más desarrolladas. La falta de certidumbre sobre las políticas energéticas en estos contextos puede llevar a una fuga de capitales e impedir el progreso hacia la descarbonización. El enfoque de las políticas de descarbonización debe ser, por tanto, radicalmente diferente al que se ha utilizado hasta ahora. En lugar de centrar esfuerzos en el volumen de fondos necesarios para la transición, es crucial enfocarse en la reducción del coste del capital. Este enfoque no solo impulsará la competencia, sino que también facilitará la movilización de los recursos necesarios para alcanzar los ambiciosos objetivos climáticos. En conclusión, la descarbonización de la economía no es una cuestión de si se tiene el dinero, sino de cómo se puede acceder a él de manera eficiente y rentable. La colaboración entre el sector público y privado, así como la claridad en las políticas, son elementos esenciales que determinarán el éxito de esta transición. Sin duda, el tiempo corre y la acción decidida es urgente. La clave para la descarbonización efectiva podría residir en el ámbito financiero, donde el costo del capital se convierte en la bisagra que puede abrir las puertas a un futuro más sostenible.