Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En los últimos dos años, el discurso del presidente Gustavo Petro sobre la reindustrialización de Colombia ha chocado con una dura realidad. A pesar de las promesas de transformar a Colombia en un país menos dependiente de las materias primas y más orientado hacia la producción de bienes, las cifras y acontecimientos recientes reflejan un panorama desalentador. Una de las últimas víctimas de esta situación ha sido Colmotores, una emblemática empresa del sector automotriz que ha cerrado sus puertas, dejando en la incertidumbre a cientos de trabajadores. El cierre de Colmotores, argumentado por la necesidad de optimizar la producción en plantas de mayor capacidad, expone una problemática más profunda. En un mundo en transición hacia la movilidad eléctrica, la falta de propuestas concretas por parte del Gobierno para fomentar la producción local de vehículos eléctricos plantea serias dudas sobre la viabilidad de la reindustrialización. ¿Se buscó realmente una alternativa para que General Motors adaptara su planta hacia un futuro más sostenible, o simplemente se dejó que la inercia del mercado decidiera el destino de la empresa? La reindustrialización no se limita a la simple creación de industrias; implica un ecosistema en el que coexisten empresarios dispuestos a invertir, un marco fiscal claro que incentive la producción y, sobre todo, un compromiso con la innovación. Sin embargo, estos elementos parecen ausentes en la agenda del actual Gobierno. Los empresarios, a menudo vistos como adversarios en la narrativa oficial, son una pieza clave que no puede ser ignorada si se pretende construir una economía industrial sólida. Mientras tanto, el sector siderúrgico se encuentra al borde del colapso. La llegada de acero importado de China a precios exorbitantemente bajos ha puesto en jaque a las empresas locales, que luchan por sobrevivir en un entorno marcado por la competencia desleal. Esta situación no solo amenaza a las fábricas y sus trabajadores, sino que también afecta a regiones enteras que dependen de la industria del acero para su dinamismo económico. En lugar de implementar políticas que protejan y fomenten la industria nacional, la respuesta del Gobierno ha sido alarmantemente ineficaz. Se sugiere que las siderúrgicas colombianas busquen diversificarse hacia otros productos en lugar de proteger lo que ya existe. Este enfoque no solo es desconcertante, sino que también pone en evidencia una falta de comprensión sobre la importancia de mantener y desarrollar las industrias existentes. El contraste con países como China, donde los subsidios y auxilios gubernamentales son herramientas comunes para nutrir el crecimiento industrial, resalta el absurdo de la situación colombiana. Aquí, se habla de reindustrialización mientras se asiste a un industricidio en tiempos de crisis. La promesa de un futuro industrial se ve cada vez más como una ilusión, más que como una realidad tangible. El Gobierno de Petro ha centrado sus esfuerzos en la economía popular, un enfoque que, si bien tiene sus méritos, no puede ser la única estrategia. La creación de empleo y la estabilidad económica requieren un enfoque balanceado que contemple tanto la economía popular como el fortalecimiento de la industria. Sin un impulso a este sector, el sueño de reindustrializar el país se desdibuja. La innovación, otro pilar fundamental de la reindustrialización, parece relegada a iniciativas menores y proyectos aislados que no logran tener un impacto significativo. Propuestas como las del Ministerio de Ciencia y Tecnología, que fomentan el desarrollo de productos como miel y café, son loables, pero no son suficientes para sostener una economía industrial vigorosa. La pregunta que queda en el aire es si el Gobierno realmente tiene un plan claro para revertir esta tendencia. La falta de un enfoque integral y la ausencia de políticas efectivas han llevado a una pérdida de confianza en el camino hacia la reindustrialización. El tiempo dirá si Colombia puede transformar esta realidad o si, por el contrario, se verá atrapada en un ciclo de declive industrial que amenaza su futuro económico.