Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El reciente Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI), aprobado por el Congreso argentino, ha generado una ola de preocupación entre organizaciones ambientales y comunidades locales. Este nuevo marco legal, promovido por el gobierno del ultraderechista Javier Milei, promete beneficios fiscales y aduaneros sin precedentes para atraer inversiones extranjeras en sectores como la minería, los hidrocarburos y la explotación forestal. Sin embargo, estos atractivos económicos llegan acompañados de preocupaciones sobre la sostenibilidad y la protección de los recursos naturales del país. Los alarmantes términos del RIGI han sido criticados por especialistas que advierten sobre un modelo extractivista que podría desplazar comunidades y amenazar ecosistemas vitales. A pesar de la crisis económica que atraviesa Argentina, el gobierno sostiene que la apertura a inversiones masivas podría resultar en un "efecto derrame" que revitalizaría la economía y generaría miles de empleos. Manuel Adorni, vocero presidencial, ha declarado que este régimen permitirá triplicar el nivel de exportaciones y atraer capitales que, según el gobierno, se están evitando debido a la inestabilidad tributaria. Sin embargo, la falta de regulaciones ambientales en el RIGI es motivo de una fuerte resistencia. Organizaciones como la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) han denunciado que el régimen no contempla estudios de impacto ambiental ni sanciones para las empresas que infrinjan normativas, lo que podría permitir que proyectos dañinos para el medio ambiente sigan adelante sin consecuencias. Esta omisión ha llevado a muchos a cuestionar la lógica detrás de un régimen que prioriza las inversiones a expensas de la salud ambiental. Andrés Nápoli, presidente de FARN, ha argumentado que el RIGI no generará el valor agregado que Argentina necesita, y que, en su lugar, podría dejar al país "vacío" tras la extracción de sus recursos. La preocupación radica en que este enfoque extractivista no solo amenaza los ecosistemas, sino que también pone en riesgo la soberanía de las comunidades locales, que podrían perder el control sobre sus recursos y territorios frente a las grandes corporaciones. La situación es particularmente crítica para las comunidades indígenas y campesinas, que se ven presionadas a aceptar proyectos que podrían resultar en la destrucción de sus territorios. Diego Morales, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), destaca que estas comunidades son frecuentemente estigmatizadas como obstáculos al desarrollo, lo que puede llevar a un despojo de sus tierras y medios de subsistencia. La falta de diálogo y la inminente aprobación de proyectos en plazos tan cortos generan incertidumbre sobre el futuro de estas poblaciones. El RIGI también ha sido presentado como un paso hacia la explotación intensiva de recursos naturales como el litio, lo que ha llevado a expertos a cuestionar si Argentina está priorizando la economía a corto plazo sobre un desarrollo sostenible a largo plazo. María Laura Isla Raffaele, investigadora del Conicet, enfatiza que este enfoque pone en riesgo no solo el ambiente, sino también las perspectivas de desarrollo social y económico de las comunidades afectadas. A medida que las provincias se preparan para adherirse al régimen, las empresas tendrán un plazo de dos años para presentar sus proyectos. Sin embargo, muchos críticos cuestionan si este período es suficiente para evaluar adecuadamente el impacto social y ambiental de las inversiones. La posibilidad de que las compañías apresuren sus propuestas, obviando el diálogo con las comunidades y los estudios exhaustivos, es una preocupación constante entre los ambientalistas y defensores de los derechos humanos. Pese a la adversidad, las organizaciones sociales y ambientales están en proceso de organizarse para enfrentar lo que consideran una "guerra al ambiente" por parte del gobierno de Milei. Nápoli se muestra optimista sobre la capacidad de resistencia de las comunidades afectadas, que históricamente han demostrado su capacidad de movilización y lucha. La solidaridad y la organización colectiva son vistas como herramientas clave para contrarrestar las políticas extractivistas. La preocupación se extiende más allá del ámbito local, ya que el RIGI podría llevar a Argentina a contradecir compromisos regionales e internacionales en materia ambiental. Morales advierte sobre el riesgo de que el país se aleje de acuerdos como el Acuerdo de Escazú, que establece obligaciones para proteger los derechos de acceso a la información y la participación en la toma de decisiones ambientales. La falta de atención a estos compromisos podría tener repercusiones negativas tanto en el plano social como ambiental. En este contexto, el futuro de Argentina se presenta incierto. La tensión entre desarrollo económico y sostenibilidad ambiental se profundiza, y la respuesta de las comunidades locales, junto con el papel de la justicia y la sociedad civil, será fundamental para determinar el rumbo que tomará el país. La lucha por un equilibrio entre desarrollo y protección ambiental está lejos de finalizar, y las movilizaciones sociales serán cruciales en la defensa de un modelo de desarrollo que priorice el bienestar del ambiente y de las personas que lo habitan.