Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El gobierno de Venezuela se presenta como un caso paradigmático de cleptocracia autocrática, un modelo que no solo se sostiene en la corrupción, sino que también ha generado un sistema de control social que se alimenta del sufrimiento y la dependencia de la población más vulnerable. Este fenómeno, descrito por la autora Anne Applebaum en su obra "Autocracy, Inc.: The Dictators Who Want to Run the World", se asemeja a los regímenes totalitarios contemporáneos, como el de Vladimir Putin en Rusia. En este contexto, la economía venezolana ha sido desmantelada intencionalmente para mantener a los pobres atrapados en un ciclo de dádivas, lo que a su vez perpetúa el poder del régimen. Desde el ascenso de Hugo Chávez, el gobierno ha mostrado una clara disposición a permitir el saqueo de los recursos nacionales. La compañía petrolera estatal, PDVSA, se convirtió en el primer objetivo de un sistema que permitiría a altos funcionarios enriquecerse a expensas del país. En 2021, se reveló que los bancos suizos ocultaban alrededor de 10 mil millones de dólares pertenecientes a estos funcionarios, evidenciando un nivel de corrupción alarmante que se ha institucionalizado. Este tipo de prácticas no solo roban el futuro económico de Venezuela, sino que también se convierten en instrumentos de control político. El caso de Jorge Giordani, exministro de Economía de Chávez, subraya la magnitud del robo institucionalizado: se estima que antes de 2013, el monto total sustraído alcanzó los 300 mil millones de dólares. La corrupción no es un fenómeno aislado; es el núcleo que guía las decisiones económicas del régimen. Las políticas de expropiación de empresas privadas, lejos de responder a una ideología socialista genuina, buscan consolidar el control sobre recursos que pueden ser utilizados para el beneficio de la elite en el poder. Más allá de la economía, el estado de derecho en Venezuela ha sido pervertido. Las instituciones que deberían proteger a la ciudadanía y garantizar la transparencia han sido cooptadas para silenciar a aquellos que se atreven a denunciar la corrupción. La fiscalía y el Poder Judicial se han convertido en herramientas para reprimir a los opositores, mientras que el Tribunal Supremo de Justicia actúa como un apéndice del ejecutivo, legitimando las acciones del régimen en lugar de servir como un contrapeso. La represión de la disidencia ha alcanzado niveles alarmantes, con aparatos de inteligencia dedicados a descubrir y castigar cualquier signo de oposición interna. En este contexto, los vínculos con grupos como el Tren de Aragua han facilitado una represión implacable, que se asemeja a las tácticas utilizadas por las organizaciones mafiosas en todo el mundo. Esa brutalidad ha encontrado eco en la población, que vive aterrorizada por las consecuencias de alzar la voz. Por otro lado, la narrativa delirante del presidente Nicolás Maduro ha desempeñado un papel crucial en la manipulación de la opinión pública. Al acusar constantemente a un "imperio" y a la oposición de todos los males que aquejan a Venezuela, el régimen desvia la atención de su propia ineptitud y actos delictivos. Este discurso ha mantenido a muchos ciudadanos en un estado de confusión y desinformación, lo que a su vez refuerza la idea de que solo el gobierno puede brindar la salvación ante un supuesto ataque extranjero. Sin embargo, la estrategia del gobierno no solo se basa en la represión y la manipulación. La destrucción de la economía ha creado una dependencia en la que los pobres están enganchados a las dádivas estatales. En un país donde la pobreza se ha convertido en la norma, estas ayudas son vistas como una salvación, aunque sean meras migajas que alimentan un ciclo de dependencia. A medida que el hambre y la desesperación aumentan, el régimen se asegura de que su poder no sea cuestionado. La reciente falsificación masiva de actas para mantener la apariencia de legitimidad demuestra la desesperación del régimen por sostener su narrativa. El control sobre el proceso electoral se ha convertido en una necesidad, y cualquier intento de oposición es rápidamente sofocado. Este ciclo de corrupción, represión y manipulación ha llevado a Venezuela a un estado crítico, donde la esperanza de un cambio real parece lejana. La sociedad civil, desgastada y desmoralizada, enfrenta un desafío monumental en la búsqueda de la justicia y la recuperación de la democracia. La resistencia ante este régimen cleptocrático no solo es un acto de desobediencia; es una necesidad imperiosa para garantizar un futuro digno para las futuras generaciones. La lucha por desmantelar este sistema corrupto será larga y difícil, pero la historia ha demostrado que la verdad y la justicia, aunque parezcan lejanos, siempre encuentran un camino para salir a la luz.