
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




Economía y Finanzas 27.05.2024
La ciudad de Barcelona, una de las joyas de Europa, se encuentra ante un dilema crucial: ¿cómo gestionar el impacto abrumador del turismo en su tejido urbano y social? Las cifras hablan por sí solas: en 2019 la ciudad alcanzó la impresionante marca de 17,4 millones de visitantes, un récord que puso de manifiesto la saturación a la que se enfrenta Barcelona. Aunque la pandemia supuso un paréntesis en esta vorágine turística, la recuperación post-Covid ha sido fulgurante, con 15,6 millones de visitantes en 2023 y expectativas similares para este 2024, impulsadas por eventos como la Copa del América.
El debate sobre el turismo en Barcelona ha evolucionado considerablemente en los últimos años. Si en 2017 la turismofobia estalló en las calles y el turismo fue señalado como el principal problema de la ciudad, ahora las administraciones han llegado a un consenso: Barcelona ha alcanzado su límite en cuanto a capacidad de acogida turística. El enfoque actual se centra en cómo poner límites a este fenómeno y controlar la llegada de visitantes, sin llegar a medidas drásticas como reducciones bruscas o prohibiciones.
El teniente de alcalde de Economía, Hacienda, Promoción Económica y Turismo, Jordi Valls, aboga por un enfoque de control y limitación del turismo en la ciudad. Valls reconoce los mecanismos implementados hasta ahora, como el PEUAT para regular los alojamientos turísticos o la vigilancia de las plataformas de apartamentos, pero señala que se requieren medidas adicionales. En este sentido, propone abrir el debate sobre la limitación del número de cruceristas, que en 2023 alcanzaron la cifra récord de 3.568.000 pasajeros.
La diversificación económica se erige como una de las prioridades para Barcelona, que busca reducir su dependencia del turismo, que representa el 14,5% de su PIB. Sin embargo, iniciativas como la Copa del América, eventos deportivos o culturales y la atracción de grandes marcas como el Museo Thyssen plantean interrogantes sobre la verdadera voluntad de reducir la afluencia de visitantes. La llegada masiva de turistas, la saturación de alojamientos y la presión sobre la vivienda y el espacio público son algunos de los desafíos más urgentes a los que se enfrenta la ciudad.
Expertos como José Antonio Donaire advierten que Barcelona ha alcanzado su capacidad máxima en términos turísticos. La falta de regulación sobre los cruceristas y la tendencia a buscar alojamientos externos a la ciudad plantean desafíos adicionales para cualquier estrategia de contención. La respuesta de las autoridades pasa por gestionar los flujos turísticos, buscar un turista respetuoso y promover experiencias en otras zonas de Cataluña, en un esfuerzo por descentralizar la actividad turística.
La figura de Jordi Clos, presidente de Turisme de Barcelona y del Gremio de Hoteles, cobra relevancia en este contexto. Clos destaca que la ocupación hotelera se mantiene cerca del 90%, con precios que rondan los 170 euros por habitación, y apuesta por eventos de gran calado como la Copa del América para mantener la atracción turística. Sin embargo, las preocupaciones de los residentes se hacen cada vez más evidentes, con asociaciones de vecinos como la de Vila Olímpica denunciando la congestión que ya sufren debido a las obras y anticipando mayores problemas con la llegada de visitantes.
Las voces críticas y las protestas vuelven a resonar en las calles de Barcelona, reflejando la creciente insatisfacción de algunos sectores de la población con la gestión del turismo en la ciudad. La controversia en torno a eventos como el desfile de Louis Vuitton en el Park Güell o la Copa del América evidencian las tensiones latentes y la urgencia de encontrar un equilibrio sostenible entre el desarrollo turístico y la calidad de vida de los residentes. En este escenario, el desafío para las autoridades locales y regionales es encontrar un modelo turístico que garantice la prosperidad económica de la ciudad sin comprometer su identidad y bienestar social.
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