Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Un nuevo estudio internacional ha revelado un factor de riesgo poco conocido que puede agravar las probabilidades de desarrollar demencia: la fragilidad. Esta condición, que se relaciona con el envejecimiento, se caracteriza por la disminución de la resiliencia en múltiples sistemas orgánicos, lo que a su vez puede llevar a caídas, discapacidad y hospitalización. La investigación, dirigida por el doctor David Ward de la Universidad de Queensland y publicada en JAMA Neurology, ofrece importantes hallazgos sobre la conexión entre la fragilidad y la demencia, lo que abre nuevas vías para la intervención temprana. El estudio se basa en un análisis de casi 30.000 participantes de cuatro estudios longitudinales realizados en el Reino Unido y los Estados Unidos. Este enfoque permitió a los investigadores seguir la evolución de la salud de los individuos hasta dos décadas antes de que se les diagnosticara demencia. Al observar estos datos, Ward y su equipo identificaron que la fragilidad se acelera notablemente hasta nueve años antes del diagnóstico de demencia, sugiriendo que este fenómeno no es solo una consecuencia de la enfermedad, sino un factor que contribuye activamente a su desarrollo. La fragilidad, como caracteriza el doctor Alberto Cormillot, es un estado de salud que resulta de la disminución de las defensas del cuerpo con el tiempo. A medida que las personas envejecen, tienden a recuperarse más lentamente de infecciones y a enfermarse con más frecuencia. Este fenómeno no solo afecta la calidad de vida, sino que también puede ser un indicador de la acumulación de enfermedades relacionadas con la edad, lo que, según el estudio, incrementa el riesgo de demencia en un 40% por cada cuatro o cinco problemas de salud adicionales. La investigación destaca que no todos los individuos envejecen al mismo ritmo; la cantidad de problemas de salud que pueden acumular depende del grado de fragilidad que presente cada persona. Esto implica que la detección temprana de la fragilidad podría ser crucial en la prevención de la demencia, lo que permitiría implementar estrategias específicas para reducir el riesgo y mejorar la calidad de vida de las personas mayores. En este contexto, los autores del estudio señalan la importancia de integrar la detección de fragilidad en los controles de salud rutinarios. Esta práctica podría informar programas de salud pública que fomenten intervenciones en el estilo de vida, como la promoción del ejercicio físico y una nutrición adecuada, que son fundamentales para mantener la salud en la vejez. La Organización Mundial de la Salud estima que actualmente hay más de 55 millones de personas con demencia en todo el mundo, con alrededor de 10 millones de nuevos casos cada año. Este grave problema de salud pública ha llevado a investigadores como el profesor David Llewellyn de la Universidad de Exeter a concluir que la fragilidad debería ser considerada un predictor clave del riesgo de demencia. El estudio realizado por Ward y su equipo se considera uno de los análisis más exhaustivos sobre el vínculo entre la fragilidad y la demencia. Este tipo de investigación no solo arroja luz sobre los factores de riesgo subyacentes, sino que también sugiere que la intervención temprana puede ser crucial para mejorar los resultados de salud en la población envejecida. A medida que la sociedad enfrenta el desafío del envejecimiento de la población, es esencial que se prioricen las investigaciones que busquen entender mejor estos vínculos. La colaboración internacional entre diversas instituciones académicas y de investigación, mencionada por el doctor Ward, es fundamental para avanzar en la comprensión de estos temas complejos y, por ende, en el desarrollo de estrategias efectivas de prevención. Finalmente, el éxito de estos estudios dependerá de la implementación de prácticas de salud pública que consideren la fragilidad como un factor integral en la atención geriátrica. Un enfoque proactivo en la detección y manejo de la fragilidad podría no solo reducir la incidencia de demencia, sino también mejorar la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo.