
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




El Alzheimer, una de las enfermedades neurodegenerativas más devastadoras del mundo, ha revelado un patrón preocupante en su prevalencia y progresión entre hombres y mujeres. Según investigadores del medio especializado Nature, dos de cada tres personas diagnosticadas con esta enfermedad son mujeres. Este dato no solo resalta una disparidad significativa en la cantidad de casos, sino que también pone de manifiesto las diferencias en cómo la enfermedad afecta a cada género, creando un panorama alarmante que no debe ser ignorado. El primer caso documentado de Alzheimer fue el de Auguste Deter, una mujer que falleció en 1906 tras sufrir una severa pérdida de memoria y angustia extrema. La enfermedad, que lleva el nombre del médico que la describió, Alois Alzheimer, ha sido objeto de estudio durante más de un siglo, pero aún queda mucho por entender. Desde su descubrimiento, ha quedado claro que el Alzheimer no solo es una condición médica; es también un reto social y emocional, especialmente para las mujeres, que enfrentan una realidad particular en su lucha contra esta enfermedad. El envejecimiento es el principal factor de riesgo para desarrollar Alzheimer, pero ser mujer representa el segundo mayor riesgo, una relación que ha sido objeto de discusión en la comunidad científica. Las razones detrás de esta disparidad no están del todo claras. Algunos investigadores han apuntado que las mujeres suelen vivir más tiempo que los hombres, lo que aumenta la probabilidad de desarrollar enfermedades relacionadas con la edad. Sin embargo, esta explicación parece insuficiente para justificar la magnitud de la diferencia en los casos de Alzheimer entre géneros. Lisa Mosconi, directora de la Iniciativa del Cerebro de la Mujer de Weill Cornell, ha señalado que las mujeres a menudo son diagnosticadas más tarde y que los síntomas tienden a progresar más rápidamente una vez que se establece el diagnóstico. Este aspecto es preocupante, ya que sugiere que las mujeres podrían estar enfrentando no solo una mayor cantidad de casos, sino también un impacto más severo en la calidad de vida tras el diagnóstico. Durante la última década, se han realizado esfuerzos significativos para investigar cómo el Alzheimer impacta de manera diferente a hombres y mujeres. Expertos como Dena Dubal, neuróloga de la Universidad de California en San Francisco, subrayan que aunque se han hecho progresos, aún queda un largo camino por recorrer. Las diferencias biológicas, como la forma en que las mujeres parecen resistir más tiempo a la acumulación de proteínas amiloide-β y tau antes de mostrar síntomas, están comenzando a ser comprendidas, aunque muchas preguntas permanecen sin respuesta. Además, el cerebro de las mujeres parece tener una ventaja inicial en términos de memoria, manteniendo un mejor rendimiento en la memoria verbal y episódica durante toda la vida. Sin embargo, tras el diagnóstico de Alzheimer, esta ventaja se ve rápidamente erosionada. Estudios recientes han indicado que las mujeres pueden experimentar un deterioro cognitivo más rápido en comparación con los hombres, lo que plantea interrogantes sobre la naturaleza de la enfermedad y su interacción con el sexo biológico. Acompañando a estas diferencias biológicas están los desafíos que enfrentan muchas mujeres en su vida cotidiana. Antonella Santuccione-Chadha, presidenta de la Fundación del Cerebro de la Mujer de Basilea, ha destacado que las pruebas clínicas actuales no captan adecuadamente estas diferencias de género, lo que puede llevar a estándares de atención inadecuados. La administración de antipsicóticos y antidepresivos a mujeres con Alzheimer con mayor frecuencia que a sus contrapartes masculinas ilustra un claro desbalance que debe ser abordado. El impacto del cromosoma X y los cambios hormonales asociados a la menopausia también están siendo objeto de estudio. La investigación ha comenzado a desentrañar cómo el cromosoma X, con su enriquecimiento en funciones cognitivas, puede influir en la resistencia a la enfermedad, mientras que la menopausia se presenta como un punto crítico en la salud cognitiva de la mujer. Los cambios hormonales, particularmente la caída en los niveles de estrógeno, han sido señalados como posibles desencadenantes de la enfermedad, lo que abre nuevas vías para la investigación y el tratamiento. A pesar de los avances en la investigación, el Alzheimer sigue siendo una de las enfermedades más desafiantes en términos de tratamiento. En su esencia, sigue habiendo una falta de comprensión de sus causas subyacentes y cómo estas varían entre géneros. Aunque actualmente no existe una cura, el enfoque en la investigación diferenciada por sexo y género es crucial para desarrollar tratamientos más efectivos y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas. En última instancia, la lucha contra el Alzheimer no solo es un desafío médico, sino también uno social. Como se ha demostrado en el caso de Auguste Deter, la enfermedad puede llevar a una vida marcada por la confusión y el sufrimiento. Los esfuerzos deben centrarse no solo en la búsqueda de una cura, sino también en la creación de un sistema de atención que atienda adecuadamente las diferencias de género, para que todas las personas, sin importar su sexo, reciban el apoyo que necesitan en su lucha contra esta devastadora enfermedad.
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