Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El reciente lanzamiento del 'Atlas Mundial de Sequías' por parte de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (Cnuld) ha sacudido la conciencia global sobre la creciente amenaza que representan las sequías, que podrían afectar a tres de cada cuatro personas en el mundo para el año 2050. Este documento no solo proporciona un panorama escalofriante de lo que nos espera, sino que también señala la falta de preparación de muchos países ante este fenómeno devastador. En un contexto donde las sequías se están convirtiendo en una "nueva normalidad", urge que gobiernos y sociedades tomen conciencia y actúen. Durante la inauguración de la 16ª cumbre sobre desertificación en Riad, Arabia Saudí, expertos advirtieron que los riesgos asociados a las sequías están interconectados con otros sectores críticos como la energía, la agricultura y el comercio internacional. La falta de una estrategia global coherente para abordar estos riesgos puede desencadenar una serie de efectos en cadena que alimenten las desigualdades y los conflictos, además de amenazar la salud pública. Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la Cnuld, resaltó la necesidad de que los líderes mundiales repiensen cómo gestionan el riesgo de sequías. El Atlas, coproducido por varias instituciones académicas y de investigación, ilumina la interrelación entre sequías y sus múltiples impactos. Desde la reducción en la generación de energía hidroeléctrica hasta la perturbación del comercio internacional, los efectos de las sequías son amplios y profundos. Por ejemplo, el Canal de Panamá ha enfrentado dificultades por niveles de agua insuficientes, subrayando cómo la falta de agua puede obstaculizar el comercio internacional y, por ende, el crecimiento económico global. La agricultura, que consume alrededor del 70% del agua dulce en el mundo, es uno de los sectores más vulnerables a las sequías. La interdependencia del suministro de alimentos, la tierra y el agua se vuelve crítica en un contexto donde los productos agrícolas viajan a través de cadenas de suministro globales, a menudo exacerbando el estrés hídrico en los países productores. Los pequeños agricultores y las comunidades marginadas son las más afectadas, pues carecen de recursos para adaptarse a las condiciones cambiantes. Asimismo, el Atlas destaca que no existe un país inmune a los riesgos de sequía. Los estudios de caso presentados, que abarcan desde las Grandes Llanuras en Estados Unidos hasta la cuenca del río Yangtze en China, evidencian que todos los países pueden y deben prepararse mejor. La frecuencia de las sequías ha aumentado un 29% desde el año 2000, una tendencia que está estrechamente ligada al cambio climático y la gestión insostenible de recursos naturales. Los impactos de las sequías no se limitan al ámbito ambiental; también afectan directamente la salud pública. La dependencia de la energía hidroeléctrica puede poner en riesgo a las comunidades durante períodos de sequía, especialmente en momentos de calor extremo. Esto puede traducirse en un aumento de hospitalizaciones y muertes, ya que las personas no pueden acceder a medios de enfriamiento esenciales. Ante estas alarmantes proyecciones, el Atlas propone medidas concretas que los gobiernos pueden implementar para mitigar los efectos de las sequías. Estas medidas se agrupan en tres categorías: gobernanza, gestión del uso de la tierra y gestión del suministro y uso del agua. Desde sistemas de alerta temprana hasta la conservación de recursos hídricos, el conocimiento y las herramientas para aumentar la resiliencia ya están disponibles, pero es responsabilidad de las naciones actuar. El llamado a la acción es claro: las decisiones que se tomen hoy marcarán el futuro de las próximas generaciones. Como señala Hugo Morán, secretario de Estado de Medio Ambiente de España, es un imperativo colectivo trabajar hacia un futuro resiliente a la sequía. Las políticas deben ser estratégicas y holísticas, teniendo en cuenta no solo a los sectores económicos, sino también a las comunidades vulnerables que enfrentan las peores consecuencias. El tiempo es un factor crítico. Con la cumbre en Riad como telón de fondo, los delegados tienen la oportunidad de cambiar el rumbo de esta situación. La interconexión de los riesgos de sequía exige un enfoque coordinado y global. Si bien la situación es grave, hay espacio para la esperanza si se toman las medidas adecuadas y se trabaja en conjunto. La comunidad internacional debe unirse para enfrentar esta crisis inminente, antes de que sea demasiado tarde.