
Juan Brignardello Vela
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El médico y compositor Michel Rochon ha estado en el centro de un fascinante debate sobre la relación entre la música y la memoria, especialmente en el contexto de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. En una reciente entrevista, Rochon compartió su perspectiva sobre cómo las melodías del pasado, en particular aquellas que resonaron durante la adolescencia, pueden jugar un papel crucial en la vida de los pacientes mayores. Su obra "El cerebro musical: Un viaje a través de notas y neuronas" profundiza en este vínculo, ofreciendo un análisis de cómo la música puede activar recuerdos y emociones en quienes sufren de esta enfermedad.
Rochon menciona que la música de la adolescencia, en particular la de bandas icónicas como los Bee Gees o Pink Floyd, puede tener un efecto casi milagroso en la conducta de los pacientes. “Los pacientes se encienden, se levantan, se ponen a hablar, cuentan historias de su juventud", explica. Sin embargo, advierte que esto no es una cura, sino un paliativo. La música actúa como un catalizador que activa el hipocampo, facilitando un acceso temporal a los recuerdos, pero eventualmente los pacientes regresan a un estado de letargo.
La investigación de Rochon se centra en la forma en que la música se descodifica en el cerebro y las regiones que se activan durante esta experiencia. El hipocampo, junto con el sistema límbico, juega un papel crucial en la forma en que nuestras emociones y recuerdos están entrelazados con las melodías que escuchamos. "Al final, toda la música que hemos escuchado desde que estábamos en el vientre de nuestra madre hasta nuestra juventud es lo que determina nuestro gusto musical", sostiene.
Este fenómeno pone de relieve que la música no solo es un mero entretenimiento, sino un lenguaje universal que ha sido fundamental para la cohesión social a lo largo de la historia humana. Rochon argumenta que, desde sus orígenes hace 100,000 años, la música ha proporcionado una ventaja evolutiva, ayudando a los seres humanos a vivir en comunidad y a establecer vínculos emocionales. En su opinión, la música ha servido como un ritual de amor, guerra, caza o transición a la edad adulta, reforzando su importancia en la vida social.
Sin embargo, Rochon también expresa su preocupación por el futuro de la música en un mundo donde la inteligencia artificial (IA) tiene el potencial de crear melodías. "Lo trágico es que vamos a perder nuestra conexión con esta lengua universal que es la música", advierte. Esta transición podría impactar la forma en que los seres humanos experimentan la música, transformando un arte profundamente humano en una producción mecánica.
El dilema que plantea Rochon no es trivial. La música, tal como la conocemos, está intrínsecamente ligada a la experiencia humana y a la expresión de sentimientos y mensajes. “Cuando escuchamos música, escuchamos mensajes que el compositor nos quiere trasladar sobre el presente”, explica. La capacidad de la música para contar historias y evocar emociones es un aspecto que podría perderse si la producción musical se convierte en una función automatizada.
Además, Rochon hace referencia a los antiguos filósofos griegos, como Pitágoras, quienes exploraban la idea de una "música de las esferas". Aunque las comparaciones contemporáneas con la ciencia moderna pueden no tener mucho peso, el concepto de armonía y estructura musical sigue siendo relevante. "Al final, el Universo es un lugar muy violento, y cuando escuchamos estos sonidos recreados, son más bien cacofónicos", señala, aludiendo a la complejidad de la experiencia auditiva.
La música tiene el potencial de crear conexiones profundas entre los seres humanos, y su capacidad para estimular recuerdos en pacientes de alzhéimer es solo un ejemplo de su poder. En tiempos donde la tecnología avanza a pasos agigantados, la reflexión de Rochon nos invita a cuestionar cómo preservaremos la esencia de lo que significa ser humano en un mundo cada vez más automatizado.
En última instancia, la obra de Rochon no solo celebra la música como una forma de arte, sino que también destaca su importancia como un componente esencial de nuestra humanidad. La lucha por mantener la creatividad y la conexión emocional en un futuro dominado por la inteligencia artificial es un llamado a la acción para todos aquellos que valoran la música como parte integral del ser humano. La pregunta que queda es: ¿cómo podemos asegurar que la música siga siendo un reflejo de nuestras experiencias y emociones, y no solo un producto de algoritmos?
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