Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La cumbre del clima de la ONU, COP29, que se celebra en Bakú, Azerbaiyán, ha puesto de relieve la alarmante situación climática que enfrenta la región mediterránea. Durante su intervención, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, advirtió que “el cambio climático mata”, y citó las devastadoras inundaciones del 29 de octubre en Valencia como un claro ejemplo de la crisis que se avecina. Este evento, que dejó imágenes impactantes, no es un caso aislado, sino parte de un fenómeno en crecimiento que se ha intensificado en las últimas décadas. Un informe elaborado por el MedECC, una red de científicos medioambientales, y la organización Unión por el Mediterráneo, revela que la frecuencia de las inundaciones repentinas ha aumentado significativamente. Esta tendencia se atribuye al cambio climático y a la expansión urbana en áreas vulnerables. La mala gestión del suelo y la urbanización en zonas inundables son factores que incrementan el riesgo, especialmente en países como España, Turquía, Grecia, Italia y Francia. El estudio alerta que, sin una adaptación efectiva, la probabilidad de que ocurran inundaciones repentinas aumentará con el tiempo. Las lluvias intensas, que superan los 40 mm diarios, son las que suelen provocar estos desastres. Asimismo, el crecimiento de la población en las zonas costeras, que ya alberga a un tercio de los habitantes de la región mediterránea, agrava la situación. Este fenómeno podría obligar a hasta 20 millones de personas a abandonar sus hogares para finales de siglo, especialmente en los países del sur y del este. Además de las inundaciones, el informe destaca otros riesgos relacionados con el cambio climático, como el aumento del nivel del mar. Este fenómeno no solo amenaza la infraestructura costera, sino que también impacta en el sector turístico, vital para la economía de la región. El incremento del nivel del mar, que ya se sitúa en 2,8 milímetros anuales, se prevé que continúe durante el siglo, provocando erosión costera y reduciendo las áreas disponibles para el turismo de sol y playa. El estudio estima que la línea de costa podría retroceder entre 17,5 y 23 metros para el año 2050, y entre 40 y 65 metros para 2100, dependiendo de las acciones que se tomen para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Esta reducción de la línea costera tendrá consecuencias devastadoras para la industria turística, que podría ver cómo sus playas se erosionan y, con ello, su atractivo disminuye. El profesor Piero Lionello, uno de los coordinadores del informe, enfatizó la necesidad de adoptar medidas de adaptación para mitigar los efectos del cambio climático. A pesar de que existen estrategias como la construcción de barreras o la recuperación de sistemas de dunas, su implementación sigue siendo insuficiente. “Es importante adelantarse”, señala Lionello, resaltando la urgencia de actuar ante la emergencia climática. Otro aspecto alarmante que se presenta en el informe es el aumento de la temperatura del agua en el Mediterráneo. En las últimas dos décadas, la frecuencia y duración de las olas de calor marinas han crecido de manera significativa, lo que ha llevado a episodios de mortalidad masiva en diversas especies marinas. Esto no solo afecta la biodiversidad local, sino que también altera el ecosistema marino en su conjunto. La invasión de especies no autóctonas, facilitada por las aguas más cálidas, representa otro desafío significativo. Estas especies, que se introducen a menudo a través del Canal de Suez, tienden a desplazar a las especies nativas, alterando el equilibrio ecológico y poniendo en riesgo la biodiversidad del Mediterráneo. El pez león, por ejemplo, es una de las especies que ha proliferado a expensas de las locales, evidenciando cómo el cambio climático y la actividad humana se entrelazan en la crisis actual. A medida que las discusiones continúan en Bakú, queda claro que la crisis climática no es una cuestión lejana ni hipotética; es un desafío inmediato que demanda acción urgente. La combinación de los informes científicos, las imágenes impactantes de desastres recientes y las declaraciones de líderes mundiales subrayan la necesidad de un compromiso global para afrontar el cambio climático. Con el futuro de millones de personas en juego y la economía de toda una región amenazada, la COP29 podría ser un punto de inflexión crucial en la lucha por un Mediterráneo más resiliente.