
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




El panorama político actual en España se encuentra marcado por la creciente tensión internacional y la incertidumbre que rodea las promesas de defensa del Gobierno de Pedro Sánchez frente a la amenaza de Vladímir Putin. En un contexto donde la geopolítica exige respuestas firmes y consensuadas, el presidente español se halla atrapado en un callejón sin salida, con compromisos asumidos en Bruselas que parecen inalcanzables, sobre todo ante la falta de apoyo de sus propios socios. Podemos y Sumar, dos de los pilares de su coalición, se han pronunciado en contra de un aumento del gasto en defensa, lo que deja a Sánchez en una posición vulnerable y aislada. La situación se complica aún más con la percepción de que Estados Unidos ha decidido ignorar a España en sus estrategias de defensa. Esto no solo afecta la posición de España en el contexto europeo, sino que también deja al Gobierno de Sánchez sin uno de sus principales aliados en la lucha contra la agresión rusa. En este escenario, la crítica a la falta de liderazgo y dirección en la política de defensa es cada vez más evidente. Podemos ha calificado a Sánchez de "señor de la guerra", lo que refleja el profundo desacuerdo en su propio partido sobre cómo abordar la crisis. La posibilidad de que Sánchez materialice una política de defensa que cuente con el consenso necesario se ve limitada por su incapacidad para dialogar con el principal partido de la oposición, el PP. La falta de entendimiento y la postura frentista del presidente dificultan cualquier intento de colaboración que pudiera resultar crucial para la defensa nacional. Este síndrome del muro, como algunos lo han denominado, ha generado un clima de desconfianza que impide alcanzar los acuerdos que la situación demanda. Los recientes intentos de Sánchez por establecer un diálogo con los diferentes grupos políticos, a excepción de Vox, han sido percibidos como una maniobra más destinada a ocultar sus verdaderas intenciones. La ronda de contactos, lejos de ser un esfuerzo genuino por construir un consenso, parece ser un intento de desviar la atención de preguntas fundamentales que requieren respuestas claras. Entre ellas destacan las inquietudes sobre los compromisos adquiridos en materia de defensa, la financiación de estos planes y la soberanía energética del país. Las preguntas planteadas por el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, son pertinentes y exigen un debate profundo. ¿Cómo planea Sánchez financiar el incremento del gasto en defensa? ¿Continuará con el cierre de las centrales nucleares, incluso si eso implica depender aún más del gas ruso? La ambigüedad y la falta de claridad en la respuesta del Gobierno son preocupantes, y la idea de recurrir a un fondo de contingencias carente de recursos no parece una solución viable. La realidad es que España necesita una política de defensa a largo plazo, estructural y que trascienda los cambios de gobierno. La actual configuración del Gobierno de Sánchez, considerada por muchos como un "Gobierno Frankenstein", es un reflejo de la fragmentación política que impide la formulación de leyes sustantivas, incluidas las que afectan al presupuesto de defensa. La heterogeneidad de su coalición, compuesta por fuerzas políticas con visiones incompatibles, dificulta la toma de decisiones eficaces en un contexto de crisis. Además, la falta de voluntad de Sánchez para buscar el entendimiento con la mayoría de los españoles se convierte en un obstáculo insalvable. La percepción de que sus socios políticos, como Podemos y Sumar, operan desde un espectro que rechaza las alianzas tradicionales en materia de defensa, potencia la sensación de inoperancia del Gobierno. La ambivalencia de estas formaciones respecto a potencias como Rusia y su crítica hacia Estados Unidos y la OTAN añaden una capa más de complejidad a la ya enrevesada situación. Por tanto, la pregunta sobre si este Gobierno es capaz de defender a España de Putin no es simplemente retórica. La respuesta parece ser negativa. La incapacidad de Sánchez para articular un consenso en torno a la defensa nacional, sumada a las críticas de sus propios aliados y la falta de colaboración con la oposición, crea un panorama desalentador. La política de defensa necesita ser un asunto de Estado, pero en la actual coyuntura, esto parece estar lejos de ser una realidad. Si el presidente realmente desea cumplir con las exigencias europeas de fortalecimiento de la defensa, tendrá que trazar un camino claro hacia el Congreso y abrir un diálogo auténtico con todas las fuerzas políticas. De no hacerlo, la incertidumbre continuará dominando el debate, y la pregunta que se cierne sobre la capacidad del Gobierno para proteger a España ante amenazas externas seguirá sin respuesta. La urgencia del momento exige una respuesta que el tiempo y la política actual no parecen estar dispuestos a proporcionar.