El impacto oculto del COVID-19: La creciente ola de problemas gastrointestinales y el síndrome del intestino irritable (SII)

El impacto oculto del COVID-19: La creciente ola de problemas gastrointestinales y el síndrome del intestino irritable (SII)

La COVID-19 puede afectar la salud intestinal, lo que lleva a problemas persistentes como el síndrome del intestino irritable (SII). Los pacientes enfrentan desafíos con la dieta y la salud mental mientras se recuperan.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Salud 12.12.2024

Para muchos, el inicio de COVID-19 marcó no solo una infección viral, sino un cambio profundo en la salud y el bienestar, especialmente en lo que respecta a problemas gastrointestinales. Un creciente cuerpo de evidencia resalta cómo este virus puede alterar el intestino, llevando a una serie de síntomas que persisten mucho después de que la infección inicial ha desaparecido. Tomemos el caso de Sarah Carter, una mujer de 36 años de San Mateo, California. Antes una apasionada defensora de los productos frescos y la exploración culinaria, su vida cambió drásticamente después de contraer COVID-19 en octubre de 2023. Lo que comenzó como un caso típico del virus rápidamente se convirtió en un incesante episodio de diarrea que requirió atención médica de emergencia. A pesar del tratamiento y de una recuperación inicial, Sarah pronto se encontró lidiando con severos problemas gastrointestinales que transformaron su relación con la comida. Para abril de 2024, describió sentirse como si hubiera "heredado un nuevo sistema gastrointestinal de la noche a la mañana". Los alimentos que antes disfrutaba, incluso aquellos considerados insípidos y seguros, provocaban episodios dolorosos de diarrea e hinchazón, lo que la llevó a visitar a un gastroenterólogo que le diagnosticó síndrome del intestino irritable (SII) postinfeccioso. Esta condición común a menudo surge tras infecciones gastrointestinales, incluidas las inducidas por COVID-19, y sirve como un recordatorio contundente de los efectos de largo alcance del virus. Los expertos en gastroenterología han observado un aumento notable en el SII y otros trastornos relacionados con el intestino desde que comenzó la pandemia, sugiriendo que una parte significativa de las personas que se recuperan de COVID-19 puede experimentar síntomas gastrointestinales persistentes. Aunque las estadísticas precisas siguen siendo inciertas, estudios indican que entre el 16% y el 40% de quienes se infectaron pueden sufrir problemas intestinales persistentes. Los síntomas pueden variar ampliamente, desde náuseas y vómitos durante la fase aguda de la infección hasta complicaciones más duraderas como el estreñimiento, el reflujo y el dolor abdominal. Algunos pacientes descubren que sus problemas intestinales son su única preocupación a largo plazo, mientras que otros lidian con un conjunto de síntomas persistentes que incluyen fatiga y dificultades cognitivas comúnmente asociadas con el COVID prolongado. Los mecanismos a través de los cuales COVID-19 impacta la salud intestinal aún se están explorando. El virus explota ciertas proteínas presentes en varios tejidos del cuerpo, incluidos los del tracto gastrointestinal. Esta interacción puede provocar inflamación dentro del intestino, alterar el delicado equilibrio de la microbiota intestinal y posiblemente dañar el revestimiento intestinal, contribuyendo a condiciones como la permeabilidad aumentada o "intestino permeable". Tales cambios pueden desencadenar respuestas inmunitarias aumentadas a los alimentos, exacerbando el malestar digestivo. Además, los factores de salud mental pueden agravar estos problemas intestinales. Estudios han demostrado que las personas que experimentan trastorno de estrés postraumático (TEPT) tras una enfermedad grave por COVID-19 tienen más probabilidades de desarrollar SII o dispepsia funcional en los meses posteriores a su recuperación. La interacción entre la ansiedad, la depresión y los síntomas gastrointestinales forma una red compleja que puede complicar la recuperación. Para aquellos que luchan con estos síntomas persistentes, buscar asesoramiento médico es crucial. Aunque no hay un cronograma definitivo para la recuperación, muchas personas informan mejoras dentro de un año después de su infección inicial. Ajustes dietéticos, como la transición a una dieta baja en FODMAP o un enfoque estilo mediterráneo, pueden proporcionar alivio. Además, varios medicamentos pueden abordar síntomas específicos como la diarrea o la hinchazón, y el apoyo psicológico puede ayudar a manejar la ansiedad a menudo vinculada a las luchas gastrointestinales. El viaje de Sarah sirve como un testimonio de resiliencia y adaptabilidad. Con el apoyo de profesionales de la salud, ella está recuperando lentamente el control sobre su dieta, aprendiendo a navegar su nueva realidad mientras mantiene una perspectiva positiva. “Puedo odiar el SII y COVID, pero no se me permite odiar mi cuerpo”, reflexiona. A medida que los proveedores de atención médica continúan estudiando los efectos a largo plazo de COVID-19, se vuelve cada vez más claro que el camino hacia la recuperación puede involucrar no solo los aspectos físicos de la salud, sino también una consideración cuidadosa de las dimensiones mentales y emocionales de vivir con un cuerpo cambiado. Las pruebas enfrentadas por individuos como Sarah subrayan la importancia de una atención integral para abordar los desafíos multifacéticos que plantea este virus, asegurando que, incluso en medio de la incomodidad, la esperanza y la sanación sigan al alcance.

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