Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El alarmante aumento en los diagnósticos de alergias alimentarias en Inglaterra, reportado en un estudio reciente por investigadores del Imperial College London, revela una tendencia preocupante que demanda atención inmediata. Al analizar los registros de médicos de cabecera de aproximadamente 7 millones de personas, el estudio encontró que la prevalencia de alergias alimentarias se ha más que duplicado en la última década, pasando de 76 casos por cada 100,000 personas en 2008 a un asombroso 160 casos por cada 100,000 en 2018. En general, la prevalencia ha aumentado del 0.4% al 1.1% de la población, siendo los niños pequeños el grupo demográfico más afectado. Entre los niños menores de cinco años, la prevalencia de alergias alimentarias alcanzó el 4%, mientras que el 2.4% de los niños de cinco a nueve años y el 2% de aquellos de 10 a 14 años también se vieron afectados. Las cifras continuaron disminuyendo entre los grupos de mayor edad, con solo el 1.7% de los jóvenes de 15 a 19 años y el 0.7% de los adultos de 20 años o más reportando alergias en 2018. Igualmente preocupante es el hallazgo de que uno de cada tres pacientes que han sufrido previamente anaflaxia—una reacción alérgica severa y potencialmente mortal—no lleva autoinyectores de adrenalina (AAI). Esta falta de precaución es particularmente peligrosa, ya que estos dispositivos son cruciales para manejar crisis alérgicas agudas. El investigador principal del estudio, Dr. Paul Turner, enfatizó la necesidad vital de mejorar el apoyo a los médicos de cabecera y al personal de atención primaria en la gestión efectiva de las alergias alimentarias. Las alergias alimentarias ocurren cuando el sistema inmunológico reacciona de forma exagerada a alimentos específicos, lo que puede llevar a síntomas severos, incluyendo hinchazón de las vías respiratorias, dificultades para respirar e incluso paro cardíaco. Los investigadores no identificaron las razones exactas del aumento en los casos, pero hipotetizaron múltiples factores contribuyentes. Un mayor conocimiento sobre las alergias alimentarias puede estar llevando a más personas a buscar asistencia médica, mientras que prácticas obsoletas entre los padres—como retrasar la introducción de alimentos alergénicos a los bebés—también podrían ser un factor de riesgo significativo. Los expertos sugieren que evitar la exposición a posibles alérgenos durante la primera infancia podría inadvertidamente aumentar el riesgo de desarrollar alergias más adelante. Además, el uso creciente de diversos productos de consumo, incluyendo detergentes y lociones, puede comprometer la barrera cutánea, permitiendo que los alérgenos penetren más fácilmente, desencadenando así respuestas inmunitarias. Los factores socioeconómicos también juegan un papel; las personas en áreas más desfavorecidas parecen ser menos propensas a tener recetas para AAI que salvan vidas. Solo el 55% de los adultos y el 64% de los niños con antecedentes de anaflaxia en estas áreas tienen acceso a estos medicamentos críticos. Nadim Ednan-Laperouse, cofundador de la Fundación de Investigación sobre Alergias Natasha, expresó su alarma por estas estadísticas, calificándolas de "impactantes e inaceptables". A pesar de las tendencias preocupantes, hay un rayo de esperanza. El estudio indica que, aunque la prevalencia de alergias alimentarias sigue en aumento, el número de nuevos casos puede estar estabilizándose. Los cambios en las pautas de alimentación infantil que ahora abogan por la exposición temprana a alimentos como cacahuetes y huevos pueden estar contribuyendo a este posible estancamiento. El Dr. Turner concluyó que los hallazgos presentan una imagen mixta de las alergias alimentarias en el Reino Unido. Si bien el aumento en la prevalencia es preocupante, la posibilidad de que los casos recién diagnosticados se estén estabilizando ofrece una nota positiva. No obstante, la urgente necesidad de una mayor concienciación y accesibilidad a los autoinyectores de adrenalina no puede ser subestimada. Para aquellos que viven con alergias alimentarias graves, llevar dos AAI debería ser una parte innegociable de su vida diaria, ya que los riesgos continúan siendo significativos.