Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A medida que los incendios forestales se convierten en una ocurrencia cada vez más común en muchas partes del mundo, el humo que producen representa un riesgo significativo para la salud de las comunidades, mucho más allá de las llamas. La investigación indica que el humo de los incendios forestales contiene material particulado, particularmente PM10 y PM2.5, que puede penetrar profundamente en el sistema respiratorio e incluso ingresar al torrente sanguíneo, lo que lleva a una serie de problemas de salud. Luke Montrose, un toxicólogo ambiental de la Universidad Estatal de Colorado, explica la mecánica de esta amenaza. Las defensas del cuerpo, como el moco y los pelos en la nariz, a menudo pueden atrapar partículas más grandes. Sin embargo, las partículas más pequeñas pueden evadir estas defensas y alcanzar los alvéolos, los pequeños sacos de aire en los pulmones responsables del intercambio de oxígeno. Una vez alojadas allí, las partículas de PM2.5 pueden afectar la función pulmonar y causar irritación. Más alarmante es el potencial de que partículas aún más pequeñas eviten por completo los pulmones y entren en el torrente sanguíneo, causando daño celular relacionado con condiciones como enfermedades cardíacas, infertilidad e incluso demencia. Esta amenaza se extiende más allá del sistema respiratorio; las personas ubicadas cerca de los incendios forestales pueden ingerir partículas contaminadas que se depositan en los alimentos y el agua potable. Estas partículas pueden albergar sustancias nocivas, incluido el benceno, un conocido carcinógeno. Los efectos no se limitan a la inhalación; la piel y los folículos pilosos pueden absorber el humo, lo que lleva a irritación y malestar. La complejidad de la relación entre el humo de los incendios forestales y los resultados de salud hace que sea un área de estudio desafiante. Los investigadores lidian con numerosas variables, incluidas las condiciones de salud preexistentes, la duración e intensidad de la exposición al humo y los contaminantes específicos presentes en el humo. Dos preguntas críticas son fundamentales: ¿cuánto tiempo debe estar expuesta una persona al aire ahumado para experimentar efectos en la salud? y ¿qué nivel de exposición al humo es necesario para que esos efectos se manifiesten? Una medida comúnmente utilizada de la calidad del aire es el Índice de Calidad del Aire (AQI), que indica la concentración de varios contaminantes. Un nivel de AQI que excede 100 se considera típicamente arriesgado para poblaciones vulnerables, como niños y personas con problemas de salud preexistentes, mientras que los niveles superiores a 200 se consideran "muy insalubres" para todos. La investigación en curso está comenzando a evaluar los impactos a largo plazo en la salud de la exposición al humo. Un estudio notable que siguió a una comunidad afectada por un intenso humo durante seis semanas después de un incendio forestal en 2017 encontró que, si bien los cambios inmediatos en la función pulmonar eran insignificantes, los seguimientos posteriores revelaron un notable declive en la capacidad pulmonar a lo largo del tiempo. Esto plantea preocupaciones sobre la exposición acumulativa, que puede representar riesgos elevados para las personas expuestas con frecuencia a altos niveles de humo, como los bomberos, quienes pueden desarrollar problemas respiratorios crónicos y un mayor riesgo de cáncer. Si bien las respuestas definitivas sobre los daños comparativos de la exposición alta a corto plazo frente a la exposición baja a largo plazo siguen siendo elusivas, el consenso es claro: a medida que aumentan los incidentes de incendios forestales, más estadounidenses están en riesgo. Los investigadores abogan por un cambio de enfoque, pasando de evaluaciones de exposición a corto plazo a monitorear las tendencias de exposición crónica en comunidades afectadas por humo persistente. Mientras tanto, los expertos ofrecen consejos prácticos para gestionar la exposición durante la temporada de incendios forestales. Permanecer en interiores, especialmente para aquellos con condiciones crónicas, es fundamental. Utilizar purificadores de aire y limitar la actividad al aire libre en días de humo puede mitigar los riesgos para la salud. Las autoridades de salud a menudo emiten advertencias cuando el AQI supera 100, enfatizando la necesidad de vigilancia pública. A medida que cambian las estaciones y los incendios forestales arden, consultar los informes de calidad del aire se vuelve tan esencial como monitorear el clima. Como aconseja el Dr. Cleland, es crucial entender que los riesgos para la salud pueden surgir antes de que el humo se vuelva visible o detectable, para protegerse a uno mismo y a su comunidad de los efectos insidiosos del humo de los incendios forestales.