Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente aprobación de lecanemab para la enfermedad de Alzheimer en etapas tempranas por parte de la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos de Salud (MHRA) en el Reino Unido ha sido un logro notable en la investigación sobre la demencia. Sin embargo, este avance se ha visto empañado por la decisión preliminar del Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia en la Atención (NICE) de no hacer disponible este tratamiento potencialmente transformador en el Servicio Nacional de Salud (NHS). Esta situación resalta un problema sistémico más amplio que podría obstaculizar los progresos en la lucha contra la enfermedad de Alzheimer. La comunidad científica ha reconocido durante mucho tiempo el papel de las proteínas amiloides en el inicio del Alzheimer. A principios de la década de 1990, mi equipo propuso la hipótesis de que estas proteínas desencadenan la enfermedad. El reciente éxito de lecanemab en ensayos clínicos refuerza esta teoría, presentando un enfoque novedoso que ataca las causas subyacentes del Alzheimer en lugar de simplemente aliviar sus síntomas. Lecanemab es un avance significativo, aprobado en países como EE. UU. y Japón. Sin embargo, sus beneficios modestos—una desaceleración del deterioro cognitivo de cuatro a seis meses—vienen acompañados de efectos secundarios notables y altos costos, lo que requiere un monitoreo cercano. Al mirar hacia el futuro, es esencial reconocer que probablemente nunca habrá una única panacea para la enfermedad de Alzheimer. Las lecciones aprendidas de los tratamientos para el cáncer y el VIH nos han enseñado que una combinación de terapias que abordan diversos procesos de la enfermedad tiende a producir mejores resultados. De manera similar, en el caso del Alzheimer, necesitaremos tratamientos que no solo eliminen el amiloide, sino que también protejan las células cerebrales y restauren las funciones cognitivas perdidas. La perspectiva de terapias combinadas personalizadas, adaptadas al tipo de demencia y la etapa de la enfermedad de un individuo, está en el horizonte. Actualmente, más de 120 tratamientos experimentales están siendo evaluados rigurosamente en más de 160 ensayos clínicos dirigidos al Alzheimer. Curiosamente, solo el 18 por ciento de estos tratamientos se enfocan en el amiloide, lo que indica un panorama en rápida evolución en la investigación sobre demencia. La pregunta ya no es si surgirán tratamientos más efectivos, sino más bien cuándo estarán disponibles para quienes los necesiten. El avance de estas terapias depende del trabajo vital realizado por el Instituto de Investigación sobre la Demencia del Reino Unido, junto con iniciativas como la Alianza de Descubrimiento de Medicamentos de Alzheimer Research UK, que colabora con organizaciones en 13 países. Estas asociaciones globales son fundamentales para traducir los avances científicos en terapias tangibles. Sin embargo, el potencial de nuestros hallazgos será inútil si los sistemas de salud no se adaptan para proporcionar acceso a los tratamientos emergentes. El Reino Unido ha mostrado una preocupante renuencia a implementar nuevas terapias, lo cual se ha vuelto cada vez más evidente en los últimos meses. Es esencial que el NHS, el NICE y las compañías farmacéuticas involucradas—Biogen y Eisai en este caso—colaboren con urgencia. Deben identificar caminos para asegurar que los pacientes elegibles puedan acceder a lecanemab, que ya ha sido reconocido como suficientemente seguro y efectivo por la MHRA. Somos optimistas de que la decisión del Consorcio de Medicamentos de Escocia reflejará esta urgencia, permitiendo que aquellos en Escocia se beneficien. Mientras nos encontramos al borde de una era potencialmente transformadora en el tratamiento del Alzheimer, es crucial que los gobiernos, las instituciones de investigación, las organizaciones benéficas, las compañías farmacéuticas y la sociedad se comprometan a invertir continuamente en investigación. Debemos apoyar las iniciativas globales de descubrimiento de medicamentos y garantizar que los nuevos tratamientos efectivos sean accesibles para todos los que podrían beneficiarse. Con una colaboración y una inversión sostenidas, podemos imaginar un futuro donde el Alzheimer ya no se vea como una sentencia de muerte insuperable, sino como una condición manejable, con el potencial de avances en el tratamiento y quizás incluso una cura.