Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Las enfermeras escolares son a menudo la primera línea de defensa en lo que respecta a la salud de los niños dentro de nuestras instituciones educativas. Son cuidadoras, confidentes y, lo que es más importante, informantes cruciales en la gestión de diversos problemas de salud que pueden surgir durante el día escolar. Sin embargo, como ilustró Carren Teitelbaum, una enfermera escolar experimentada en Ramapo, N.Y., con un incidente reciente que involucró a un estudiante con fiebre, los desafíos que enfrentan se ven agravados por malentendidos y omisiones por parte de los padres en relación con los protocolos básicos de salud. La Sra. Teitelbaum relató un episodio particularmente preocupante en el que un niño llegó a su oficina con una fiebre de 102 grados. A pesar de su inmediata preocupación por la salud del niño, se encontró con la frustración de una omisión por parte de un padre. La madre había administrado Tylenol, pero claramente había dejado de hacer efecto para cuando el niño llegó a la escuela. Este escenario no es un caso aislado; refleja una tendencia más amplia de padres que envían a sus hijos enfermos a la escuela, a menudo subestimando las implicaciones de hacerlo. Muchos padres pueden no comprender completamente que las fiebres son a menudo sintomáticas de virus contagiosos, poniendo en riesgo no solo a sus propios hijos, sino también exponiendo potencialmente a otros estudiantes a enfermedades. Las presiones de los compromisos laborales pueden dificultar que los padres mantengan a sus hijos en casa, sin embargo, las consecuencias pueden repercutir en toda la comunidad escolar. En una discusión con 14 enfermeras escolares de todo Estados Unidos, surgieron varios otros errores comunes en la comunicación con los padres. Un problema significativo es la falta de información compartida con las enfermeras escolares. Si bien los padres pueden informar a los maestros sobre las necesidades de salud específicas de sus hijos, a menudo descuidan comunicarse con la enfermera escolar. Anna Etlinger, una enfermera escolar del condado de Cook, Ill., ejemplificó esto con un encuentro angustiante que involucró a un estudiante que sufría de migrañas. Hasta que fue contactada, la enfermera no sabía que el niño experimentaba dolores de cabeza severos que resultaban en vómitos cuando no se trataban, destacando una brecha crítica en la comunicación que podría llevar a una atención inadecuada. Las enfermeras escolares enfatizan la importancia de proporcionar información de salud completa. Están capacitadas para manejar una multitud de situaciones, pero su capacidad para hacerlo de manera efectiva depende de los detalles compartidos por los padres. Sin esta información vital, se ven obligadas a navegar por crisis de salud a ciegas, a menudo incapaces de actuar con rapidez o de manera adecuada. Además, las enfermeras a menudo están limitadas por políticas que requieren el consentimiento de los padres para administrar medicamentos. Esto puede llevar a complicaciones innecesarias en situaciones urgentes donde está en juego la salud de un niño. Es crucial que los padres comprendan que las enfermeras escolares necesitan estar al tanto no solo de las condiciones de salud en curso, sino también de cualquier medicamento que sus hijos puedan necesitar durante el horario escolar. A medida que se acerca la temporada de gripe y los niños regresan a la escuela, es imperativo que los padres reevaluen su enfoque para gestionar la salud de sus hijos en el contexto educativo. Las enfermeras escolares no son solo proveedoras de atención médica; son defensoras de la salud y seguridad de los estudiantes. Al fomentar líneas de comunicación abiertas y abordar rápidamente cualquier problema de salud, los padres pueden desempeñar un papel fundamental en mantener a salvo y saludables no solo a sus propios hijos, sino también a sus compañeros de clase a lo largo del año escolar. A la luz de estos conocimientos, está claro que mejorar la comunicación entre padres y enfermeras escolares es vital. Al trabajar juntos, podemos asegurar que nuestras escuelas sigan siendo lugares de aprendizaje, no focos de enfermedades.