Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Para muchos padres que trabajan, la rutina diaria puede sentirse como un ejercicio de malabarismo con responsabilidades, a menudo dejando de lado el aspecto vital del tiempo de juego con sus hijos. El sentimiento de culpa por no participar en suficiente juego es común, especialmente para aquellos que ya están lidiando con la fatiga y el agotamiento. Sin embargo, el juego es mucho más que solo diversión y juegos; es una piedra angular del desarrollo infantil, particularmente en la construcción de la inteligencia emocional, que es crucial para sus interacciones sociales y relaciones. Según el profesor Adam Guastella, un experto líder en salud mental infantil y juvenil, el juego fomenta la conciencia social y la regulación emocional. Los niños aprenden sobre sus sentimientos y cómo interactuar con sus compañeros a través del juego, que se desarrolla en un ambiente de cuidado afectuoso. Este proceso de aprendizaje no requiere compromisos de tiempo extensos ni configuraciones elaboradas; lo que importa es la calidad de la interacción. Guastella enfatiza que el juego efectivo no requiere un entorno específico, sino un enfoque en las necesidades e intereses actuales del niño. Ya sea en un parque, durante un simple paseo o mientras se participa en actividades cotidianas, la clave radica en el "intercambio lingüístico" entre el cuidador y el niño. Las actividades compartidas, como leer juntos, pueden integrarse sin problemas en las rutinas diarias, especialmente en momentos como la hora de dormir, cuando las distracciones se minimizan y se puede centrar la atención en fomentar conexiones. La entrenadora de crianza Genevieve Muir apoya esta noción, sugiriendo que incluso breves momentos de juego enfocado pueden satisfacer significativamente las necesidades emocionales de los niños, allanando el camino para que se involucren en juegos independientes más adelante. Ella compara el juego con el "trabajo de la infancia", un medio esencial a través del cual los niños exploran su mundo y desarrollan habilidades. Muir también destaca la importancia del juego para los niños neurodiversos o aquellos que enfrentan desafíos emocionales, ya que les ofrece un espacio seguro para expresar sentimientos complejos y procesar sus experiencias. Incorporar el juego en la vida diaria no tiene que ser una tarea ardua. Muir propone ideas simples pero impactantes, como convertir actividades mundanas en desafíos lúdicos—¿quién puede saltar en un pie hasta el coche?—o crear escenarios imaginativos para facilitar transiciones, como diálogos juguetones sobre zapatos y juguetes antes de dejar a los niños en la guardería. En última instancia, el enfoque debe ser en una aproximación centrada en el niño. Esto significa permitir que los niños lideren el juego mientras los cuidadores proporcionan apoyo emocional y orientación. Al escuchar activamente y comprometerse con sus emociones, los cuidadores pueden ayudar a los niños a navegar sus sentimientos y desarrollar habilidades que les servirán a lo largo de sus vidas. En un mundo que a menudo prioriza la productividad y el logro, es crucial recordar que invertir unos minutos en el juego puede generar beneficios duraderos: fortalecer el vínculo entre padres e hijos y fomentar el desarrollo emocional y social del niño. El desafío para los padres no radica en encontrar tiempo, sino en reconocer las oportunidades que ya existen dentro de sus vidas diarias para crear experiencias de juego significativas.