La tragedia de la Ola Verde: un recordatorio de la fuerza de la naturaleza

La tragedia de la Ola Verde: un recordatorio de la fuerza de la naturaleza

Tragedia en la costa de Colima: la Ola Verde de 1932 dejó cientos de víctimas y marcó la memoria colectiva con su devastación y caos, recordando la fragilidad ante la naturaleza.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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En la historia de nuestro país quedan marcados eventos que han dejado huella en la memoria colectiva de sus habitantes. Uno de esos sucesos trágicos tuvo lugar hace 92 años en la costa de Colima, específicamente en las localidades de Cuyutlán y Manzanillo, cuando una serie de maremotos azotaron la región, desencadenando una ola de destrucción y tragedia que se conoció como la Ola Verde. Todo comenzó el 3 de junio de 1932, con un potente terremoto de 8.9 grados Richter cuyo epicentro se localizó en Jalisco, cerca de Peña Colorada, en los límites con Colima. Este primer sismo devastó la población de Tomatlán en Jalisco y golpeó a San Blas en Nayarit, marcando el inicio de un mes de pesadilla para la región. Quince días después, el 18 de junio, otro fuerte terremoto de 7.8 grados sacudió nuevamente la zona, afectando a Colima, Jalisco y Nayarit. Este evento fue pronosticado por el sacerdote y científico Severo Díaz, quien advirtió sobre la posibilidad de un nuevo movimiento telúrico. El impacto de este segundo terremoto también se sintió en Hawái, donde generó un tsunami. Sin embargo, la tragedia alcanzó su punto máximo el 22 de junio, cuando un terremoto de 6.9 grados de magnitud, con epicentro frente al Puerto de Manzanillo, desencadenó un devastador maremoto que arrasó con Cuyutlán, dejando solo en pie el Hotel Madrid y llegando las olas hasta las vías del ferrocarril. Testimonios de sobrevivientes describen el momento en que el mar se retiró repentinamente, para luego regresar con una gigantesca ola de diez metros de altura, destruyendo todo a su paso. En Manzanillo, el maremoto afectó gravemente la presidencia municipal, cuarteando su estructura. La playa de San Pedrito fue arrasada y la laguna de San Pedrito se vio modificada por la invasión del agua, generando un cambio en la producción pesquera de la zona. Pequeñas localidades costeras de Jalisco también sufrieron los embates del mar, con pérdidas humanas y materiales que no recibieron la debida atención por la escasa población en la región. La magnitud de la tragedia no pasó desapercibida a nivel nacional e internacional, siendo reportada en medios de todo el mundo. Organizaciones como la Cruz Roja Japonesa y comunidades mexicanas en Estados Unidos brindaron ayuda a los afectados. Surgieron también leyendas que atribuían el desastre a un supuesto castigo divino por la visita de altos mandatarios a la playa colimense. Los eventos de junio de 1932 dejaron un saldo de al menos 475 víctimas entre los dos terremotos y los maremotos. La región se vio sumida en el caos y la desolación, con cientos de kilómetros de litoral afectados por la furia del mar. La sucesión de catástrofes en tan corto tiempo llevó a muchos habitantes a creer que el fin del mundo estaba cerca. Casi un siglo después, las historias de aquellos días de terror persisten en la memoria de quienes vivieron aquellos sucesos. La tragedia de la Ola Verde sigue siendo recordada como un recordatorio de la fragilidad de la vida frente a la fuerza implacable de la naturaleza, y como un llamado a la solidaridad y la prevención ante eventos sísmicos y maremotos que pueden volver a repetirse en cualquier momento.

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