Devastación en Pensacola: huracán Helene deja a la comunidad en crisis total

Devastación en Pensacola: huracán Helene deja a la comunidad en crisis total

La única carretera para llegar al poblado estadounidense de Pensacola, situado en un valle en medio de las montañas de Carolina del Norte, está convertida en un fangoso camino entre desfiladeros una semana después del devastador paso del huracán Helene.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Una semana después del huracán Helene, el pequeño pueblo de Pensacola, enclavado en un valle montañoso de Carolina del Norte, sigue enfrentando una difícil y casi completa incomunicación. La única carretera que conecta a la comunidad ha quedado convertida en un camino fangoso, lleno de obstáculos naturales y daños estructurales que complican la llegada de ayuda y la evacuación de los residentes. Este devastador fenómeno meteorológico ha dejado una huella imborrable en la vida de sus habitantes, quienes se encuentran atrapados entre el lodo y las ruinas.


Christy Edwards, una residente de toda la vida, describe el panorama desolador: “Los principales puentes de acceso a la ciudad fueron completamente arrasados”. Su antiguo taller, ubicado en el corazón del pueblo, fue arrastrado por las inundaciones, un recordatorio brutal del poder destructivo del huracán. Los testimonios de los lugareños revelan una comunidad que ha sido severamente golpeada, donde el acceso se está restableciendo lentamente, pero no lo suficientemente rápido como para brindar alivio a quienes lo necesitan urgentemente.


A medida que la temperatura comienza a descender con la llegada del invierno, el tiempo apremia para los residentes de Pensacola. “Se acerca el invierno”, advierte Edwards, que teme por la vulnerabilidad de sus vecinos, muchos de los cuales dependen de calefacción eléctrica en un área donde las condiciones son cada vez más adversas. Los apagones han dejado a la población sin electricidad, y el suministro de agua corriente es casi inexistente, lo que añade una capa más de dificultad a sus vidas ya complicadas.


La situación se agrava con la falta de comunicación. Janet Musselwhite, de aproximadamente 60 años, comparte su angustia al decir: “Estamos devastados. No tenemos electricidad, la mayoría de la gente está sin agua corriente, no tenemos red telefónica”. Con los caminos intransitables para vehículos convencionales, la llegada a la ciudad se ha vuelto un riesgo considerable, lo que limita aún más las opciones de los residentes para obtener ayuda.


Lamentablemente, el huracán Helene ha cobrado vidas en la región. Una mujer, Susan, murió atrapada en uno de los numerosos deslizamientos de tierra que se produjeron durante la tormenta. Este evento ha sido catalogado como uno de los más mortales para Estados Unidos en más de medio siglo, con un saldo de al menos 214 muertes a nivel nacional. Los expertos advierten que la creciente intensidad de estos fenómenos meteorológicos está relacionada con el cambio climático, un tema que resuena con fuerza entre los habitantes de esta remota comunidad.


En el cuartel de bomberos local, David Rogers, un exmilitar, muestra videos de la devastación a su alrededor, donde las aguas arrasaron casas móviles situadas justo bajo su hogar. Mientras los residentes escaparon, algunas personas necesitaron atención médica tras el desastre. “Estuvimos completamente aislados del mundo durante los primeros tres días”, comenta con desánimo, reflejando la desesperación que muchos sienten en este tiempo de crisis.


A pesar de que los servicios de emergencia han comenzado a llegar, la recuperación sigue siendo lenta. Las retroexcavadoras trabajan arduamente para despejar el camino y restaurar el acceso, pero la presencia de las autoridades gubernamentales ha sido escasa. El soldado Shawn Lavin, de la Guardia Nacional, admite que la coordinación de los esfuerzos de asistencia ha sido un verdadero “lío”, reflejando la frustración que muchos sienten por la respuesta lenta y la falta de organización.


La ayuda de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) ha sido difícil de obtener para muchos, ya que el proceso para solicitarla depende de internet. Esto es un lujo que la mayoría de los residentes de Pensacola simplemente no tienen. Christy Edwards expresa su indignación: “Esta gente no tiene computadoras, no tiene electricidad”. La falta de acceso a recursos básicos ha dejado a la comunidad sintiéndose abandonada, con la necesidad urgente de que alguien vaya de casa en casa para ofrecer ayuda directa.


Edwards se siente especialmente frustrada por la situación, ya que ha crecido en esta comunidad que históricamente ha sido dejada de lado. “Siempre hemos sabido que nos han dejado atrás”, dice con una mezcla de tristeza y resignación. Sin embargo, el impacto del huracán Helene ha sido tan devastador que la población se enfrenta a un desafío que supera su capacidad de respuesta habitual. “Necesitamos ayuda del Estado”, clama con fervor, destacando la urgencia de su situación.


Mientras el invierno se avecina, el pueblo de Pensacola continúa luchando por su supervivencia, esperando que las autoridades y el resto del mundo reconozcan su sufrimiento y ofrezcan la ayuda necesaria. En estos tiempos difíciles, la resiliencia de la comunidad se pone a prueba, y su deseo de reconstruir se enfrenta a la dura realidad de un entorno hostil y a la falta de recursos. A medida que las temperaturas bajan, la esperanza de los residentes se agota, y el llamado a la acción se vuelve cada vez más fuerte y apremiante.

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