
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




En el noreste de Colombia, la violencia se ha desatado con una intensidad que muchas comunidades no habían experimentado en generaciones. El conflicto ha cobrado la vida de al menos 80 personas en apenas unos días y ha obligado a más de 54,000 individuos a abandonar sus hogares, buscando refugio en medio de un caos sin precedentes. Las raíces de este conflicto se mezclan con décadas de luchas por el control de la tierra y el narcotráfico, además de los fracasos en los intentos de alcanzar una paz duradera. Sin embargo, la situación se agrava por un factor adicional que ha comenzado a ser cada vez más evidente: la influencia de Venezuela y su relación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
El ELN, que surgió en la década de 1960 en Colombia, ha encontrado en Venezuela un refugio y una base de operaciones que han permitido a sus miembros expandir su influencia. Se estima que esta organización ha triplicado su tamaño, alcanzando alrededor de 6,000 combatientes, mientras se fortalece en un entorno donde la autocracia de Nicolás Maduro ofrece apoyo logístico y operativo. Con el narcotráfico como principal fuente de enriquecimiento, el ELN ha tejido lazos con funcionarios venezolanos, lo que no solo incrementa su poder, sino que también desestabiliza aún más a Colombia.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, ha señalado abiertamente que el ELN se ha convertido en una "fuerza extranjera", invadiendo el territorio nacional. Esta afirmación refleja la complejidad del conflicto, que ya no se limita a ser una lucha interna, sino que se ha enredado con las tensiones políticas y sociales de la región. Las relaciones entre Petro y Maduro se habían mantenido en un tono de cooperación, pero la reciente escalada de violencia ha generado fricciones, llevando al presidente colombiano a cuestionar públicamente las decisiones de su homólogo venezolano.
Las elecciones presidenciales en Venezuela, marcadas por acusaciones de fraude y represión, han complicado aún más la situación. Mientras Maduro se proclama ganador en medio de un clima de protestas, Petro, quien anteriormente había mantenido un perfil conciliador, ha comenzado a criticar el régimen de Maduro y a exigir justicia y transparencia. Este cambio de postura podría haber motivado al ELN a intensificar sus ataques en Colombia, buscando aprovechar el vacío de poder y la inestabilidad política que se gestaba en el país vecino.
En medio de este escenario caótico, los civiles son quienes sufren las consecuencias. Familias enteras están siendo desplazadas, algunas han encontrado refugio en escuelas y coliseos, mientras que otros se han visto obligados a refugiarse en la selva. La situación humanitaria es desesperante y se agrava con la falta de acceso a alimentos y servicios básicos. Las historias de aquellos que han tenido que huir de sus hogares son desgarradoras; muchos se preguntan por qué estas luchas continúan y cuál es el objetivo de los grupos armados que los rodean.
Los informes indican que la violencia comenzó de forma aislada con el asesinato de una familia, lo que desató la ira del ELN hacia un grupo rival, el Frente 33, que había establecido un acuerdo de coexistencia en la región. Este nuevo ciclo de violencia ha complicado los esfuerzos de Petro por alcanzar su ambicioso objetivo de "paz total", un plan que busca poner fin a los conflictos armados en el país. Observadores advierten que esta situación podría ser el "último clavo en el ataúd" para cualquier posibilidad de negociación.
El contexto en el que ocurre esta escalada es preocupante, ya que el ELN ha contado con el respaldo de una Venezuela que se desmorona en sus cimientos democráticos. La situación en el país vecino es un recordatorio constante de cómo la inestabilidad puede cruzar fronteras y desestabilizar regiones enteras. La posibilidad de que el ELN funcione como una extensión de las fuerzas de seguridad de Maduro no es solo una teoría, sino una preocupación palpable entre analistas y funcionarios.
El flujo de personas entre Colombia y Venezuela ha comenzado a cambiar, con colombianos buscando refugio en el país que alguna vez fue su destino de escape. Historias de ciudadanos que alguna vez huyeron de la violencia en Venezuela ahora regresan atraídos por la esperanza de una vida libre de conflicto, aunque eso signifique vivir bajo un régimen autoritario. Este cambio de dinámica es un testimonio de la desesperación que sienten quienes buscan un lugar seguro para sus familias.
Mientras tanto, las autoridades colombianas continúan movilizando sus recursos en un intento por desarticular al ELN y restaurar el orden en el Catatumbo, una región clave para el narcotráfico y el control territorial. Sin embargo, la lucha se presenta difícil, no solo por el poder del ELN, sino también por la profunda crisis humanitaria que ha dejado a miles de civiles atrapados en medio de la violencia. La mirada internacional se centra ahora en una Colombia que enfrenta un ciclo de violencia que, si no se controla, podría llevar a consecuencias devastadoras no solo para su población, sino también para la estabilidad regional.
En este contexto, es imperativo que se busquen soluciones duraderas que no solo aborden las consecuencias del conflicto, sino que también ataquen sus raíces. La paz en Colombia no puede alcanzarse sin un entendimiento profundo de la interconexión entre las dinámicas locales y las influencias externas que han permitido que grupos como el ELN resurjan con fuerza. La situación actual es un llamado urgente a la acción y a la reflexión sobre cómo se gestionan los conflictos en un mundo donde las fronteras son cada vez más porosas y los desafíos son complejos y multidimensionales.
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