Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El conflicto en Siria ha entrado en una nueva fase tras la caída del régimen de Bachar al Asad, que ha llevado a un aumento de la actividad militar en la región, especialmente por parte de Israel. Durante el fin de semana, el ejército israelí llevó a cabo 61 bombardeos en varias localidades sirias, centrando su ataque en objetivos militares cercanos a Damasco y en el sur del país. Desde la destitución de Al Asad, se han contabilizado al menos 446 ataques aéreos desde que el antiguo régimen perdiera el control del país. El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, Herzi Halevi, ha defendido estas acciones como necesarias para la "seguridad de Israel", desestimando las acusaciones de interferencia en los asuntos internos sirios. En medio de este caos, el nuevo gobierno sirio, liderado por el grupo yihadista Hayat Tahrir al Sham (HTS), ha comenzado a asumir el control. Mientras tanto, la comunidad internacional se mantiene alerta, con una cumbre internacional celebrada en Jordania que respaldó un proceso de transición política en Siria, exigiendo el cese de las "agresiones" israelíes. Los ministros de Exteriores de Estados Unidos, Francia, Turquía y varios países árabes han hecho un llamado a Israel para que detenga sus bombardeos y han expresado su apoyo a un proceso político inclusivo que garantice un futuro pacífico para Siria. El impacto de la caída de Al Asad también se siente en el ámbito humanitario, donde la ONU ha alertado sobre la desoladora situación en el país. Adam Abdelmouta, coordinador humanitario de la ONU, ha descrito la situación como "sombría", mientras que la mayor organización de desminado del mundo, Halo Trust, ha advertido sobre la vasta cantidad de munición sin explotar que representa un peligro inminente para los desplazados que intentan regresar a sus hogares. En un contexto más amplio, el cierre de la embajada de Israel en Irlanda ha resaltado las tensiones diplomáticas que se han exacerbado en el escenario internacional. Esto ocurrió tras la decisión de Irlanda de unirse a un caso en la Corte Internacional de Justicia acusando a Israel de genocidio en Gaza. Gideon Saar, ministro de Exteriores israelí, ha justificado esta medida como una respuesta a lo que considera una postura "antiisraelí" del gobierno irlandés, lo que pone de manifiesto la creciente polarización de las posiciones internacionales respecto al conflicto israelí-palestino. Simultáneamente, el nuevo primer ministro sirio, Mohamed al Bashir, ha instado a la reconciliación y a la construcción de un estado que incluya a todos los sectores de la sociedad. Su gobierno se enfrenta al desafío de establecer un orden que garantice la paz y la estabilidad en un país devastado por años de guerra. Aunque la caída de Al Asad ha generado un clima de celebración entre muchos sirios, las tensiones entre diversos actores en la región, incluyendo a Hezbolá y Turquía, complican aún más el panorama. Turquía, que ha reabierto su embajada en Damasco, se ha convertido en el primer país en hacerlo tras la caída del régimen de Al Asad. Este movimiento ha sido visto como un gesto de apoyo hacia el nuevo gobierno sirio, aunque todavía persisten dudas sobre la efectividad y el enfoque de HTS en su gestión del poder. A medida que la situación se desarrolla, se observa un flujo de discusiones en torno a la creación de un gobierno inclusivo que pueda abordar las numerosas crisis que enfrenta el país. Mientras tanto, la situación humanitaria sigue siendo crítica. La ONU ha expresado preocupación por el retorno de refugiados a Siria, alertando que la llegada de millones de desplazados podría agravar aún más las condiciones de vida en el país. La falta de infraestructura, el riesgo de minas no detonadas y la inestabilidad política plantean desafíos monumentales para aquellos que buscan regresar. En medio de estos acontecimientos, los ciudadanos sirios han comenzado a salir a las calles para celebrar un nuevo comienzo, pero la sombra de la guerra civil y la incertidumbre sobre el futuro del país permanecen. La caída de Al Asad no solo significa una nueva estructura de poder en Siria, sino que también plantea preguntas sobre la estabilidad regional y las relaciones internacionales en un contexto cada vez más volátil. La comunidad internacional observa con cautela, esperando que la nueva administración pueda navegar por las complicadas aguas de la política siria sin caer nuevamente en el caos.