
Juan Brignardello Vela
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A medida que el sol comenzaba a asomarse por el horizonte de Montevideo, una multitud se congregaba en la plaza de la Independencia para rendir homenaje a José ‘Pepe’ Mujica, el expresidente uruguayo que falleció el pasado martes a los 89 años. A bordo de una carroza tirada por caballos negros, el cortejo fúnebre avanzó lentamente, marcando el adiós a un líder que dejó una profunda huella en la historia reciente del país. Mujica, conocido por su estilo de vida austero y su cercanía con el pueblo, fue recibido con gritos de apoyo y reconocimiento por parte de una multitud que no ocultaba su dolor.
El acto estuvo marcado por un fuerte simbolismo. Lucía Topolansky, compañera de toda la vida de Mujica y exvicepresidenta, colocó la bandera uruguaya sobre el ataúd, mientras que el presidente actual, Yamandú Orsi, se unió a este emotivo gesto. Junto a la bandera nacional, se desplegó también la enseña de Artigas, en un recordatorio de las raíces históricas del país y del legado que Mujica representa para el Frente Amplio, la coalición de izquierda que ha gobernado Uruguay desde la restauración democrática.
Los aplausos resonaban en la plaza mientras los miembros del Movimiento de Participación Popular (MPP), el partido de Mujica, se unían a la ceremonia vestidos con camisetas negras y banderas rojas. Cada uno de ellos portaba un mensaje que parecía resumir el espíritu del exmandatario: “No me voy, estoy llegando”. Este eslogan, que encontró eco en los gritos de “Grande Pepe” y “El pueblo está contigo”, representaba la conexión inquebrantable que Mujica había cultivado con el pueblo uruguayo durante toda su vida política.
A medida que el cortejo avanzaba por la avenida 18 de julio, los balcones se llenaron de ciudadanos que aplaudían y vitoreaban. La figura de Topolansky se destacó entre la multitud, y su papel como heredera del legado de Mujica se tornó evidente. “Viva Lucía”, se escuchaba entre la gente, quienes reconocían su propio compromiso con la política y la sociedad. Este momento de despedida no solo era un tributo a Mujica, sino también a una era marcada por la lucha por la justicia social y la dignidad humana.
El recorrido del cortejo fúnebre incluyó paradas significativas ante las sedes del Frente Amplio y el MPP, lugares que han sido fundamentales en la historia del país. El velorio se está llevando a cabo en la sede del Parlamento, donde los uruguayos tienen la oportunidad de rendir un último adiós a un líder que, más allá de su cargo como presidente, siempre se presentó como uno de ellos. La ceremonia íntima que se realizará posteriormente, donde sus restos serán cremados y enterrados al pie de un árbol en su casa de campo, también subraya la conexión personal de Mujica con su tierra y su gente.
Las emociones eran palpables en las calles, donde la tristeza se mezclaba con el reconocimiento. Azucena, una mujer de 70 años, compartía sus recuerdos de una juventud marcada por la guerrilla de los tupamaros, donde Mujica había sido un actor relevante. “Éramos felices con lo poco que teníamos”, recordó, haciendo eco del sentimiento de muchos uruguayos que ven en la vida de Mujica una representación de la lucha por un futuro mejor. Su humildad y su capacidad de conectar con la gente han hecho que su legado trascienda.
Por otro lado, las voces más jóvenes también se hicieron oír. Camila y Sofía, dos estudiantes de educación, expresaron cómo Mujica había inspirado a su generación. "Nos decía que viviéramos y amáramos", comentó Camila, mientras Sofía añadía que su mensaje sobre la perseverancia en la lucha resonaba profundamente en ellos. Ambas coincidieron en que el ejemplo de Mujica, cultivando su chacra y compartiendo su vida con su perra Manuela, era un recordatorio de que la política puede ser auténtica y cercana.
Uruguay está de luto durante tres días, un reflejo del profundo impacto que Mujica tuvo no solo en su país, sino en toda América Latina. La llegada de líderes regionales, como Lula da Silva, Gustavo Petro y Gabriel Boric, pone de manifiesto la relevancia de Mujica como figura conciliadora en un continente que enfrenta desafíos políticos y sociales. Lula, quien había visitado a Mujica recientemente, destacó su legado como un canto de unidad y fraternidad, reafirmando la importancia del exmandatario en el contexto regional.
Sin embargo, la ausencia de un mensaje de condolencias desde Argentina, bajo el gobierno de Javier Milei, resalta las divisiones políticas que aún existen en la región. La figura de Mujica, que se ha caracterizado por su discurso inclusivo y su rechazo a la polarización, se convierte en un faro en tiempos de tensión. Su muerte es una oportunidad para reflexionar sobre el camino a seguir en la política uruguaya y latinoamericana.
En este momento de despedida, el pueblo uruguayo recuerda a Mujica no solo como un líder, sino como un símbolo de resistencia y esperanza. Su vida y su legado seguirán inspirando a futuras generaciones que buscan construir un país más justo y solidario. A medida que las nubes grises del luto cubren Uruguay, el mensaje de Mujica resuena: “Sigamos sembrando”.
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