Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La relación entre el sueño y la salud cognitiva ha sido objeto de estudio durante décadas, pero recientemente, nuevos hallazgos han arrojado luz sobre la importancia crucial del descanso adecuado en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como la demencia y el alzhéimer. El neuropsicólogo Matthew Walker, de la Universidad de Oxford, ha reafirmado la necesidad de dormir entre siete y ocho horas diarias para mantener un cerebro sano, especialmente a partir de los 40 años. Investigaciones anteriores ya habían indicado que dormir menos de seis horas aumenta significativamente el riesgo de problemas cognitivos en la edad adulta. Sin embargo, es el trabajo de Walker el que enfatiza cómo el deterioro cognitivo puede verse acelerado dependiendo de la calidad del sueño que se tenga a lo largo de los años. Este deterioro no es solo un fenómeno relacionado con la edad, sino que puede verse amplificado por factores como el tabaquismo, el sedentarismo y el estrés. Los estudios han demostrado que las necesidades de sueño varían según la etapa de la vida. Mientras que los jóvenes pueden necesitar más horas de sueño reparador, las personas mayores a menudo duermen menos. Un análisis realizado por la Universidad de California subraya que a partir de los 50 años, la calidad del sueño profundo disminuye drásticamente, llegando a ser casi inexistente en personas de 70 años debido a conexiones neuronales deterioradas. Walker sostiene que durante el sueño, el cerebro lleva a cabo procesos fundamentales para su salud, entre los que se destaca la eliminación de toxinas. Una de las proteínas más peligrosas es la beta-amiloide, que se ha vinculado directamente con enfermedades como el alzhéimer. Así, al no dormir lo suficiente, se corre el riesgo de que estas toxinas se acumulen, lo que puede resultar en un deterioro cognitivo irreversible. Las consecuencias de no descansar adecuadamente son alarmantes. Un estudio indica que aquellos que no logran alcanzar las siete horas mínimas de sueño presentan un 30% más de probabilidades de desarrollar demencia en la tercera edad. Esto subraya la importancia de priorizar el descanso como una estrategia preventiva en la lucha contra el deterioro cognitivo. Para mejorar la calidad del sueño, los expertos recomiendan hábitos sencillos pero efectivos. Un enfoque inicial es cenar ligero y evitar el consumo de cafeína y dispositivos electrónicos en las horas previas a dormir. Además, regular los horarios de descanso puede ayudar a sincronizar el reloj biológico, facilitando un sueño más reparador. El entorno en el que se duerme también juega un papel crucial. Crear un ambiente propicio para el sueño implica controlar la luz, reducir el ruido y favorecer aromas relajantes. Sin embargo, si a pesar de estos esfuerzos el sueño sigue siendo esquivo, es aconsejable buscar la ayuda de un especialista. Un aspecto que frecuentemente se pasa por alto es la noción de que dormir en exceso también puede ser perjudicial. Aunque la falta de sueño es peligrosa, dormir más de nueve horas puede inflamar el cerebro, lo que podría también contribuir al deterioro cognitivo y otros problemas de salud mental. La investigación sobre la relación entre el sueño y la salud cerebral continúa evolucionando, pero las evidencias son cada vez más contundentes. Dormir lo suficiente y con calidad se está reconociendo no solo como un lujo, sino como un verdadero seguro de vida para el cerebro. Así, establecer una rutina de sueño adecuada no solo es una cuestión de bienestar personal, sino una inversión en nuestra salud a largo plazo. Es un recordatorio de que en la búsqueda de una vida saludable, el sueño no debe ser subestimado.