
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




La administración de Donald Trump ha comenzado a desplegar una estrategia migratoria que recuerda profundamente las medidas autoritarias implementadas por el presidente salvadoreño Nayib Bukele. En un intento por cumplir su ambiciosa promesa de deportar a un millón de personas en un año, Trump se ha visto reflejado en las tácticas de control y represión utilizadas en El Salvador, donde el respeto por los derechos humanos se ha visto comprometido en nombre de la seguridad.
La primera señal de alarma llegó apenas tres días después de que Trump asumiera nuevamente la presidencia, cuando se reportó la detención irregular de un ciudadano estadounidense latino en Newark. Este incidente marcó el inicio de una serie de arrestos y deportaciones irregulares que han tomado protagonismo en los medios y en los tribunales. La alarmante frecuencia de estas detenciones ha suscitado preocupaciones sobre el respeto al debido proceso y las garantías legales, dejando en evidencia la presión por cumplir con las cuotas diarias de arrestos impuestas por la administración.
Los informes indican que cada oficina del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) debe realizar un mínimo de 75 arrestos diarios, lo que equivale a aproximadamente 1.500 detenciones en todo el país cada día. Esta política de cuotas es vista como un mecanismo que puede llevar a detenciones arbitrarias y violaciones de derechos humanos, algo que ya hemos visto en contextos como el de Bukele en El Salvador. Especialistas en derechos humanos advierten que estas prácticas pueden generar una cultura de miedo y desconfianza, donde los funcionarios se ven incentivados a alcanzar objetivos numéricos en lugar de actuar con responsabilidad y justicia.
En El Salvador, el estado de excepción declarado por Bukele ha resultado en la detención de más de 80.000 personas, muchas de las cuales han sido acusadas sin pruebas claras de pertenecer a pandillas. Las denuncias de abusos y violaciones de derechos humanos son alarmantes. Se reporta que más de 6.000 personas han sido víctimas de detenciones arbitrarias, incluidas personas de la tercera edad y menores de edad, lo que ha generado un fuerte rechazo tanto a nivel nacional como internacional. En este contexto, la narrativa de Bukele de un enemigo interno ha sido clave para justificar esta represión.
Donald Trump, al igual que Bukele, ha utilizado el concepto de un enemigo interno para impulsar su agenda migratoria. En su segundo día en el cargo, declaró un estado de emergencia nacional en la frontera con México, lo que le otorgó mayores poderes para actuar en cuestiones migratorias. Este enfoque ha sido criticado por grupos de derechos civiles que argumentan que las nuevas políticas han resultado en la detención de personas inocentes y la ampliación de los delitos por los cuales se puede deportar a un migrante, lo que ha alimentado un clima de incertidumbre y temor entre las comunidades migrantes.
Las violaciones de derechos humanos en ambos contextos han sido objeto de atención por parte de organizaciones internacionales. La presión de grupos de defensa de derechos humanos ha llevado a la interposición de múltiples demandas para detener los arrestos masivos y proteger a los inocentes atrapados en la maquinaria represiva. Sin embargo, la respuesta del gobierno ha sido desestimar estas preocupaciones y seguir adelante con su agenda, desafiando incluso las ordenes judiciales en un intento de consolidar su poder.
Noah Bullock, un experto en derechos humanos en El Salvador, describe el fenómeno como una instalación de una narrativa que convierte a ciertos grupos en amenazas a la sociedad. Esta lógica, que ha sido efectiva en El Salvador, parece estar encontrando eco en la administración de Trump. La política de cuotas que impulsa la detención de migrantes podría convertirse en un modelo que se expanda y abarque a un número cada vez mayor de personas, algo que ya se ha evidenciado en El Salvador.
En Estados Unidos, aunque todavía es temprano para predecir una expansión similar, las recientes medidas que han comenzado a afectar a estudiantes internacionales y refugiados podrían ser vistas como un primer indicio de que la represión se está ampliando. La deshumanización de los migrantes y la conversión de la inmigración en un tema de seguridad nacional han sido estrategias que han demostrado ser peligrosas y contraproducentes.
La falta de un enfoque equilibrado en la política migratoria es preocupante. El simple hecho de establecer cuotas de detención ignora las realidades complejas que enfrentan millones de personas en búsqueda de una vida mejor. La historia ha demostrado que priorizar números sobre derechos humanos puede llevar a consecuencias devastadoras y a una erosión del estado de derecho. Es imperativo que tanto en El Salvador como en Estados Unidos se reexamine este enfoque, y se busque un equilibrio que garantice la seguridad sin sacrificar la dignidad y los derechos de las personas.
En definitiva, la interconexión entre las políticas migratorias de Trump y Bukele pone de manifiesto la necesidad de abordar el tema con un enfoque más humano y respetuoso de los derechos. Los paralelismos entre ambos líderes nos obligan a reflexionar sobre el camino que estamos eligiendo seguir y las implicaciones que esto tiene para la sociedad en su conjunto. La historia nos observa, y es fundamental que no permitamos que se repitan los errores del pasado.
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