Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Desde los exteriores del Congreso de la República, la tensión se palpó en el aire cuando Julio Campos, vicepresidente de la Alianza Nacional de Transportistas, anunció la convocatoria a un paro nacional indefinido. Esta decisión se tomó luego de una frustrante jornada de negociaciones con el Parlamento, donde no se logró llegar a un consenso respecto a la derogación de la polémica ley de crimen organizado y el archivo de varios proyectos de ley relacionados con el terrorismo urbano. La indignación de los transportistas ha crecido a medida que sienten que sus preocupaciones no son escuchadas ni valoradas en el ámbito legislativo. Julio Campos hizo un llamado a la unidad entre diversos gremios, incluyendo mototaxistas, taxistas y bodegueros, para que se sumen a esta masiva paralización. “Nosotros hemos venido a marchar por el derecho a la vida y por la seguridad ciudadana”, declaró durante su intervención a Canal N. La clara emotividad en sus palabras refleja el profundo descontento de un sector que ha visto cómo su labor se ve afectada por la inseguridad y la falta de apoyo gubernamental en la protección de sus derechos. La situación actual ha llevado a los transportistas a una encrucijada. Según Campos, las respuestas del Congreso son insuficientes y carecen de la voluntad política necesaria para abordar sus demandas. La frustración es palpable, ya que sienten que su seguridad y la de sus familias están en juego. “A todos los gremios, les pido unirse al paro nacional y así demostrar que no estamos jugando con nuestras vidas”, enfatizó el vicepresidente de la Alianza Nacional de Transportistas. La postura del Congreso también ha sido cuestionada, en particular por las bancadas de Fuerza Popular y Perú Libre, que Campos señala como las principales fuerzas que se oponen a la derogatoria de la ley de crimen organizado. Esta polarización política complica aún más la búsqueda de soluciones que beneficien a los transportistas y, en un sentido más amplio, a la ciudadanía que depende de estos servicios para su movilidad diaria. El llamado a la huelga no solo es un acto de protesta, sino también una afirmación de la necesidad de un diálogo constructivo entre los gremios de transporte y el Gobierno. La falta de entendimiento y la falta de acciones concretas por parte de los legisladores han generado un clima de desconfianza que podría exacerbar la situación a nivel nacional. Los transportistas sienten que su voz no ha sido suficientemente escuchada, lo que los lleva a tomar medidas drásticas para exigir atención a sus preocupaciones. La convocatoria al paro ha resonado en diferentes sectores de la sociedad. Muchos ciudadanos apoyan la causa de los transportistas, reconociendo que su lucha es también una lucha por la seguridad y el bienestar general. Sin embargo, las repercusiones de un paro nacional indefinido podrían ser significativas, afectando a miles de usuarios que dependen del transporte público para sus actividades diarias. Los gremios de transporte han delineado una serie de demandas que esperan que sean atendidas. Estas no solo incluyen la derogación de la ley de crimen organizado, sino también medidas concretas para garantizar la seguridad de los trabajadores del sector. En una sociedad donde la violencia y el crimen son preocupaciones constantes, los transportistas exigen un compromiso claro por parte del Estado para abordar estas problemáticas. El clima de incertidumbre se mantiene mientras los transportistas esperan una respuesta de las autoridades. La presión sobre el Congreso aumenta, y es imperativo que se busquen soluciones que permitan evitar un conflicto prolongado. La falta de diálogo y la ausencia de acuerdos no solo perjudican a los transportistas, sino que también afectan a toda la población, que podría enfrentar un colapso en el transporte durante el periodo de huelga. A medida que el paro nacional indefinido se aproxima, la expectativa crece en torno a cómo reaccionará el Gobierno y si se abrirán nuevas vías de negociación para atender las preocupaciones de los transportistas. Sin duda, esta situación pone de relieve la urgencia de un cambio en la dinámica entre los gremios y el Estado, donde el diálogo y la cooperación se conviertan en herramientas fundamentales para garantizar la seguridad y el bienestar de todos los ciudadanos.