
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




La reciente decisión del Gobierno de Donald Trump de prohibir a Harvard inscribir a estudiantes extranjeros ha desencadenado una crisis sin precedentes en una de las universidades más prestigiosas del mundo. A través de una carta del Departamento de Seguridad Nacional, la administración informó a la institución que ha perdido su certificación para el Programa de Estudiantes y Visitantes Extranjeros, lo que representa un golpe significativo no solo a su prestigio, sino también a su estructura financiera.
La medida implica que Harvard, con un cuerpo estudiantil compuesto por un 27% de estudiantes extranjeros, no podrá registrar nuevos alumnos con estatus no migratorio F o J, lo que les obliga a transferirse a otras universidades si desean mantener su estatus en el país. Esta situación ha dejado a cerca de 7,000 estudiantes en una situación de incertidumbre y desasosiego, obligándolos a replantear su futuro académico en Estados Unidos.
Desde hace años, Harvard ha visto cómo la proporción de estudiantes internacionales ha ido en aumento. En 2010, estos representaban menos del 20% de la matrícula total. Este incremento ha sido fundamental, dado que los alumnos extranjeros suelen cubrir un porcentaje mayor de los costos académicos, contribuyendo significativamente a la salud financiera de la universidad. La matrícula anual en Harvard alcanza casi 60,000 dólares, sin contar alojamiento y manutención, lo que hace que la pérdida de este alumnado sea un golpe devastador en términos económicos.
La decisión del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) no es un hecho aislado, sino que forma parte de una creciente tensión entre la administración de Trump y la institución. Acusaciones de permitir un ambiente antisemita en el campus, así como de promover un ideario político de izquierdas y prácticas discriminatorias, han puesto a Harvard en la mira del gobierno. Este conflicto se ha intensificado en el contexto de las protestas propalestinas y antiisraelíes que han tenido lugar en varias universidades del país.
En abril, la administración Trump ya había amenazado con retirar a Harvard sus subvenciones federales si no implementaba cambios drásticos en su currículum y políticas de admisión. La universidad, en respuesta, optó por la vía legal, lo que sugiere que este nuevo episodio no será diferente. Harvard planea desafiar la decisión del DHS en los tribunales, buscando medidas cautelares que le permitan continuar con su misión educativa y mantener su acceso a estudiantes internacionales.
El DHS justificó su decisión alegando la falta de cooperación de Harvard en proporcionar información detallada sobre sus estudiantes extranjeros, así como su posible implicación en actividades consideradas "ilegales" o "peligrosas". En su carta, la secretaria del DHS, Kristi Noem, otorgó a la universidad un nuevo plazo de 72 horas para entregar la información requerida. Sin embargo, parece probable que Harvard mantenga su postura y se niegue a cumplir con esta demanda.
La situación ha generado una atmósfera de tensión no solo entre la administración y Harvard, sino también entre los estudiantes afectados, quienes se encuentran en una encrucijada. Muchos de ellos han expresado su preocupación ante la posibilidad de tener que abandonar el país y dejar atrás sus estudios. La incertidumbre es palpable, y mientras tanto, el debate sobre la libertad académica y la inclusión se intensifica.
Este conflicto no solo afecta a Harvard, sino que podría tener repercusiones en todo el sistema educativo estadounidense. Otras universidades podrían verse inspiradas o intimidadas por las acciones del gobierno, lo que podría llevar a una reconsideración de cómo se manejan las admisiones de estudiantes extranjeros en todo el país. El caso de Harvard podría convertirse en un precedente que afecte a la dinámica de la educación superior en los Estados Unidos.
La guerra entre la administración Trump y Harvard resuena más allá de las aulas y los pasillos de la universidad. Se trata de un enfrentamiento que pone en cuestión los valores fundamentales de la educación superior, la diversidad y la inclusión. A medida que se desarrollan los acontecimientos, el futuro de Harvard y de sus estudiantes internacionales pende de un hilo, y el desenlace de esta batalla podría marcar un antes y un después en la relación entre el gobierno y las instituciones académicas.
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