Trump se prepara en su guerra contra China y América Latina se lleva la peor parte

Trump se prepara en su guerra contra China y América Latina se lleva la peor parte

Es absurdo pensar que Rusia dejará de lado su relación con China, ni cualquier otro país, a cambio de concesiones a EE.UU. para terminar una guerra que está ganando militarmente.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política HACE 18 HORAS

Desde que Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos, su figura ha dominado el panorama político y mediático, transformándose en un personaje imposible de ignorar. La forma en que comunica y se posiciona le ha permitido mantenerse en el centro de atención, y su mandato representa un cambio radical respecto a su predecesor, aunque en términos de hegemonía global, las bases se mantienen. Trump ha dejado claro que su objetivo es evitar la decadencia de Estados Unidos, un plan que no solo afecta al interior del país, sino que también tiene repercusiones significativas en América Latina.


A primera vista, las acciones de Trump pueden parecer provocativas o impulsivas, pero una mirada más profunda revela que están alineadas con una visión del mundo cultivada por él y su círculo cercano. En su mente, la principal amenaza proviene de China, una nación que ha sido declarada el enemigo número uno de EE.UU. en la escena internacional. Sin embargo, esta adversidad es un tanto simplista, dado que China es el mayor poseedor de bonos del Tesoro estadounidense y las economías de ambas naciones están intrínsecamente entrelazadas. Por lo tanto, la actitud beligerante de Washington hacia Pekín contrasta con la realidad económica vigente.


La estrategia de Trump parece estar orientada a lo que él describe como una "limpieza" interna del gobierno estadounidense, un proceso que se manifiesta a través de la creación del Departamento de Eficiencia Gubernamental, liderado por Elon Musk. En este contexto, el presidente no solo busca reorganizar el poder en Washington, sino también enfocar su atención en cómo enfrentar a su adversario global. Esta mejora organizacional se da en un ambiente de crisis económica, donde se busca revitalizar la eficiencia gubernamental como parte de una agenda más amplia que incluye el refuerzo del poder estadounidense en el ámbito internacional.


Sin embargo, esta estrategia, lejos de ser un simple ajuste interno, tiene implicaciones más amplias para América Latina, que se encuentra en una posición vulnerable. La administración de Trump ha comenzado a adoptar una postura de "doctrina Donroe", una alusión a la histórica doctrina de James Monroe que priorizaba los intereses estadounidenses en el continente americano. A medida que la influencia de China en la región ha crecido, resulta evidente que EE.UU. busca reconfigurar su enfoque para limitar el acceso chino a los recursos y mercados latinoamericanos, provocando un contexto de tensión y desconfianza.


La historia nos enseña que las dinámicas de poder son complejas, y la comparación con las jugadas maestras de Henry Kissinger en la década de 1970 revela la dificultad de EE.UU. para replicar aquel éxito. En un mundo multifacético y multipolar, la interacción entre los países se ha vuelto más intrincada. Si bien la administración estadounidense intenta dividir la esfera de influencia global, la colaboración entre China y Rusia es un fenómeno que no puede ignorarse.


Pese a sus ambigüedades y tensiones, el gobierno de Trump ha mostrado a la vez interés y hostilidad hacia China, buscando establecer una relación que pueda ser ventajosa para EE.UU. Sin embargo, esta estrategia parece estar condenada al fracaso, ya que la economía china es robusta y sus vínculos comerciales son variados y sólidos. La respuesta de Beijing a las provocaciones de Trump podría ser contundente, lo que podría poner a América Latina en una posición aún más comprometida.


La situación en la región es alarmante. Muchos países latinoamericanos, sumidos en la polarización política y la falta de cohesión, no cuentan con una respuesta unificada ante las presiones estadounidenses. La influencia que EE.UU. ejerce sobre los gobiernos locales, combinada con una falta de conciencia patriótica en sectores económicos poderosos, deja a la región vulnerable a manipulaciones y decisiones que pueden afectar su futuro a largo plazo.


La reciente decisión de Panamá de no renovar un memorándum de entendimiento con China es un claro ejemplo de cómo EE.UU. está logrando su objetivo de desalentar la inversión china en la región. Esta situación no solo limita las oportunidades de desarrollo para Panamá, sino que también establece un precedente peligroso para otros países que podrían verse obligados a hacer lo mismo para complacer a la administración estadounidense.


El panorama que se dibuja es preocupante: países latinoamericanos con escasa capacidad de respuesta se ven obligados a renunciar a oportunidades de desarrollo en favor de la presión estadounidense. La falta de soberanía y la dependencia de sus economías de EE.UU. son factores que contribuyen a su vulnerabilidad.


Ante este escenario, es esencial que América Latina reevalúe su posición en el mapa geopolítico y se haga preguntas difíciles sobre soberanía, desarrollo y la necesidad de una estructura regional coherente. La historia ha enseñado que el aislamiento y la falta de unidad generan irrelevancia y estancamiento. Sin una agenda política que contemple la independencia y el antiimperialismo, la región corre el riesgo de permanecer atrapada en un ciclo de subordinación y dependencia. La respuesta a los retos del futuro debe ser colectiva, no solo para abordar la influencia de EE.UU., sino también para construir un futuro más equitativo y próspero para todos los países en la región.

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