Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La Comisión Permanente del Congreso de la República se prepara para un debate crucial este viernes 27 de diciembre, que podría marcar un cambio significativo en la forma en que se financian los partidos políticos en Perú. En la agenda se encuentra un dictamen que busca permitir el retorno del financiamiento privado a través de las empresas, un tema que ha generado posturas polarizadas entre distintos sectores de la sociedad, incluyendo empresarios y políticos. El contexto de esta discusión no es menor. A finales de noviembre, el Pleno del Congreso había aprobado con una estrecha votación la cuestión previa que devolvía el texto sustitutorio a la Comisión de Constitución. La decisión fue aplaudida por algunos, pero también criticada por otros quienes argumentan que este retorno podría abrir la puerta al denominado "dinero sucio". En este sentido, el debate se enmarca en un contexto donde la transparencia y la ética en la política son cada vez más demandadas por los ciudadanos. El legislador de Fuerza Popular, Arturo Alegría, ha reactivado la discusión al presentar un recurso de reconsideración que fue aprobado casi al cierre de la última legislatura. Esto ha permitido que el tema resurja y que se discutan las implicancias que un regreso al financiamiento privado podría tener en el panorama electoral del país. La propuesta actual contempla que los partidos políticos puedan recibir aportes de personas naturales y jurídicas, aunque se establece un tope máximo de 200 Unidades Impositivas Tributarias (UIT) por año, equivalente a S/ 1'030,000. Este umbral ha sido elevado desde los S/ 618,000 que se permitían anteriormente, lo que sugiere un interés por potenciar la capacidad de financiamiento de los partidos de cara a las elecciones generales del 2026. Sin embargo, la propuesta también ha sido objeto de críticas. Algunos sectores advierten que la ampliación de los topes de financiamiento podría fomentar la corrupción y la influencia indebida de los intereses empresariales en la política. Argumentan que el retorno a estas prácticas podría debilitar la ya frágil confianza pública en las instituciones políticas y en el sistema democrático en su conjunto. A favor de la propuesta, algunos representantes del sector empresarial argumentan que un financiamiento transparente y regulado podría fortalecer la democracia al permitir que partidos con buenas propuestas y programas puedan competir en igualdad de condiciones. Esta postura ha sido respaldada por organizaciones como ComexPerú, que ven con buenos ojos la posibilidad de que las empresas puedan contribuir al financiamiento de campañas políticas, siempre que se mantenga un marco de transparencia. Uno de los elementos más controvertidos del dictamen es el tratamiento de los aportes "confidenciales". La propuesta estipula que los nombres de los aportantes no aparecerán en los comprobantes de las transferencias realizadas a las cuentas de los partidos, lo que ha despertado inquietudes sobre la posibilidad de que se mantenga la opacidad en el financiamiento político. Críticos sostienen que esta falta de transparencia podría facilitar la entrada de capitales ilícitos en la política, un fenómeno que ya ha sido motivo de escándalo en el pasado. En un intento por garantizar un manejo más claro de los fondos, la propuesta incluye medidas que obligan a los partidos a llevar un registro detallado de las contribuciones, aunque muchos se preguntan si estas regulaciones serán suficientes para disuadir prácticas corruptas. La necesidad de fortalecer los mecanismos de control y auditoría se ha convertido en un clamor entre los ciudadanos que exigen mayor rendición de cuentas. La discusión que se avecina en la Comisión Permanente no solo buscará decidir sobre el retorno del financiamiento privado, sino que también podría redefinir el papel de las empresas en la política peruana. La posibilidad de que las contribuciones empresariales se conviertan en un vehículo para influir en la formulación de políticas despierta temores sobre el equilibrio de poder entre el Estado y los intereses económicos. Finalmente, el desenlace de esta discusión tendrá repercusiones no solo en el ámbito político, sino también en la percepción pública de la política y la economía en el país. Mientras el debate se intensifica, la sociedad civil observa con atención, esperando que las decisiones que se tomen en esta reunión sean reflexivas y en pro de una democracia más robusta y transparente. El futuro del financiamiento electoral en Perú está en juego y las voces de la ciudadanía son más relevantes que nunca en este proceso.