Gisèle Pelicot: la abuela que se convirtió en símbolo de lucha contra la violencia de género

Gisèle Pelicot: la abuela que se convirtió en símbolo de lucha contra la violencia de género

Gisèle Pelicot, de 72 años, se convierte en símbolo de valentía tras un juicio por violación, inspirando a mujeres a alzar su voz contra la violencia.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política 20.12.2024

Desde hace varias semanas, el nombre de Gisèle Pelicot ha resonado en los rincones más profundos de la sociedad francesa y más allá. A sus 72 años, esta abuela se ha convertido en un símbolo de valentía y resiliencia tras ser la víctima de un juicio por violación que ha capturado la atención del mundo entero. Su imagen, hasta hace poco casi desconocida, ha emergido como un faro de empoderamiento en un contexto donde demasiadas mujeres han sido silenciadas por el miedo y la vergüenza. El juicio, que se extendió durante cuatro meses y que involucró a su exmarido y a otros 50 hombres, no solo fue un proceso legal, sino una representación del sufrimiento de innumerables mujeres que han enfrentado situaciones similares. El rostro de Pelicot, que antes era casi invisible, ahora adorna carteles de protesta en varias ciudades francesas, y su figura ha sido utilizada en diversas plataformas mediáticas, inclusive en la portada digital de Vogue Alemania y en una portada ficticia de Time dedicada a la persona del año. Este repentino cambio en la narrativa visual no es solo una cuestión de exposición mediática. Como afirmaron sus abogados, Pelicot ha logrado transformar su experiencia de victimización en una poderosa declaración de resistencia. Su rostro, con su corte bob anaranjado y sus gafas de sol redondas, se ha convertido en un emblema de que "la vergüenza ha cambiado de bando", un grito que resuena con muchas otras mujeres que han tenido que soportar abusos e injusticias. La valentía de Pelicot radica en su decisión de hacer público el juicio, lo que implicaba no solo un acto de denuncia, sino también de exposición personal. "Toda mujer que haya tenido que soportar lo que ella soportó y suba al estrado sabe que va a ser observada", comentó Stéphane Babonneau, uno de sus abogados. En ese sentido, Pelicot no solo se presentó como víctima, sino como un nuevo modelo de fortaleza y dignidad que desafía las expectativas tradicionales sobre cómo debe lucir una víctima de agresión sexual. En una sociedad que a menudo cosifica a las mujeres, Pelicot ha hecho de su imagen un acto de afirmación. Como observó LaDame Quicolle, una artista que ha retratado a Pelicot en un mural en varias ciudades, su impacto radica en ser "una mujer común y corriente". En un contexto donde las figuras mediáticas suelen ser las que se atreven a hablar, Pelicot se ha posicionado como un rostro familiar, una madre, una abuela, recordándonos que la lucha contra la violencia de género no es una causa distante, sino una realidad cotidiana para muchas. La elección de su vestimenta durante el juicio fue deliberada. Pelicot optó por un estilo sencillo pero elegante, con chaquetas que resaltaban su dignidad y un pañuelo que simbolizaba la solidaridad de otras mujeres. A medida que el juicio avanzaba y su base de apoyo crecía, se despojaba de elementos que la protegían, como sus gafas de sol, para poder establecer un contacto visual que unificaba y empoderaba a aquellas que la acompañaban en su lucha. Este acto de despojarse de la protección que antes necesitaba se convirtió en un símbolo potente de su transformación. Pelicot, una mujer que había sido víctima, se convertía en una fuente de inspiración y un catalizador de cambio. Su historia ha resonado en un contexto más amplio, uniendo a mujeres de diferentes orígenes y experiencias en una lucha común por la justicia y la igualdad. Cada elección de Pelicot durante el juicio, desde sus atuendos hasta su forma de presentarse, ha estado impregnada de significados que han inspirado a otros a unirse a su causa. La tela del pañuelo que eligió usar, por ejemplo, estaba diseñada por mujeres aborígenes de Australia, un gesto de solidaridad que encapsula el espíritu de comunidad y apoyo mutuo que muchas mujeres buscan en sus luchas personales. La historia de Gisèle Pelicot trasciende su experiencia individual. Se inscribe en una narrativa colectiva que denuncia la violencia de género y redefine lo que significa ser una víctima. Su imagen ha capturado un momento en el tiempo, uno en el que la sociedad comienza a reconocer la fuerza inherente de aquellas que han sido silenciadas y ha dado voz a quienes han sufrido en la sombra. En última instancia, Gisèle Pelicot se ha convertido en un rostro icónico que representa no solo su valentía, sino la de todas aquellas que han enfrentado situaciones similares. Un símbolo de que las luchas individuales pueden convertirse en movimientos colectivos, inspirando a generaciones a alzar la voz y a reclamar su historia en un mundo que a menudo las ha querido callar. Su legado, así como su imagen, perdurará como un recordatorio de que el valor y la dignidad pueden surgir incluso en las circunstancias más adversas.

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