Paz en Colombia: la promesa de Petro enfrenta un camino complicado y incierto

Paz en Colombia: la promesa de Petro enfrenta un camino complicado y incierto

La paz en Colombia se complica bajo el gobierno de Petro, con diálogos fallidos y creciente violencia, dejando a millones en incertidumbre.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política 08.12.2024

La situación de paz en Colombia, a pesar de las promesas del presidente Gustavo Petro, se presenta más complicada de lo esperado. Desde su llegada al poder en 2022, Petro ha abogado por una "paz total", un ambicioso plan destinado a dialogar no solo con las guerrillas tradicionales, sino también con grupos criminales y pandillas urbanas. Sin embargo, las promesas de un cese del fuego y un futuro libre de violencia se están desvaneciendo rápidamente, dejando en la incertidumbre a millones de colombianos. El caso de Anthony Colmenares, un joven padre desaparecido desde 2019, es emblemático de una crisis que persiste. Su madre, Zenaida Basto, vive con la esperanza de que su hijo aún esté vivo y que pueda ser liberado en algún momento. Sin embargo, la realidad es que el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el grupo que probablemente lo capturó, sigue operando con impunidad, y los diálogos de paz planteados por el gobierno de Petro han tenido escaso éxito. La historia de los acuerdos de paz en Colombia ha sido compleja y trágica. La firma del acuerdo de paz con las FARC en 2016 fue un hito, pero la implementación ha sido deficiente. A pesar de que el expresidente Santos fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, la violencia ha continuado y nuevos actores han surgido en el conflicto. El ELN, según datos recientes, ha continuado su ofensiva, y el gobierno de Petro no ha logrado avanzar en sus negociaciones, que se han visto marcadas por asesinatos de soldados y la suspensión constante de diálogos. La falta de credibilidad del gobierno en el cumplimiento de acuerdos pasados se ha convertido en un obstáculo significativo. Con casi el 70% de las estipulaciones del acuerdo con las FARC aún sin implementar, los grupos armados desconfían de las promesas de Petro. Este es un factor decisivo, ya que los rebeldes no están dispuestos a deponer las armas sin garantías claras de que su seguridad y futuro serán respetados. La situación se complica aún más cuando los altos al fuego, que deberían servir como herramientas para la paz, han sido utilizados por los grupos armados para fortalecer sus posiciones. Iván Velásquez, el ministro de Defensa, ha admitido que los grupos armados tienen ahora presencia en casi la mitad del país, lo que representa un crecimiento alarmante en comparación con años anteriores. A medida que las tasas de homicidio han mostrado una leve disminución, las extorsiones y secuestros han ido en aumento. Las negociaciones con otros grupos, como el Estado Mayor Central y el Clan del Golfo, también han fracasado. Estos grupos, en lugar de buscar la paz, parecen aprovechar la situación para consolidar su poder y expandir sus actividades criminales. La falta de un marco legal adecuado para tratar con estos grupos ha dejado a Petro sin herramientas efectivas para negociar con ellos, lo que podría llevar a que más intentos de paz terminen en el fracaso. El contexto urbano también ha sido problemático. En ciudades como Quibdó, donde se han intentado altos al fuego con pandillas locales, la violencia ha resurgido con listas de asesinatos y confrontaciones entre bandas rivales. Esto ha llevado a expertos y funcionarios a advertir sobre una "paz falsa", donde la violencia simplemente se desplaza de un lugar a otro sin ser realmente abordada. Para muchos, incluido el senador Iván Cepeda, el diálogo sigue siendo la única opción viable. Sin embargo, la estrategia adoptada por el gobierno carece de la presión militar necesaria para hacer que los grupos armados consideren la entrega de armas como una opción viable. El equilibrio entre la negociación y la acción militar es delicado y, en este caso, parece que se ha inclinado demasiado hacia el diálogo sin los correspondientes mecanismos de control. Con las elecciones presidenciales a la vista, la popularidad de la paz total de Petro está en entredicho. Las encuestas muestran que la mayoría de los colombianos consideran que el proceso está fracasando. Petro se enfrenta a un desafío urgente: necesita demostrar resultados tangibles en su política de paz o arriesgarse a que su sucesor desmantele todo lo que ha construido. Sin un cambio significativo en la dirección de su enfoque, la paz en Colombia seguirá siendo un sueño distante y un tema de creciente frustración. El tiempo se agota no solo para el presidente Petro, sino también para las familias como la de Zenaida Basto, que claman por respuestas y justicia en un país que ha sufrido demasiadas décadas de violencia. La búsqueda de la paz en Colombia no solo es una cuestión política, sino una necesidad humana urgente, y el camino por delante se vislumbra incierto.

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