Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En una reciente reunión en la Escuela Kennedy de Harvard, los estrategas de las campañas de Trump y Harris se reunieron para analizar las elecciones recién concluidas. La atmósfera era tensa, pareciendo más una visita dental incómoda que una cordial discusión política. El evento, que típicamente sirve como plataforma para la reflexión y el análisis post-electoral, estuvo marcado por intercambios agudos y una clara división de perspectivas. Por un lado de la elegantemente dispuesta sala de conferencias, el equipo de Biden-Harris parecía agobiado, con expresiones que recordaban a individuos que están pasando por un doloroso procedimiento médico. Por el contrario, los estrategas de la campaña de Trump llegaron con un aire de confianza y ligereza, ansiosos por criticar a sus oponentes mientras defendían sus propias estrategias. Como es costumbre en estas discusiones, cada lado presentó sus narrativas. Sheila Nix, jefe de gabinete de la vicepresidenta Kamala Harris, afirmó que Harris había llevado a cabo una "campaña bastante impecable." Esta afirmación fue recibida con escepticismo por Chris LaCivita, un gerente de campaña de Trump, quien respondió sarcásticamente que "una ejecución impecable" no coincide con perder una elección. Sus comentarios destacaron una tensión crítica: la renuencia del equipo Biden-Harris a reconocer errores específicos a pesar del resultado electoral. El equipo Biden-Harris reconoció su derrota, pero la atribuyó más a los sentimientos predominantes del electorado que a errores tácticos. Jennifer O'Malley Dillon, presidenta de ambas campañas, declaró: "Perdimos; claramente, no logramos lo que esperábamos." Luego sugirió que el estado de ánimo del electorado en torno a temas como la economía jugó un papel más significativo que cualquier tropiezo de su parte. Por otro lado, la campaña de Trump sostenía que reconocer fallas es vital para el crecimiento y el éxito futuro. LaCivita enfatizó que no se puede afirmar que se está dirigiendo una campaña perfecta mientras se pierde. Este sentimiento resonó en el equipo de Trump, ya que se deleitaban en el reconocimiento de sus victorias estratégicas, particularmente al superar lo que ellos llamaron "el cambio" — un cambio en el sentimiento de los votantes hacia Harris tras la salida de Biden de la carrera. Las discusiones tomaron un giro más combativo cuando el equipo de Trump presionó a la campaña de Harris sobre la visibilidad y el compromiso de la vicepresidenta con los votantes. Críticos del campamento de Trump sugirieron que Harris estuvo demasiado protegida durante la campaña, cuestionando su presencia en los medios y accesibilidad. El equipo Biden-Harris defendió su enfoque, señalando las exigencias de la vicepresidencia y la necesidad de mantenerse enfocados en temas serios, como la seguridad nacional y la gobernanza. A medida que avanzaba la reunión, se hizo evidente que ambos equipos estaban lidiando con las repercusiones de la elección. El personal de Trump encontró diversión en la incomodidad de sus rivales, a menudo burlándose de sus tropiezos y la ausencia de otras figuras republicanas prominentes. En contraste, el equipo de Harris luchaba con el peso de la pérdida, lidiando con cómo enmarcar su narrativa hacia adelante. En última instancia, el diálogo reveló un contraste marcado en el enfoque entre las dos campañas. El lado de Trump se centró en la estrategia, la ejecución y la responsabilidad, mientras que el equipo de Harris luchaba por confrontar las implicaciones de su derrota mientras intentaba mantener un sentido de dignidad y resiliencia. A medida que ambos lados desglosaban las complejidades de la elección, quedó claro que se necesitarían aprender lecciones, no solo de los triunfos sino también de los fracasos. En el mundo de la política, la reflexión no se trata solo de entender la victoria; también se trata de reconocer la derrota y usarla como un trampolín para futuros esfuerzos.