Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente decisión del presidente Nicolás Maduro de adelantar la celebración de la Navidad al 1 de octubre ha generado una mezcla de desconcierto y escepticismo entre los ciudadanos venezolanos. Con menos de un mes para la festividad, muchos no pueden evitar cuestionarse si sus escasos ingresos serán suficientes para adquirir los ingredientes de la tradicional cena navideña. La situación se complica aún más debido a la crisis política que atraviesa el país, donde las elecciones recientes han dejado un ambiente de desconfianza y división. Este año, el anuncio del mandatario llega en un contexto donde la incertidumbre política es palpable. Las elecciones, que fueron objeto de críticas tanto a nivel nacional como internacional, arrojaron resultados disputados. Mientras el Consejo Nacional Electoral declaró a Maduro ganador con 6,4 millones de votos, la oposición, apoyada en actas propias, sostiene que su candidato, Edmundo González, recibió 7,3 millones. Este desacuerdo no solo agrava la polarización política, sino que también erosiona la ya frágil confianza en las instituciones del país. Los ecos de la crisis económica se sienten profundamente en la vida cotidiana de los venezolanos. José Ernesto Ruiz, un oficinista de 57 años, plantea una pregunta que resuena con muchos: “¿Quién se lo puede creer que hay un adelanto de la Navidad?” La alegría que tradicionalmente acompaña a esta festividad se ve opacada por la realidad económica que enfrenta la población. Los precios de los productos básicos han aumentado drásticamente, haciendo que lo que antes era un ingreso suficiente para celebrar la Navidad ahora apenas alcance para cubrir lo esencial. La falta de claridad sobre el significado de este adelanto navideño ha dejado a muchos en un estado de incertidumbre. Aunque en años anteriores también se adelantó la celebración, nunca se había hecho con tal antelación. La percepción general es que este movimiento podría ser una estrategia del gobierno para desviar la atención de problemas más urgentes que afectan a la ciudadanía, como la escasez de alimentos, el transporte y la atención médica. Inés Quevedo, madre de dos niños, expresa su preocupación por cómo cubrirá los gastos cotidianos, dejando poco espacio para la celebración. “No creo que nos mejoren los sueldos y nos paguen el aguinaldo en octubre”, dice, una afirmación que refleja el sentir de muchas familias que luchan por llegar a fin de mes. El aguinaldo, un bono de fin de año que solía ser una ayuda crucial, ha perdido su valor en un contexto de hiperinflación y salarios estancados. La situación se agrava cuando se consideran los altos precios de los alimentos, que han experimentado un aumento significativo en comparación con años anteriores. Por ejemplo, el costo de las cebollas ha pasado de 0,41 centavos de dólar en 2017 a más de 1,98 dólares en la actualidad. Este tipo de incrementos no solo afectan la capacidad de las familias para comprar los ingredientes navideños, sino que también generan un ambiente de frustración y resignación. A pesar del adelanto navideño, el espíritu festivo parece ausente en el aire. La estudiante Yoana Pérez, de 21 años, comparte su opinión: “La Navidad me encanta, pero no creo que mucha gente piense que este sea el momento.” La falta de recursos y el pesimismo generalizado han llevado a muchos a cuestionar si es apropiado celebrar antes de resolver los problemas que aquejan a la nación. Mayela Sánchez, una ex ayudante de cocina de 81 años, también muestra su desacuerdo con el adelanto. “La Navidad es una fecha sagrada, cada cosa en su momento”, aclara, reflejando una visión que valora la tradición y la temporalidad en las festividades. Esta perspectiva es compartida por muchos que se sienten desconectados del mensaje del gobierno y de sus proclamaciones de alegría y prosperidad. En este contexto de crisis, los venezolanos se ven atrapados entre un deseo de celebración y una dura realidad económica. La falta de un salario digno y la disparidad entre precios y sueldos hacen que la Navidad, en lugar de ser un momento de alegría, se convierta en un recordatorio de las dificultades diarias que enfrentan. A medida que se acerca diciembre, muchos se preguntan qué tan posibles son las celebraciones y si realmente hay motivos para celebrar. El anuncio de Maduro de adelantar la Navidad puede ser visto como un intento de inyectar optimismo en un momento oscuro, pero para muchos, la verdadera esperanza radica en la resolución de problemas fundamentales que afectan a toda la sociedad. La pregunta ahora es si los venezolanos podrán encontrar la alegría y la celebración en medio de la incertidumbre y la crisis que los rodea.