Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente decisión del juez supremo federal de Brasil, José Antonio Dias Toffoli, ha sumido en un nuevo y complejo capítulo las investigaciones que siguen el rastro de la corrupción vinculada a Odebrecht en Perú. El 14 de agosto, Toffoli amplió una declaración de ilegalidad sobre las pruebas obtenidas por el Ministerio Público Federal de Brasil, que fueron compartidas con la fiscalía peruana en la investigación del empresario Gonzalo Eduardo Monteverde Bussalleu. Este pronunciamiento no solo afecta el caso específico de Monteverde, sino que también tiene implicaciones más amplias para todos los casos relacionados con el escándalo de Lava Jato en el país vecino. La declaración del juez brasileño sostiene que las pruebas obtenidas de los sistemas Drousys y My Web Day B, utilizados en el marco del acuerdo de colaboración con Odebrecht, son completamente inaplicables debido a que fueron obtenidas sin respetar la cadena de custodia y, además, violando derechos humanos. Esta declaración se fundamenta en la doctrina del árbol envenenado, que estipula que si una prueba es ilícita, todos los elementos derivados de ella también carecerán de validez. De este modo, la justicia brasileña ha declarado que las evidencias compartidas con Perú no son solo irresponsables, sino que están contaminadas, poniendo en duda la credibilidad de todo un sistema judicial. Las consecuencias de esta decisión son significativas y se extienden a los procesos judiciales que involucran a figuras prominentes de la política peruana, como el ex presidente Ollanta Humala y el ex ministro Jaime Yoshiyama. Estos procesos se han sustentado en gran medida en testimonios y documentos proporcionados por Odebrecht, que, tras la resolución de Toffoli, ven su integridad cuestionada. La imposibilidad de utilizar estas pruebas podría poner en jaque las acusaciones y, en consecuencia, la búsqueda de justicia en estos casos emblemáticos. Monteverde, quien se encuentra prófugo desde 2019, es acusado de haber ejecutado actos de transferencia y ocultamiento de activos ilícitos relacionados con Odebrecht. Sin embargo, la prohibición de utilizar las pruebas que se derivan de la colaboración entre las fiscalías de ambos países complica sobremanera el proceso que intenta llevarlo a la justicia. El fiscal José Domingo Pérez había señalado que Monteverde habría estado involucrado en la transferencia de casi 25 millones de dólares en sobornos para la obtención de contratos públicos, un hecho que, si no puede ser probado de manera adecuada, podría resultar en la impunidad. El impacto de la decisión de Toffoli se extiende más allá de los casos individuales de Monteverde y Humala. Las investigaciones sobre aportes ilícitos de Odebrecht a campañas políticas desde 2011 se ven ahora gravemente comprometidas. Figuras políticas que han sido mencionadas en estos vínculos, como Alejandro Toledo y Pedro Pablo Kuczynski, se encuentran en una posición vulnerable ante la posible invalidez de las pruebas en su contra. Este efecto dominó podría llevar a un desmantelamiento de numerosos casos que se basan en la información proporcionada por los fiscales brasileños. La cooperación judicial internacional se encuentra en el centro de este dilema. Perú y Brasil han trabajado en conjunto mediante convenios que establecen un respeto mutuo por las jurisdicciones de ambos países. Sin embargo, la pregunta que surge ahora es si los jueces peruanos están obligados a acatar la decisión del juez brasileño. Expertos legales sugieren que, dado que Perú recibió las pruebas en el marco de estos acuerdos, debe respetar igualmente la declaración de ilicitud emitida por Brasil. La reciente audiencia en Perú, donde se presentó la resolución de Toffoli como prueba nueva en el caso de Jaime Yoshiyama, es un claro ejemplo de cómo esta decisión brasileña se traduce en la dinámica judicial peruana. Abogados defensores y fiscales se encuentran en un terreno incierto, mientras el Tercer Juzgado Penal Colegiado evalúa la relevancia de las nuevas pruebas y su impacto en el juicio en curso. La situación plantea interrogantes sobre la integridad del proceso judicial en ambos países y la posibilidad de que otros casos relacionados con Lava Jato se vean igualmente comprometidos. Las decisiones que se tomen en las próximas semanas sobre la validez de las pruebas y la colaboración judicial podrían redefinir el futuro del sistema de justicia en Perú, así como la reputación de sus instituciones. El escándalo de Lava Jato continúa revelando su complejidad y las redes de corrupción que han tejido a lo largo de la política en América Latina. La lucha contra la impunidad se enfrenta ahora a un nuevo desafío, en el que las decisiones de una nación pueden influir directamente en el proceso judicial de otra, en un escenario que pone a prueba la fortaleza de la cooperación internacional en la lucha contra la corrupción. La justicia, en este sentido, parece estar en una encrucijada, donde la verdad y la legalidad deben navegar entre las aguas turbulentas de decisiones que resuenan más allá de las fronteras.