Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La Asamblea Nacional de Venezuela, bajo el control del chavismo, ha reanudado las discusiones sobre una controvertida "Ley contra el fascismo, el neofascismo y expresiones similares", que podría tener un impacto significativo en las libertades civiles y los derechos políticos de los ciudadanos. Este proyecto de ley, presentado por Nicolás Maduro, ha sido objeto de un intenso debate y críticas tanto a nivel nacional como internacional, ya que se percibe como un intento de consolidar el control del gobierno sobre la disidencia y las últimas expresiones de oposición remanentes en el país. La propuesta plantea la posibilidad de imponer severas sanciones a quienes se consideren promotores de ideologías “fascistas” o “neofascistas”, una categoría que no está claramente definida y que podría ser utilizada de manera arbitraria. La norma contempla la ilegalización de partidos políticos, la prohibición de manifestaciones públicas y el cierre de medios de comunicación, lo que representa un serio atentado contra la libertad de expresión y de reunión. Estos aspectos han generado alarmas entre los defensores de los derechos humanos, quienes advierten sobre el riesgo de que esta ley sirva como un instrumento de represión. El presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, ha enfatizado que el objetivo de la ley es proteger a la población del “odio” y de las “expresiones de odio social”, en un contexto donde la polarización política en Venezuela ha alcanzado niveles alarmantes. Sin embargo, la ambigüedad de los términos utilizados en la ley deja abierta la puerta a la interpretación y aplicación selectiva, lo que podría transformar la norma en una herramienta para silenciar a aquellos que critican al régimen. Desde su primera votación en abril, la ley ha suscitado críticas por su enfoque punitivo. A través de sus 30 artículos, se establecen medidas que aumentan la censura y la autocensura, imponiendo un marco donde cualquier crítica al gobierno podría ser interpretada como un acto de “fascismo”. Los artículos que regulan el rol de los medios de comunicación son particularmente preocupantes, ya que obligan a estos a difundir mensajes que contribuyan a proteger a la sociedad de ideas consideradas fascistas, lo que podría llevar a una autocensura generalizada. Los sectores que han sido identificados como objetivos de esta ley incluyen a aquellos involucrados en las protestas de 2014, 2015 y 2017, así como a los partidos y figuras vinculados a la Asamblea Nacional de 2015, que tenía una mayoría opositora. Este enfoque selectivo plantea interrogantes sobre la verdadera intención detrás de la ley, que parece más una estrategia de control que una acción legítima en defensa de la democracia. El análisis realizado por el Laboratorio de Paz señala que, en Venezuela, no existen movimientos de ultraderecha que justifiquen la implementación de esta ley. De hecho, argumenta que la ley podría retroactivamente criminalizar conductas que ocurran antes de su aprobación, lo que implicaría un claro ataque a la libertad de expresión y un intento de silenciar cualquier disidencia. Además, la ley no solo abarca a individuos y organizaciones sociales, sino que también se extiende a los medios de comunicación, que podrían enfrentar sanciones severas, incluidas multas exorbitantes y la revocación de concesiones, si se consideran culpables de difundir mensajes que se alineen con el fascismo. Esta regulación de la libertad de prensa es particularmente alarmante en un país que ya enfrenta serias restricciones en cuanto a la información y la libertad de expresión. La discusión de esta ley se lleva a cabo en un contexto de desconfianza generalizada hacia el proceso electoral, ya que las recientes elecciones presidenciales han sido calificadas de fraudulentas por la oposición y observadores internacionales. Esto plantea la posibilidad de que cualquier objeción a los resultados electorales pueda ser sancionada bajo la nueva legislación, consolidando aún más el control del gobierno sobre el discurso público y la oposición política. En conclusión, la "Ley contra el fascismo" no solo representa un riesgo para las libertades civiles en Venezuela, sino que también podría marcar un paso más hacia la consolidación de un régimen autoritario. La comunidad internacional, así como los ciudadanos venezolanos, deben estar atentos a estos desarrollos, que podrían tener un impacto duradero en la lucha por la democracia y los derechos humanos en el país. La promulgación de esta ley podría instituir un clima de miedo y represión, desdibujando las ya frágiles líneas de la pluralidad política y dando un golpe más a la ya deteriorada democracia venezolana.