Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El proyecto de la refinería de Dos Bocas ha estado rodeado de controversias y promesas incumplidas desde su anuncio por el presidente Andrés Manuel López Obrador en mayo de 2019. En ese momento, el mandatario se comprometió a construir la refinería en un plazo de tres años y con un costo estimado de 8 mil millones de dólares. A pesar de la invitación a cuatro consorcios internacionales, estas empresas rechazaron participar en el proyecto bajo las condiciones planteadas, advirtiendo que los costos y los plazos serían significativamente mayores. Posteriormente, el presidente decidió que Petróleos Mexicanos (Pemex) asumiría la construcción de la refinería. A partir de ahí, las fechas de inauguración han sido constantemente modificadas. En diversas ocasiones, López Obrador ha pospuesto la fecha de operación, desde un inicio proyectado para el 2022 hasta sus más recientes afirmaciones de que la refinería comenzaría a producir en agosto de 2023 y alcanzaría su plena capacidad más adelante en el año. La inauguración formal de la refinería tuvo lugar el 1 de julio de 2022, aunque el gobierno reconoció que solo se trataba de una "primera etapa". Más de un año después, el 3 de agosto de 2023, el presidente volvió a declarar la inauguración, esta vez aceptando que la refinería funcionaba al 50% de su capacidad. Sin embargo, expertos en el sector energético sostienen que la planta no está operando ni siquiera a esa capacidad, ya que está recibiendo productos semiacabados de otras refinerías en lugar de procesar petróleo crudo de manera directa. Desde su anuncio, el costo de la refinería ha incrementado de manera exponencial. De los 8 mil millones de dólares inicialmente previstos, las estimaciones han ido escalando hasta alcanzar cifras que superan los 18 mil millones, e incluso hay proyecciones que estiman que podría costar más de 24 mil millones de dólares. Esta serie de aumentos en el presupuesto ha sido reportada en varias ocasiones en los estados financieros de Pemex, pero el presidente ha negado inconsistencias hasta que las cifras fueron finalmente reconocidas. Un punto de atención adicional en la construcción de Dos Bocas ha sido la figura de Leonardo Cornejo Serrano, un alto funcionario que ha estado involucrado en casos de corrupción en administraciones anteriores y que, a pesar de su historial, ha sido contratado por Pemex para liderar el proyecto. Su papel como subdirector de Proyectos Industriales ha suscitado críticas, dada su asociación con el escándalo de Odebrecht y su cercanía a figuras clave de la administración anterior. Por otro lado, la secretaria de Energía, Rocío Nahle, ha estado al frente del proyecto, pero su gestión también ha sido objeto de escrutinio. En el contexto de la campaña electoral de 2024, se han denunciado irregularidades en su declaración patrimonial, incluyendo propiedades que no fueron debidamente reportadas, lo que ha generado dudas sobre la transparencia en la gestión de los recursos destinados a la refinería. Las implicaciones de la construcción de Dos Bocas no solo tienen que ver con el costo y el tiempo, sino también con la percepción de corrupción y falta de ética en la administración actual. Los vínculos de algunos funcionarios con empresas contratistas y la opacidad en el manejo de contratos han despertado inquietudes sobre la integridad del proceso. Además, recientes grabaciones han revelado conversaciones que sugieren la existencia de conexiones entre altos funcionarios, empresas y contratos millonarios, lo que añade una capa más de complejidad y controversia al proyecto que el gobierno ha intentado promover como un símbolo de soberanía energética. A medida que avanzan las obras y se hacen anuncios sobre la producción y la capacidad de la refinería, el futuro de Dos Bocas sigue siendo incierto. La realidad de la operación y los costos asociados continúan suscitando un debate importante sobre la dirección de la política energética en México y la capacidad del gobierno para cumplir sus promesas. Las expectativas iniciales se han visto empañadas por retrasos y sobrecostos, y la confianza en la gestión de este ambicioso proyecto se mantiene en una frágil balanza.