Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El testimonio de una venezolana que ha realizado un arduo camino hacia Estados Unidos revela las duras realidades del éxodo que enfrenta su país. Figueredo, quien llegó a EE.UU. el pasado 4 de julio, es parte de un grupo de más de 7 millones de venezolanos que han abandonado su hogar desde 2015 debido a la crisis económica y política que asola a la nación, según la información proporcionada por Naciones Unidas. Su relato no solo es un reflejo de su valentía, sino también de la desesperación que impulsa a muchos a buscar una vida mejor en el extranjero. La travesía de Figueredo fue particularmente angustiosa. Junto a su familia, que incluye a su hijo, nuera y tres nietos de corta edad, se unió a una caravana de aproximadamente 200 personas que cruzó la peligrosa selva del Darién, un trayecto que ha tomado notoriedad por su riesgo extremo. En su relato conmovedor, Figueredo recuerda cómo la balsa en la que viajaban se volcó, un momento que casi le cuesta la vida a su bebé. “Tuve que casi tirar a la bebé para que los que estaban en tierra la salvaran”, cuenta entre lágrimas, recordando el terror de ese instante. La situación económica en Venezuela, que solo ha mejorado de forma marginal desde la pandemia, fue el factor determinante que llevó a Figueredo a tomar la difícil decisión de emigrar. Antes de su partida, trabajó durante 22 años en el sector del transporte en Caracas, donde sus ingresos mensuales apenas le permitían comprar lo básico. "Ganaba entre 30 y 40 dólares mensuales, que apenas alcanzaban para dos harinas PAN, mantequilla y un queso”, explica, una descripción que ilustra la dura realidad que sufren muchos venezolanos. Una vez en EE.UU., el camino de Figueredo no se detiene. Ahora se enfrenta al reto de obtener un permiso de trabajo, y su próximo destino es Denver, Colorado, donde un amigo de la familia se ha ofrecido a recibirlos por un mes. Su esperanza es construir una nueva vida, encontrar un hogar, alimento y, especialmente, paz. Sin embargo, mientras su futuro se define, su familia reside temporalmente en una cancha de baloncesto que ha sido adaptada como refugio, compartiendo el espacio con otros migrantes de distintas nacionalidades. El refugio donde se encuentran brinda un alivio momentáneo, pero también refleja la creciente crisis migratoria en la frontera sur de EE.UU. El párroco cubano Rafael García, que dirige el refugio del Sagrado Corazón en El Paso, ha visto un aumento significativo en la llegada de migrantes, la mayoría de ellos venezolanos. “Tuvimos que organizar y acoger a más de un centenar de personas”, explica, subrayando la importancia del apoyo comunitario y la movilización de recursos para atender a los necesitados. El relato de Figueredo y su familia es solo una de las muchas historias que reflejan la lucha por la supervivencia que enfrentan los migrantes. La crisis en la frontera ha hecho que solicitar asilo se convierta en un desafío monumental. La burocracia y las limitaciones impuestas por el gobierno de EE.UU. han generado una situación en la que muchos, a pesar de haber dejado atrás todo, se enfrentan a nuevos obstáculos que dificultan su búsqueda de un futuro mejor. El secretario de Seguridad Nacional de EE.UU., Alejandro Mayorkas, ha reconocido que el gobierno tiene una "capacidad limitada" para procesar casos de migrantes. Con tan solo 1,450 citas diarias disponibles a través de la aplicación CBP One para toda la frontera sur, la situación se vuelve insostenible para aquellos que ya han soportado tanto en su viaje. Esta herramienta, que se ha establecido como el único medio para solicitar asilo tras las restricciones impuestas, presenta su propio conjunto de desafíos que añaden más presión a las familias en tránsito. La historia de Figueredo es una entre millones. Su testimonio resuena como un llamado a la empatía y a la comprensión en medio de una crisis humanitaria que no muestra señales de desaceleración. Cada día, miles de personas se ven obligadas a dejar atrás sus vidas y enfrentar lo desconocido en busca de oportunidades y dignidad. La comunidad y las organizaciones que brindan apoyo en el camino tienen un papel crucial, pero es esencial que también se amplíen los recursos y se realicen cambios en las políticas para abordar las raíces de esta crisis migratoria. A medida que Figueredo y su familia esperan su cita para obtener protección y asilo, su historia nos recuerda la importancia de la solidaridad y la necesidad de políticas más humanas que reconozcan la dignidad de cada migrante. La lucha por un futuro mejor continúa, y con cada historia compartida, se eleva una voz que clama por justicia y oportunidades en un mundo en el que la movilidad humana se ha convertido en un tema candente y a menudo controvertido.