112 millones de rusos eligen a Putin por cuarta vez en elecciones amañadas.

112 millones de rusos eligen a Putin por cuarta vez en elecciones amañadas.

112 millones de rusos votan en elecciones donde Putin busca un mandato hasta 2030. Opositores son meros actores secundarios en un escenario previamente definido. Putin busca legitimidad y proyectar una Rusia poderosa, pero su visión choca con Occidente.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política 17.03.2024
Desde el viernes hasta hoy, 112 millones de rusos están yendo a las urnas para elegir nuevamente a Vladimir Putin, en un mandato que durará hasta el 2030. Aunque hay otros tres postulantes, las elecciones son un mero trámite, pues todo está previsto para la victoria del presidente. "Putin ya ha ejercido dos mandatos presidenciales de cuatro años y dos de seis, con un período intermedio como primer ministro". De hecho, los otros tres "rivales" son comparsas para dar la apariencia de una elección plural y no permitir que Putin sea el único candidato. Además, tienen la venia del Kremlin, pues otros dos candidatos -más críticos, aunque no al nivel de opositores frontales como el fallecido (o asesinado) Alexéi Navalny- fueron impedidos de presentarse argumentando problemas de procedimiento. "Aunque Putin ganará sin duda las próximas elecciones, no lo hará por la fuerza de su personalidad. Estas elecciones serán de las más amañadas hasta la fecha en la política rusa", dice a El Comercio Callum Fraser, investigador experto en Rusia y Eurosia del think tank RUSI, basado en Londres. Las elecciones del 2018 las ganó con el 76% de los votos y el Kremlin espera que esta vez el presidente logre un 80%, una cifra irreal pero que pretende mandar un mensaje de legitimidad en medio del contexto de la guerra en Ucrania. ¿Pero realmente le importa a Putin lo que piensen los demás sobre él? La respuesta es sí, y mucho. La imagen que ha creado de sí mismo, de ser el salvador del orgullo ruso, que quedó por los suelos a inicios de los años 90 tras la desintegración de la Unión Soviética, es clave para entender su necesidad de mantenerse en el poder al considerarse el depositario de los anhelos de una nación de volver a ser considerada una potencia. Ya lo ha dicho en varias conferencias al señalar la urgencia de crear un "nuevo orden mundial", un nuevo eje donde las potencias occidentales, sobre todo Estados Unidos, no sean hegemónicas. Por eso, Putin ha virado sus intereses hacia África, China y también América Latina. "A Putin sí le importa cómo lo ve Occidente, al menos en la medida en que la percepción que tienen de él está relacionada con su percepción de Rusia. Desea que Occidente lo vea como una figura de fuerte determinación, alguien que no cederá ante la presión externa, pero también quiere que Occidente lo vea como impredecible para ser cauteloso con sus acciones", agrega Fraser. En sus primeros años al frente del Kremlin (desde 1999 como sucesor de Boris Yeltsin y desde el 2000 como presidente elegido), Putin mantuvo una buena relación con Occidente y con los líderes de entonces, como George W. Bush, que incluso lo calificó de "líder notable", pese a que ya se conocían los abusos cometidos en Chechenia, una guerra a la que Washington y sus aliados prefirieron mirar de lado. Pero la línea roja se empezó a marcar pocos años después al empezar a acusar a la OTAN de expansionismo y de acercarse a las fronteras rusas con su propuesta de un escudo antimisiles, una acción considerada como una injerencia occidental en la histórica zona de influencia de Moscú. Así, su animadversión hacia las potencias occidentales fue creciendo al mismo tiempo que se ponía como el adalid de los "valores tradicionales rusos" en contraposición con el progresismo de las democracias liberales. "En el 2020, Rusia reformó la Constitución para permitir que Putin se presentara a dos elecciones más. Es decir, podrá mantenerse en la presidencia hasta el 2036". El presidente, ahora de 71 años, es un producto neto de la historia rusa del siglo XX. Sus padres sobrevivieron al asedio de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial, y su infancia fue marcada por la pobreza de los años del estalinismo. Pudo estudiar Derecho y luego se convirtió en un agente de contrainteligencia en la era soviética. Tras la desintegración de la URSS -que él mismo ha calificado como un gran desastre histórico- se supo hacer espacio en la naciente política rusa hasta llegar a ser primer ministro a fines de los años 90, un tiempo en el que los oligarcas se habían repartido el país. Desde entonces, y en lo que va del siglo XXI, los rusos solo han conocido a Vladimir Putin como presidente. "Putin quiere dejar el legado de un hombre que devolvió a Rusia su lugar 'legítimo e histórico' como gran potencia. Aunque Rusia obtuviera una victoria total en Ucrania, es poco probable que las consecuencias del conflicto ofrezcan el retrato que desea de sí mismo", explica Fraser. Neutralizando opositores y disidentes a su paso -con envenenamientos y extraños suicidios de por medio- el mandatario se presenta como el restaurador de una Rusia menospreciada por Occidente y que, tantas décadas después del fin de la Guerra Fría, parece aún no entenderla. El detalle es que Putin tampoco parece entender que el sueño del imperio ruso terminó en 1917.
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