El oscuro avance del narcotráfico y el terrorismo en América Latina: una amenaza latente en las elecciones
En las recientes elecciones en América Latina, un actor oscuro ha emergido como una amenaza latente que combina el narcotráfico y el terrorismo. El ex presidente de Ecuador, Jamil Mahuad, ha expresado su preocupación por el avance del narcotráfico en la región, comparando las acciones violentas de los carteles con el terrorismo. Recientemente, grupos criminales vinculados con el Cártel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación tomaron varias ciudades en Ecuador, generando muerte y temor colectivo. Aunque el gobierno logró controlar la situación, se teme que estos grupos regresen con más fuerza. Mientras el presidente mexicano considera el problema como crimen organizado, el ex presidente Noboa lo reconoció como acto de terrorismo. Es necesario considerar a los carteles como organizaciones terroristas y abordar el problema de manera contundente.
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En las recientes elecciones en América Latina, hay un actor oscuro que está actuando abiertamente y se está haciendo cada vez más visible a medida que avanza el proceso electoral. Aunque no se ve una estrategia de contención por parte de los gobiernos, hay una amenaza latente que combina el narcotráfico y el terrorismo.
En un podcast reciente, el ex presidente de Ecuador, Jamil Mahuad, expresó su preocupación por el avance del narcotráfico en la región, señalando que las acciones violentas de los carteles cada vez se asemejan más al terrorismo. Un claro ejemplo de esto sucedió la semana pasada en Ecuador, cuando los grupos criminales vinculados con el Cártel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación tomaron varias ciudades, incluyendo Quito, generando muerte y temor colectivo.
Aunque el gobierno de Daniel Noboa logró controlar la situación, se teme que estos grupos simplemente se hayan replanteado para luego regresar con más fuerza. Ya se ha visto su capacidad operativa al asesinar a un candidato presidencial y a un vicefiscal. Estas acciones son similares a las que los carteles de Sinaloa y Jalisco han llevado a cabo en varios estados de México.
La principal diferencia entre los presidentes Noboa y López Obrador hasta ahora es que el primero reconoció estos ataques como actos de terrorismo y actuó en consecuencia, poniendo en peligro su propia vida. Mientras tanto, el presidente mexicano sigue considerando el problema como un asunto de crimen organizado.
Es importante destacar que hasta ahora, la iniciativa de considerar a los carteles mexicanos como terroristas ha venido del gobierno estadounidense, pero ha sido rechazada por López Obrador por considerarla una violación a la soberanía nacional. Sin embargo, la violencia en México ha empeorado y las masacres son cada vez más frecuentes.
A pesar de la gravedad de la situación, el Congreso de la Unión aún no ha discutido la posibilidad de considerar a los carteles como organizaciones terroristas. Esto podría generar un cambio fundamental en la política de seguridad del país, que actualmente se basa en la idea de "abrazos, no balazos". Es importante abordar las causas del problema, aunque hasta ahora los resultados de esta política han sido negativos.
Según Mahuad, el proceso de avance del narcotráfico en nuestras sociedades pasa por tres etapas. Primero, el crimen organizado toma la iniciativa y captura a la sociedad y a los poderes públicos. Luego, se infiltran en la economía y debilitan los pilares del sistema democrático. Finalmente, capturan toda la estructura de gobierno y se configura un narcoestado.
En México, actualmente nos encontramos en la segunda etapa de este proceso. Esto se manifiesta en la falta de respuesta de las autoridades ante los grupos armados, en el asesinato de aspirantes a cargos políticos y en la extorsión a diferentes sectores económicos.
No podemos descartar que en distintas regiones del país esté en marcha un operativo para promover candidaturas narcas y asesinar a posibles candidatos. Este jugador oscuro se está volviendo más visible a medida que avanza el proceso electoral, sin que haya una estrategia de contención para garantizar que estos grupos no interfieran en el proceso.
Aunque algunos consideren que hablar de este tema durante el proceso electoral puede inhibir la participación ciudadana, es fundamental tener una estrategia específica en este momento. Los candidatos deben poder hacer campaña y la gente debe sentirse segura para votar, por lo que es necesario abordar este problema de manera contundente.