Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A medida que Donald Trump se prepara para regresar al poder político, el panorama del activismo climático está listo para un cambio significativo. Si bien la perspectiva de su administración puede evocar miedo entre los defensores del clima, la realidad es que el mercado energético en los Estados Unidos ha experimentado cambios transformadores desde 2020. La legislación reciente, específicamente la ley de infraestructura bipartidista y la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés), refleja un cambio crucial en cómo los responsables de políticas están abordando el cambio climático, no solo como un desafío ético, sino como un asunto de innovación tecnológica y estrategia industrial. Este giro es crítico. En el pasado, los defensores del clima a menudo se apoyaban en marcos regulatorios, litigios y una postura confrontativa contra las industrias de combustibles fósiles. Sin embargo, los éxitos de la IRA y la ley de infraestructura demuestran que se necesita un enfoque más constructivo. Estas leyes no solo se trataban de impulsar una agenda ecológica; se trataban de fomentar una coalición diversa de intereses que reconocen los beneficios económicos de la energía limpia. Desde agricultores en Carolina del Sur que se benefician de incentivos de energía solar hasta distritos representados por republicanos que reciben inversiones significativas en energía limpia, la narrativa anterior del activismo climático necesita una reevaluación seria. El apoyo bipartidista a la IRA subraya que hay una creciente base de apoyo en todo el espectro político que comprende las implicaciones financieras de la transición energética. Con inversiones significativas fluyendo ahora hacia bastiones tradicionalmente republicanos, los defensores deben reconocer que la acción climática puede enmarcarse como una oportunidad económica compartida en lugar de un asunto partidista. En lugar de oponerse a las industrias de combustibles fósiles con animosidad, el enfoque debe cambiar hacia la creación de asociaciones que puedan llevar a resultados mutuamente beneficiosos. Este nuevo enfoque requerirá que los activistas climáticos abracen verdades incómodas, a saber, que la energía limpia debe volverse más asequible y accesible para competir eficazmente con los combustibles fósiles. Navegar por los obstáculos burocráticos impuestos por legislaciones como la Ley Nacional de Política Ambiental es crucial. Si bien fue diseñada para proteger el medio ambiente, el exceso de burocracia puede obstaculizar la implementación oportuna de proyectos de energía limpia. Encontrar un equilibrio entre la protección ambiental y la agilización del desarrollo de energía limpia no es solo ideal; es necesario para la supervivencia del movimiento climático. Además, la estrategia también debe incluir un enfoque pragmático hacia los combustibles fósiles. En lugar de oponerse a todos los proyectos de combustibles fósiles de manera rotunda, los defensores deberían considerar apoyar una producción estable para mitigar la volatilidad del mercado, evitando así picos de precios que podrían provocar reacciones públicas adversas. Una estrategia sensata posicionaría al gobierno como una fuerza estabilizadora en los mercados energéticos mientras se impulsa simultáneamente la transición hacia vehículos eléctricos y otras tecnologías limpias. El movimiento climático también debe ampliar su coalición más allá de los ambientalistas tradicionales. Hay oportunidades para involucrar a agricultores, expertos en seguridad nacional e incluso a empresas de combustibles fósiles en la conversación sobre energía limpia. Al enmarcar la transición hacia un futuro energético más sostenible como no solo beneficiosa, sino esencial para la seguridad nacional y la estabilidad económica, se puede obtener un apoyo más amplio. Si bien algunos pueden ver este enfoque pragmático como excesivamente complaciente con industrias que históricamente han resistido el cambio, la realidad es que los resultados importan. Los logros de las iniciativas legislativas de la administración Biden muestran que la colaboración, en lugar de la antagonismo, puede generar un progreso significativo. De cara al futuro, el movimiento climático necesita reconocer que el progreso sostenible radica en redefinir a los oponentes como partes interesadas en la transición energética, transformando la narrativa de adversarios a aliados. A medida que los responsables de políticas y los defensores se preparan para los desafíos que se avecinan, abrazar una estrategia colaborativa y pragmática será vital para el futuro de la acción climática en América. El camino hacia un progreso climático duradero puede no encajar perfectamente en los viejos paradigmas del activismo, pero ofrece una forma prometedora de avanzar ante un panorama político cambiante.