Claudia Sheinbaum asume la presidencia ante retos energéticos y ecológicos en México

Claudia Sheinbaum, la primera presidenta electa de México, asumirá su cargo el 1 de octubre con un trasfondo académico impresionante en ingeniería energética y una participación significativa en el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU. Su llegada al poder ha renovado las esperanzas de muchos, quienes ven en su trayectoria un potencial significativo para que México recupere su estatus como líder en energías limpias. Sin embargo, a pesar de sus credenciales, especialistas advierten que su plan energético resulta confuso y contradictorio, lo que podría comprometer el futuro ecológico y energético del país. A pesar de ser considerada una aliada de los movimientos ecologistas, Sheinbaum parece estar alineada con políticas que favorecen a las empresas estatales, como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Este enfoque contradice la necesidad urgente de modernizar y diversificar el sector energético de México, que ha sufrido un retroceso desde que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) asumió la presidencia en 2018. Las políticas de AMLO han priorizado la reactivación de Pemex y el restablecimiento del monopolio de la CFE, lo que ha resultado en tarifas eléctricas más altas y un aumento en los apagones. La revisión y posible reforma constitucional que impulsa su mentor, AMLO, representa un gran peligro para la independencia del sector energético. Estas reformas, que han sido criticadas por socavar la capacidad del poder judicial y desmantelar organismos reguladores, podrían llevar a un escenario donde las decisiones sobre permisos eléctricos recaigan casi exclusivamente en la Secretaría de Energía. Esto genera un clima de incertidumbre para los inversionistas, quienes temen verse obligados a asociarse con empresas estatales en lugar de operar de manera competitiva en el mercado. El potencial de las energías renovables en México es indiscutible, con estimaciones que sugieren una capacidad de producción de más de 25,000 gigavatios de energía solar, así como recursos significativos en energía eólica, geotérmica e hidráulica. Sin embargo, este potencial ha sido mal aprovechado desde la llegada de AMLO al poder, quien ha buscado revertir las reformas de apertura del sector energético implementadas en 2013. Las decisiones de AMLO han llevado a una disminución en la inversión extranjera y a una creciente desconfianza en el sector privado. Uno de los mayores retos que enfrentará Sheinbaum será equilibrar su compromiso con las energías renovables y la presión para mantener el control estatal sobre el sector energético. Mientras que ha prometido una inversión significativa en infraestructura energética, su insistencia en que Pemex siga siendo el pilar del sector puede limitar la innovación y la adopción de tecnologías limpias necesarias para un desarrollo sostenible. La nueva ministra de Energía, Luz Elena González Escobar, ya ha dejado claro que la prioridad será la soberanía energética, lo que podría traducirse en una continuación de las políticas estatistas. El nombramiento de Emilia Esther Calleja al frente de la CFE también plantea interrogantes sobre la dirección futura de la empresa. Su experiencia está más alineada con la generación de energía convencional, lo que podría dificultar la transición hacia fuentes de energía limpias. La necesidad de aumentar la capacidad hidroeléctrica también se presenta como un desafío, ya que México enfrenta condiciones climáticas que limitan la viabilidad de nuevos proyectos de este tipo. La situación financiera de Pemex es alarmante. Con una deuda que supera los 100,000 millones de dólares y una producción que ha disminuido drásticamente, los esfuerzos de AMLO por revivir la empresa están llevando a un mayor deterioro. Las inversiones mal gestionadas, como la polémica refinería que costó más del doble de lo previsto, solo han acentuado la ineficiencia del sector. Ante este panorama, las promesas de Sheinbaum de diversificar las actividades de Pemex hacia energías renovables parecen más un deseo que una realidad viable. La creciente presión de los sectores industriales también es un factor a considerar. Una encuesta reciente reveló que la mayoría de los parques industriales citan problemas de suministro energético como un impedimento para atraer inversiones. En un mundo donde la sostenibilidad es cada vez más crucial, las empresas requieren fuentes de energía limpias para cumplir con sus objetivos de reducción de emisiones. La reticencia de Sheinbaum a adoptar un enfoque más liberal y a permitir la inversión privada podría resultar en una fuga de capitales hacia mercados más amigables con las energías renovables. Finalmente, la falta de un plan claro y coherente en materia energética podría tener repercusiones a largo plazo para la economía mexicana. La capacidad de México para atraer inversiones y mantener su competitividad en la escena global dependerá de su capacidad para adaptarse a las demandas de un mundo en transición hacia energías limpias. Sin una estrategia integral que equilibre las necesidades del sector estatal con la urgencia de establecer un entorno propicio para la inversión privada, la promesa de un futuro energético sostenible en México podría seguir siendo solo eso: una promesa.