Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La crisis política en Venezuela sigue generando un grave impacto en la región, con el temor de que una nueva ola de migrantes se dirija hacia países como Perú, Colombia y Chile. En el mercado de confección más grande de Perú, la costurera Diana Yaranga refleja la angustia de muchos locales que temen la llegada de más venezolanos en busca de empleo. Con el 20% de los 100,000 trabajadores de este mercado siendo venezolanos, Yaranga se siente amenazada por la posible competencia por trabajos escasos. “Todo el mundo está preocupado porque van a aumentar los migrantes, va a haber una pelea por los trabajos... un poco da miedo”, confiesa. Desde 2014, aproximadamente 7.7 millones de venezolanos han dejado su país, buscando refugio en diferentes naciones de Latinoamérica. Colombia ha sido el principal receptor, seguido de Perú, Chile, Brasil y Ecuador. Sin embargo, la reciente crisis postelectoral en Venezuela ha generado inestabilidad, con ambos contendientes, Nicolás Maduro y Edmundo González, reclamando victoria en medio de acusaciones de fraude. Este clima tenso podría precipitar un nuevo éxodo, lo que preocupa a los países vecinos, que ya enfrentan desafíos significativos para acoger a los migrantes actuales. Ronal Rodríguez, vocero del Observatorio de Migración de la Universidad del Rosario en Colombia, advierte que la región no tiene los recursos suficientes para gestionar un aumento en la migración venezolana. Las políticas migratorias varían de país en país; por ejemplo, Perú ha impuesto requisitos más estrictos, exigiendo pasaporte y visa, mientras que Colombia ha otorgado un estatus de protección temporal a muchos migrantes. Chile, por su parte, ha endurecido aún más sus políticas y considera medidas adicionales para controlar el ingreso. La presidenta peruana Dina Boluarte ha reconocido la victoria de la oposición, y su gobierno ha comenzado a reforzar las fronteras para prepararse ante un posible aumento en la llegada de migrantes. Mientras tanto, el presidente colombiano Gustavo Petro busca soluciones diplomáticas en colaboración con líderes de Brasil y México. Sin embargo, la implementación de medidas proactivas aún no está clara, y muchos en la región se sienten impotentes ante las consecuencias de la crisis venezolana. Chile también se encuentra en una situación delicada. La ministra del Interior, Carolina Tohá, ha mencionado la necesidad de prepararse para un aumento en el flujo migratorio, lo que incluye la posible implementación de un sistema de cuotas para gestionar la llegada de refugiados. A pesar de que el gobierno ha descartado cerrar las fronteras, se busca aumentar la presencia militar en las zonas limítrofes. Tohá enfatiza que será necesario replicar experiencias exitosas en la gestión de crisis humanitarias, similar a lo que ocurrió en Europa. La situación es aún más desafiante para aquellos que buscan refugio debido a su estatus como defensores de derechos humanos, periodistas o políticos. Rodríguez señala que el proceso para obtener asilo es complejo y puede tardar años, lo que deja a muchos vulnerables ante la inestabilidad y la violencia. Esta vulnerabilidad se agrava por la situación actual en Colombia, que aunque ha mejorado en algunos aspectos, aún enfrenta problemas significativos en su infraestructura institucional para gestionar la migración. A medida que la crisis en Venezuela se agrava, también se observa un incremento en el número de migrantes que buscan llegar a Estados Unidos a través de rutas peligrosas como la selva del Darién. Esto ha generado una alerta humanitaria en la región, ya que muchos se enfrentan a riesgos extremos, incluyendo la inseguridad personal y la falta de acceso a alimentos y servicios básicos. La senadora colombiana Angélica Lozano ha destacado la gravedad de la situación y la necesidad de encontrar soluciones efectivas que protejan la dignidad de los migrantes. Sin embargo, la llegada de más migrantes no ha sido bien recibida en todos los lugares. En Chile, el endurecimiento de las políticas fronterizas ha generado descontento entre la población local, donde un alto porcentaje de ciudadanos apoya medidas más estrictas para regular la migración. La percepción de que los migrantes pueden contribuir a la delincuencia ha alimentado el rechazo hacia los venezolanos, generando un ambiente tenso y a menudo hostil. A pesar de las dificultades, muchos migrantes venezolanos continúan buscando mejores oportunidades. La realidad es que muchos de ellos no pueden costear tres comidas al día ni lograr acceso a una vivienda digna. La pobreza y la informalidad laboral son problemas comunes entre quienes han llegado en los últimos años, según ACNUR. Esta situación pone de manifiesto la necesidad urgente de una respuesta coordinada y eficaz entre los países de la región para abordar la crisis de migración venezolana, respetando al mismo tiempo los derechos de los migrantes y las preocupaciones de las poblaciones locales. En conclusión, la crisis en Venezuela no solo afecta a sus ciudadanos, sino que también plantea un desafío humanitario y social para toda América Latina. La respuesta de los países receptores será fundamental para asegurar que se protejan los derechos humanos mientras se busca una solución integral a esta compleja situación.