Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En el panorama político actual del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Alejandro Moreno, mejor conocido como “Alito”, ha tomado el protagonismo de una forma que ha generado tanto adhesiones como rechazos dentro de su propia organización. La reciente controversia acerca de su posible reelección como presidente del partido ha desatado una serie de reacciones entre expresidentes y figuras prominentes del PRI, quienes han manifestado su desacuerdo, llevando incluso a algunos a amenazar con renunciar. Sin embargo, más allá de las declaraciones emotivas, la estrategia de Alito parece estar dando frutos que le podrían asegurar un control casi absoluto sobre el partido. Moreno ha tejido un entramado político en el que ha involucrado a sus detractores de manera que parecen estar jugando en su contra. Sus reformas a los estatutos del PRI no solo son una herramienta para legitimarse, sino que también son el primer paso hacia una purga interna que busca eliminar a aquellos que, a su juicio, son responsables de la debacle del partido. Así, el campechano ha asumido el papel de salvador del priísmo, en un intento por revivir lo que muchos consideran un partido en extinción. Los expresidentes del PRI, como Dulce María Sauri, Francisco Labastida y Manlio Fabio Beltrones, han sido objeto de críticas por parte de Alito. Este último no ha dudado en recordarles sus fracasos y los escándalos que han marcado sus trayectorias, como el famoso Pemexgate y las pérdidas electorales de 2000. Mediante un discurso que mezcla la arrogancia y la victimización, Alito ha presentado a estos líderes como vestigios de un pasado que, según él, debe ser erradicado. A medida que el clima interno se calienta, las amenazas de renuncia de figuras importantes del PRI han caído en oídos sordos. Alito ha demostrado hasta ahora que no se deja intimidar; de hecho, parece encontrar en estas renuncias la justificación perfecta para llevar a cabo su plan de limpieza interna. La posibilidad de debilitar a sus opositores le da un margen de maniobra considerable y, al mismo tiempo, refuerza su narrativa de ser el único que puede rescatar al partido. El momento se vuelve aún más intrigante cuando se analiza la forma en que Alito ha dirigido el discurso en torno a sus reformas. En lugar de abrir un diálogo constructivo con las voces dissentientes, ha optado por atacarlas directamente, clasificando a sus detractores como responsables de un pasado que ha llevado al PRI a la pérdida de poder. Este enfoque agresivo podría ser arriesgado, pero también es una jugada calculada para consolidar su liderazgo. En medio de este torbellino, el papel de las redes sociales y los medios de comunicación no puede ser subestimado. Los ataques y amenazas se han vuelto virales, permitiendo que la narrativa de Alito llegue a un público más amplio. Sin embargo, esta exposición también conlleva riesgos; la opinión pública, y especialmente la de los militantes del partido, podría volverse en su contra si los escándalos continúan acumulándose. Mientras tanto, la figura de Alito se posiciona en un terreno pantanoso. Aunque actualmente parece estar ganando la partida, sus tácticas podrían resultar contraproducentes si no consigue mantener la lealtad de su base. La percepción de abuso de poder y la eliminación de voces críticas podría generar un efecto boomerang que fracture aún más al PRI. Por otro lado, la historia política del partido está marcada por luchas internas y traiciones, lo que hace que la situación actual no sea del todo sorprendente. La historia reciente ha enseñado que los intentos de consolidar el poder absoluto a menudo terminan en divisiones y descontento. Solo el tiempo dirá si la estrategia de Alito resultará en una revitalización del partido o en su eventual declive. Finalmente, en este contexto también resuena la situación de otros partidos en México, donde los movimientos internos y las luchas por el control son recurrentes. La política mexicana vive un momento de transformación, y el PRI, con sus viejas glorias y nuevos desafíos, se encuentra en una encrucijada que pondrá a prueba su capacidad de adaptación. Así, mientras Alito Moreno se posiciona como el capitán del barco PRI, las aguas turbulentas de la política nacional prometen más sorpresas. La pregunta que muchos se hacen es si este rumbo lo llevará a un puerto seguro o si, por el contrario, lo conducirá a un naufragio inevitable.